Imaginando la voz de Sebastián susurrando ésa última frase, caí en un profundo sueño esperando para que mis esperanzas se volvieran realidad….
En la mañana desperté solamente porque la luz del sol entró por mi ventana. Me quedé un buen rato viendo el techo de mi habitación pensando en… nada. Se me hace difícil que una mujer piense en “nada”, pero no sólo los hombres pueden hacer eso. De pronto, mi teléfono vibró en la mesa de noche y admito que me dio pereza acercarme si quiera a él, pero me estiré un poco y lo agarré.
Era un texto de Luisa que decía: “¿Te podrías dignar a aparecer? Desde ayer que no te veo. ¿Qué tienes? ¿Estás enferma? Tengo tiempo libre, ¿puedo llegar a tu casa?” Y más o menos así se leía un texto desesperado de Luisa. No me culpen, ella era una persona magnifica y realmente significaba demasiado en mi vida, y ya me había acostumbrado a descifrar sus emociones vía textos o teclas.
Lo cierto es que tenía muchísimas en las cosas en la cabeza, pero tenía una clase de preocupación que sólo ella podía entender así que tecleé lo más rápido que pude: “Aparécete por acá lo más rápido que puedas. Gracias”.
Mientras ella llegaba decidí ordenar mis ideas para no sonar como una estúpida enfrente de ella. ¿Así que qué era lo que me preocupaba? La respuesta golpeó mi cabeza y la sentí tan fuerte que hubiera jurado que Rocky Balboa fue el responsable: “Sebastián”. Sinceramente desde que había aparecido él, todo se me había complicado un poco más. ¡Qué digo un poco! Demasiado para ser sincera. Verlo de nuevo a él, que esos sentimientos que tenía adentro, muy adentro de mi ser surgieran a la superficie con su llegada, esas insinuaciones de no querer ser sólo mi amigo, todo eso mezclado me estaba creando una laguna mental.
Ahora, al agregarle a todo eso un poco de miedo tendrían la receta perfecta para hacer que Kate tenga unos días muy pensativos, pero ¿miedo a qué? ¿Miedo a que pasara algo entre nosotros? ¿Miedo a que algo malo pase? ¿Miedo a llegar a quererlo bastante? ¿Miedo a que después de todo, él se vaya sin más? Lo cierto era que no había tenido muchas experiencias con el género masculino, si mucho unos dos novios en la primaria, cuando uno no tenía sentimientos y era solamente un juego de niños, pero nada serio hasta ahora. Sebastián era el primero en demostrarme su cariño de esa manera tan delicada y si lo que quería era conquistarme, pues dudaba de si lo estaba logrando o no.
El punto era que no quería apresurarme, no quería sacar conclusiones ni nada, pero en realidad las necesitaba. Necesitaba saber qué era todo lo que Sebastián iba a ganar con esto o qué se yo. En toda película o incluso en la vida real, existe el típico sujeto que se dedica a jugar con los sentimientos de las de mi tipo: ingenuas, tiernas, dulces, con tanto amor para dar y así. Y realmente no conocía a Sebastián muy bien, así que ¿qué me podía asegurar que él no era igual que el resto?
He tenido varias amigas, incluso Luisa, quienes me han jurado que todos son iguales. Me dolía decirlo, pero hasta mi padre iba incluido en la frase de “todos son iguales”. Iba incluido porque, a pesar de ser un buen esposo, un buen padre y un buen hombre que no aportaba daño alguno a la sociedad, aún sabiendo lo que era correcto y lo que no, no peleó por lo que quería: mi madre. Y sí, hay algo a su favor, mi madre es alguien que no dejaría que nadie peleara por ella, es tosca, salvaje. Y precisamente porque mi padre sabía eso, no peleó por ella. Supongo que todos poseemos ese mal llamado “orgullo”, y supongo que mis padres no fueron la excepción: mi madre al no dejar que mi padre peleara por ella, hizo que él se rindiera, algo malo por supuesto. Pero algo que mi madre nunca había confesado, pero yo pude notar en sus ojos era que a ella le hubiera encantado que mi padre peleara por ella.
Ambos eran un par de inmaduros, orgullosos y patéticos, y era eso lo que me quería evitar. No estaba segura de si Sebastián sería capaz de pelear por mí, y si lo era ¿seguiría peleando por mí hasta el final? Tenía un rotundo miedo a terminar igual que mis padres, frustrados al no estar con la persona que realmente aman y sufriendo por culpa del orgullo, ya que es eso mismo quien no se los dejaba aclarar todo.
Sentada en mi cama, abrazando mis piernas y retorciendo mis cabellos. Así me encontró Luisa cuando subió las escaleras, dijo que mi madre había salido con Julia y que Lucía, mi tía, estaba abajo preparando el desayuno. Permanecí ausente hasta que a Luisa se le ocurrió preguntar:
-¿Qué tienes? –musitó.
Y fue allí en donde la bomba explotó. Le dije todo lo que había pasado por mi cabeza y al hacerlo, las malditas lágrimas no pudieron contenerse sobre mis ojos. Ella se dedicó a abrazarme y a tratar de arreglar un poco mi cabello que se encontraba en su peor forma cuando alguien cruzó el umbral de la puerta de mi cuarto…
Mi tía Lucía se encontraba con la espátula en una mano y con restos de harina en la otra, tenía una expresión en su rostro preocupada, temerosa. Yo ni la había sentido llegar sino que fue Luisa, quien apartándome se dio la vuelta para poder ver la puerta.
-Luisa –la llamó por su nombre –, ya hay unos panqués preparados en la cocina, ¿puedes bajar?
Eso era, en pocas palabras: “¿Te puedes ir? Necesito hablar con mi sobrina.” Luisa avergonzada bajó sin decir alguna palabra. Cuando ella se fue, me quedé con la cabeza gacha puesto que desde chiquita me avergonzaba cuando alguien me miraba lloraba. Ella me abrazo en silencio. Y eso era lo que necesitaba: silencio. Me aferré a ella como si estuviera al borde de un acantilado y ella fuera la única ayuda que me podrían aportar. Me aferré tanto a ella esperando que esa maldita frustración se fuera.
Cuando ya no tenía más lágrimas qué sacar, fue cuando se le ocurrió hablar.
-¿Serías tan amable de explicarme que te pasa? –preguntó con cierto tono sarcástico.
-Es algo tonto –susurré mientras limpiaba el recorrido de una lágrima en mi mejilla con la manga de mi suéter.
-Katherine –dijo mi nombre completo y confieso que me asusté un poco –, si fuera algo tonto creo que no estarías llorando.
Jaque.
-Tienes razón –dije, vencida –. Es que, bueno… hay un chico…
-¡Ay no! –Me interrumpió –No me digas que esto es por un chico, ¿cómo se llama? ¿En donde vive? ¿Qué te hizo?
-No me ha hecho nada, Lucy –la tranquilicé –. Aún.
-¿A qué te refieres? –enarcó una ceja.
Le expliqué todo, a excepción de lo sucedido en el Spring Break. Le dije de mis temores, de mis dudas, e incluso de pensar que todo era solamente mi imaginación, a lo cual ella te respondió.
-¿Cómo puedes pensar que es tú imaginación si te beso, Kate? –preguntó atónita.
Yo solo agaché la cabeza. Lo que sí sabía, era que estaba haciendo de todo esto una gran preocupación cuando no debería ser así.
-Mira –me dijo –, sinceramente no tiene por qué afectarte nada de lo sucedido con tus padres. Estás en la etapa en donde tienes que experimentar todo o tu juventud se irá. No te estoy diciendo que te acuestes con todos los chicos que te pretenden –me exalté, puesto que no lo había pensado de esa forma –sino que no deberías de tener miedo si es que te llegan a lastimar. Sí, es un sentimiento horrible, pero es algo que tanto tu madre como yo hemos vívido, y es algo que en algún momento sentirás. Es parte de la vida.
Supongo que mi cara expresó perfectamente lo que sentía: ¿confusión?
-Tampoco te estoy diciendo que sufras a propósito, sino que no tienes que temer por sufrir. Si él te hace daño, es un desgraciado que no sabría valorar lo que tuvo y que se vaya por otro lado. Pero tampoco tendrías que tomarlo por las malas… ¡Ni que te fueras a casar con él! Sólo te digo que si él muestra ahora sus buenas intenciones y si tu realmente sientes algo por él… vive el momento, que es, sinceramente, lo mejor que puedes hacer. Si algo pasa después, pues es asunto del futuro, no del presente.
Bueno en pocas palabras su consejo fue que me dejara llevar por el momento, que lo viviera y que no me preocupara por nada. Que si en todo caso algo malo pasaba, pues que el dolor no era permanente y que eso se superaba.
Admito que no fue tan buena idea llorar y que mi tía se exasperara y así, pero por un lado su consejo me ayudo ¿un poco? De todos modos, le rogué que no le dijera nada a mi madre puesto que no quería preocuparla con cosas de poca importancia, pero no me juzguen… ¡Soy una adolescente hormonal!
Mi tía Lucy me obligó a salir de la cama, no tenía muchas ganas y aparte la cita con Sebastián era hasta en la tarde. Metió la excusa de que no quería que mi madre me viera con los ojos hinchados y con fachas de enferma. Le insinué que estaba enferma del estomago y me ignoró. Me obligó a bañarme y ella personalmente me secó el pelo. Luisa sólo se reía mientras miraba mis muecas cuando Lucy jalaba demasiado fuerte mi pelo. De pronto, mi celular vibró en mis piernas y me asusté al ver el nombre de quién estaba llamando. Mi tía exaltada apagó la secadora para que yo contestara sin ningún ruido.
-¿Diga? –me tembló una milésima la voz.
-¿Kate? –su voz susurraba mi nombre, incitándome.
-¿Si? –soné como quién no quiere la cosa.
-Soy Sebastián –aclaró.
-Ya lo sabía –las palabras se escaparon de mi boca sin poder controlarlas.
El rió suavemente, de esa risa que me hacía morderme el labio inferior.
-Solo llamaba para ver a qué hora te puedo ir a traer hoy –musitó.
-Bueno –dije mientras le hacía señas a mi tía para que me ayudara con la hora o algo así –, no le he platicado del todo a mi mamá, pero creo a las siete está perfecto.
-¿Y cuál es tu toque de queda? –preguntó con un atisbo en su voz.
-¿Mi toque de queda? –Pregunté en voz alta para que mi tía me pudiera orientar, ella me hizo señas con los dedos y me dio a entender que a las diez estaba bien –A las diez.
-Perfecto –concluyó –. Paso por ti a las siete entonces.
-Nos vemos –dije ocultando un gritito en mi interior.
La verdad era que ni yo sabía que íbamos a hacer, pero el chiste era sacarme la duda. Cuando llego mi mamá se sorprendió de verme tan… ¿peinada? y a Luisa tan temprano por la casa ya que ella no llega sino hasta después de las cinco de la tarde.
-¿Se podría saber a dónde vas? –ordenó mientras dejaba su abrigo en el perchero.
-Olvidé comentártelo –hice una expresión inocente, como si se me hubiera pasado desapercibido.
-¿Qué cosa? –me miró a los ojos.
-Sebastián me invitó a salir esta noche –dije con aire despreocupado –. Sinceramente, no sé a dónde me va a llevar, supongo que al cine o algo así.
Mi mamá se miró un poco desconcierta sobre la noticia. Por un momento creí que no le agradaba la idea.
-Se puede ver que Sebastián es un buen chico, ¿no? –insinuó, como si estuviera esperando a que yo la contradijera y le rogara que no me dejara ir.
-Lo es –afirmé –. No lo conozco toneladas, pero lo conozco lo suficiente.
Y esa era, en una parte, una frase totalmente cierta. Espere pacientemente mientras mi mama jugueteaba con las llaves en sus manos. No les quitó la mirada cuando habló.
-Te quiero a las diez aquí –concluyó mientras subía a su habitación y no me permitió darle las gracias.
Era claro que algo le molestaba, estaba dispuesta a subir las escaleras e ir a preguntarle qué tenía, si tenía algún inconveniente con mi cita con Sebastián, podía cancelarla y ya. Pero mi tía Lucy me tomó de la muñeca en el momento en que yo pisé el primer escalón y me dijo:
-Déjame esto a mí –habló mientras guiñaba un ojo –. Luisa, necesito que me hagas un favor.
-Lo que quieras, Lucy –dijo Luisa mientras se paraba del sillón en donde estaba cómodamente viendo la tele.
-Julia se va a morir del aburrimiento hoy, lo tengo por seguro –dijo mientras buscaba algo en su cartera.
-¿Qué yo qué? –preguntó Julia desde la cocina.
-¿Tienes planes para esta noche? –preguntó mi tía a Luisa.
-Pues no.
-¿Quisieras ir al cine con mi hija? –dijo, más en un tono de súplica que cualquier otra cosa.
A Luisa y a Julia les encantó la idea. No se conocían muy bien, pero podían llegar a entablar una buena conversación.
Como si nada, llegaron las siete en punto… y el timbre sonó. Mi tía fue corriendo a abrir la puerta mientras que yo, en un ataque de pánico, me metí al baño más cercano. Respiré profundo y prendí la luz. Me observé un tiempo en el espejo, lo justo para ver cada detalle que llevaba esta noche. Mi pelo caía onduladamente sobre mi espalda y hombros, mis ojos delineados se miraban más grandes y pardos, mis labios llevaban un labial de un tono rosado suave. Llevaba unos jeans negros, unas zapatillas moradas y una pollera morada.
Miré mis ojos, tenían una clase de chispa que no habían tenido jamás. Me ruborice de la sola idea de que fuera solamente por él. Sonreí para mí misma como si alguien me hubiera contado algún chiste o algo así. Luego me miré al espejo y descubrí que me miraba como una tonta… pero aún así seguí sonriendo.
Salí del baño aún con la misma tonta sonrisa y me dirigí a la puerta donde pude oír perfectamente bien cómo mi tía se presentaba hacía Sebastián. Él solamente sonreía, puesto que le tomaba mucho tiempo poder fluir una conversación con una persona. Cuando llegué ante él, sus ojos se iluminaron de un modo gracioso mientras que mis mejillas se tornaron rosadas. Llevaba un jeans negro, una camiseta verde pegada a su cuerpo y una chaqueta negra; me mordí el labio. Su pelo estaba perfectamente despeinado y tenía una que otra gota en sus cabellos. Mi tía solo nos dedicó una sonrisa y me recordó mi toque de queda. Cuando salimos, Sebastián habló.
-No te salude cómo hubiera querido –dijo y besó mi mejilla suavemente. Mis mejillas, de nuevo, tomaron color y supuse que en mi rostro denotaba la duda del por qué no lo había hecho antes, y me respondió –. Supongo que me apene porque estaba tu tía ahí.
Quise soltar un pequeño “awwww”, pero me controlé. Me tomó de la mano y sentí como una electricidad recorría mi cuerpo, ¿era posible que él la sintiera también? No me había percatado de que estaba observando nuestras manos y al hacerlo, levanté la vista para que no se diera cuenta, pero era muy tarde: Sebastián me contemplaba con una mirada ingenua y con un brillo sin igual en sus ojos. Sonrío y me condujo hasta su coche.
-¿Cuáles son tus planes para esta noche? –pregunté. La curiosidad me estaba matando.
-Ya lo verás –dijo arrancando el carro y poniendo una sonrisa malévola.
No tenía idea de a dónde nos dirigíamos, si conocía los lugares y todo, puesto que yo había vivido ahí toda mi vida, pero no tenía idea de por dónde rondaban sus planes para ésta noche. Cuando llegamos al parqueo, no podía ver más allá de muchas filas de carros aparcados así que aún seguía en la ignorancia. Él salió a toda velocidad y se dirigió a mi puerta para abrirla, me ofreció su mano y yo la acepte con gusto. En cuánto estuve afuera, extendió su otra mano y he ahí una pequeña yerbera rosada. Me la entregó y me ruboricé hasta más no poder.
-¿Cómo sabías que son mis flores favoritas? –pregunté mientras contemplaba la flor en mi mano.
-Intuición –me guiñó el ojo.
Me mordí el labio tratando de contener mi gran sonrisa. Caminamos hacia donde se veían más luces y cosas así, ahí fue donde entendí que estábamos en el muelle que está cerca de la ciudad. En esas fechas, se organizaba una especie de feria en este muelle y lamentablemente nunca había podido ir y justamente este año volví a escuchar de la famosa feria y hasta había pensado en ir con Luisa y con alguien más, pero todo se me olvido cuando él llegó.
Supuse que mis ojos se iluminaron a ver una gran rueda de la fortuna en el centro de todo, era la reina, era lo más grande por esos lugares, todo giraba a su alrededor; Sebastián, por su parte, tenía una mirada apremiante, como si había decidido lo correcto al venir aquí… y así lo fue.
Pasamos por cada puesto de juegos que había ahí. Intenté en varios, pero para ser sincera no era buena en esas cosas y lo demostré con todo el vivo esplendor. Sebastián trató en un juego en dónde había que apuntarle a un payaso con una pistola de agua, y quién hiciera que el payaso subiera más rápido, era el ganador. Igualmente falló. No dije nada, porque no quería que se avergonzara o algo así. Cuando se dio la vuelta en su mismo asiento, se dio cuenta que yo estaba más cerca de lo que él esperaba. Me tomó de la cintura y me dijo:
-Lo siento –con vergüenza en sus ojos –, no soy bueno para estos juegos.
-No importa –dije mientras lo tomaba de la mano inconscientemente y buscaba un puesto de comida –, vamos. Te invitaré a algo.
Caminamos hasta encontrarnos con lo que estaba buscando. Si bien los rumores eran ciertos, los algodones de azúcar de estas ferias eran los mejores. Pedí dos y justo cuándo iba a entregarle al vendedor el dinero, Sebastián se me adelantó y los pago él.
-¡Oye! –Lo reprendí –Se supone que te los iba a regalar.
-El mejor regalo por parte tuya esta noche –se acercó a mi oído –, es que estés aquí.
¿Y así planeaba yo tratar de pasar la noche controlando mis mejillas para que no me delataran? Caminamos entre toda la gente que había ahí y me sugirió un lugar para ir a sentarnos y acepté. Mis pies me estaban matando, las zapatillas no son adecuadas para largas caminatas.
Cuando nos sentamos me dispuse a comer mi algodón rosado de azúcar y el hizo lo mismo con su algodón azul. Comenzamos a charlar. Hablamos de lo que él hacía en su antiguo hogar, de lo que no le gustaba hacer, de lo que quisiera hacer cuando tuviera la oportunidad; básicamente, hablamos solamente de él y eso fue algo que no me incomodo para nada. Tenía esa ansía de saber muchas cosas sobre él, como si fuera una caja de pandora: era un misterio, literalmente, lo que había dentro de él. Y ese misterio era lo que lo hacía tan atractivo. Leí un libro en dónde la conclusión final era: “El misterio es parte esencial en la vida de todos” y era muy cierto. ¿Por eso dependía yo de Sebastián? No lo sabía a ciencia cierta, pero quería descubrirlo; era otro misterio para mí.
Poco a poco, fuimos avanzando en la conversación y me habló del Spring Break. Mi columna vertebral sufrió un pequeño colapso. Habló de por qué había ido al viaje, de qué pensó en el momento en que me vio y de hacer lo que hizo… bueno, eso no lo pensó tanto.
-Ya te dije –continuó él –, no era mi intención hacerte daño.
No sabía si tenía la suficiente voz como para responder así que utilice el único recurso que tenía a la mano: la mirada. Mi meta era poder ver sus pardos ojos, con esperanza de no derretirme en ellos, y así darle a entender que no tenía por qué preocuparse ya por eso. Lo pasado, pasado. Pero lamentablemente, sus ojos se derritieron en los míos y generaron un tipo de ansía por estar aún más cerca de él. Como era de esperarse, era una débil y cobarde así que no me atreví a acercarme un centímetro más a él.
Llegué a la siguiente conclusión, o Sebastián podía leer mentes o mis ojos me delataban más de lo que esperaba. Eso fue debido a que, pocos segundo después de mi pensamiento sobre mi cercanía con el susodicho, éste último se fue acercando a mí. Más y más. Tomo mi cara entre su mano derecha y vio mis labios. Como siempre, sabía que él sabía que yo quería. Confuso, lo sé, pero nos entendíamos.
-¿Puedo? –preguntó.
¿Quién en su sano juicio pregunta eso?, preguntó mi voz interior.
Solamente asentí. Sinceramente, a ese punto ya no era capaz de poder hacer nada más. Sus dulces labios se posaron en los míos y ésta vez fue distinto a las últimas dos veces. Sentí cómo nuestros labios se unían inocentemente, pero al mismo tiempo sentía una chispa voraz. Me deje llevar, lo admito. Colocó su mano en mi cintura para acercarme más a él, mientras que yo rodeaba su cuello con mis brazos, en un vago intento de que nunca se alejara de mí. Quisiera poder describir ese beso, enserio que quisiera… pero hay cosas inexplicables, justo como ésta.
Cuando se retiró de mi, sonrió dulcemente al verme y yo no pude evitar sonreírle del mismo modo. Me recosté en su hombro puesto que tenía frío. Él, amablemente, me ofreció su chaqueta y yo no la negué. Me di cuenta que su chaqueta tenía ese olor peculiar a él y me dispuse a inhalarlo. Como un rayo, imágenes se azotaron en mi mente: mi madre apoyada en el hombro de mi padre justo del modo en que yo estaba en el hombro de Sebastián; el día de su boda, ella vestida de blanco, reluciente y con una liviana pancita de unos cuatro meses de embarazo y mi padre, guapo como siempre en su traje de gala. Pero así como vinieron los buenos recuerdos, así vinieron los malos: mi madre llorando en su cuarto debido a una gran pelea con mi padre; ella otra vez llorando al encontrar algún regalo que mi padre le dio en sus momentos de novios; mi padre, con su rostro angustiado por perder a mi madre; mi padre llorando.
Todo se había destruido en un segundo. ¿Qué fue? ¡Ni yo sé! Pero habían pasado de una situación tan linda como en la que yo estaba, a no ser nada… Fue ahí cuando reaccioné: no era nada de Sebastián, solo su amiga. Si no quería ser solamente mi amigo, ¿entonces qué quería ser? Nunca lo había especificado y fue cuando mi lengua habló más rápido que mi cerebro:
-¿Sebastián? –dije retirándome de su hombro.
-Dime –dijo viéndome a los ojos.
-¿Qué somos? –hablé. Y por primera vez, tuve el valor suficiente para hablar… y no me faltaron palabras.
-¿Sabes? –Dijo tomando mi mano –Estaba esperando a que me lo preguntaras…
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Bueno, pues lo prometido es DEUDA, señoras y señores. He aquí el tan ¿sufrido? capítulo.
-Honestamente, siento que es un capitulo muy sentimental. Oseaceselesecelesecele de que le puse mucho sentimiento. Es más, les confieso que algunas partes de éste cap en realidad sucedieron en la vida real, en un pequeño lugar llamado Nothing Hill.. jajaja nta no se crean :) Pero sí, dejando a un lado los hechos que si fueron real en este capitulo, también hubieron muchísimos sentimientos al hacer esto. Ya saben, una escritora debe hacer lo posible por crear el mejor capitulo... asi va la frase, ¿no? Jjajaja tampoco se crean, esa frase la inventé yo ;)
-Espero les guste ! Ahorita tratare de actualizar todos los viernes/sabados y/o domingos. Depende de qué salga y así. También les confieso que en vez de estar estudiando para mi exámen de física fundamental que tengo el día lunes, estoy actualizando :) Ja. Ironías de la vida. Ya quisiera que mi maestro de Física leyera esto .-.
-Otra cosa, he visto que varías me han puesto cosas como: "Oye, pasate por mi blog" o cosas así. Y sinceramente, entre comentarios se me hace muy díficil así que mandemelos a este mail: majoogarcia@gmail.com y ahí leeré los blogs que quieran. Y de paso, los recomendaré en otro blog que tengo con Mari Trelles que se llama Los Blogs + Pedidos. Lo tenemos un poco descuidadito, pero es a falta de recomendaciones :| bu.
-Con respecto al concurso, dejenme cranearlo bien bien y les paso las reglas el viernes de esta semana :)
Insisto, gracias una vez más por ser tan lindas y seguir leyendo. Muchísimas gracias!
Para las que tengan tuiter, siganme: @Majoo_Garciaa aveces tuiteo cuándo publicaré y eso ;)
Bueno, yo me despido porque me necesitan en otra parte de la galaxia. Sí, me descubrieron... soy superheroína de trabajo completo :) JAJA. Nta hoy sí ya ni sé qué tengo en las venas la verdad...
OH SI OH SI OLVIDABA ALGO. ¿QUIEN YA VIO LA ULTIMA PELICULA DE HARRY POTTER? :) Quien ya la haya visto, dejenme su comentario por favor, gracias. Pero eso sí, cuidemos los spoilers por quienes no todavía. (Aunqe creo que la mayoría ya).
Bueno hoy si ya me voy.
Chaito.
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