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martes, 7 de diciembre de 2010

Miedo. Cap. 6 Parte 2

Dudé realmente acercarme a mi casillero, así de cobarde era pero Sebastián me confundía demasiado. Este miedo se estaba tornando en algo fastidioso.

Caminé decidida y mantuve la vista fija en mi casillero, solamente en mi casillero.

-¿Cómo te fue en tu clase de Educación Física, Sebastián? –pregunto Luisa casi gritando. Sabía que era por fastidiar que lo hacía, pero no me importo. La verdad era que agradecía tenerla como amiga y no de enemiga.

-Realmente bien –le dijo a Luisa -, al Coach le pareció agradable mi “afecto por el tiempo” –puntualizó unas comillas aéreas con sus dedos –y me felicito.

Luisa rió y yo escondí una risa traviesa ya que todo eso de llegar temprano fue muy exagerado, pero fue a causa de su nueva amiguita.

-¿Qué clase te toca? –me preguntó mientras su adictivo aliento se enredaba en mi pelo suelto.

Tuve que controlarme.

-Historia –dije por lo bajo teniendo mi mirada fija en mis libros de Historia

-Que bien –dijo realmente contento.

Lo miré confundida; ¿qué trataba de decir con ese comentario?

-¿Y a ti? –pregunté con miedo cuando en su rostro surcó una gran sonrisa.

-Historia –su aliento me recorrió toda la cara.

Se me hizo un hueco en el estomago a pesar de ya haber comido. No sabía que pensar, no sabía de si iba a pasar algo o si debería alejarme para aclarar mis sentimientos. Tenía tantas cosas que preguntarle, pero no quería bombardearlo, no tan pronto. De todos modos, quería conocerlo a fondo.

-¿Qué clase te toca? –preguntó Luisa a Natalia.

-Libre –dijo ella con voz suave mientras miraba su horario.

-¿Y después? –pregunté. Me estaba cansando de estar preguntando a cada rato, pero aun así solo faltaban dos periodos más.

-Educación Física –dijo Natalia haciendo una mueca.

Al menos ya estaba segura: a Sebastián ya le había tocado esa clase, así que solo tenía que preocuparme de no parecer una loca desquiciada por todo lo que estaba en mi cabeza durante un periodo más si mucho.

Sebastián me escoltó hacía la clase de Historia, mientras Natalia y Luisa se marchaban. Entre los pasillos, Sebastián hizo varios comentarios sobre su primer día, y yo le contesté apropiadamente. Dijo una que otra broma que me hicieron reír mientras él solo me observaba. Tendría que decir que todo eso de las miradas me estaba mareando; había decidido no mirarlo a los ojos de no ser necesario, pero él fijaba sus dulces y profundos ojos en mí y sentía como su mirada penetraba cada átomo de mi cuerpo dándome cuenta que moría por derretirme en esos ojos.

Pero tenía que estar consciente de mis deseos y mis decisiones. Tenía que pensar antes de actuar. Me tuve que concentrar bastante al pasar al lado de Sebastián para poder observar el salón, ya que él había entrado primero. Su olor invadió mis pulmones y dejó una dulce fragancia en ellos haciendo que un leve temblor recorriera mi cuerpo. Me concentré en lo que hacía y fui hacia la ventana donde estaban los últimos dos asientos disponibles.

Supuse que esto era como un castigo que Dios o el destino me ponía por haber deseado no pasar tiempo con Sebastián; por su parte, él parecía complacido de estar a mi lado lo cual me frustraba aún más. Con todas las cosas que tenía que pensar, las tareas y las clases no me podía dar el lujo de darle toda mi atención a Sebastián, aún cuando así lo quisiera mi alma.

Respiré hondo mientras empezaba la clase y rogué para que el profesor estuviera de mal humor como para no permitirle a Sebastián decir alguna palabra. Y así fue. Al parecer, el profesor Chan había tenido un problema con el director y no estaba feliz que digamos; quien estaba feliz era yo, al fin me iba a ser posible mantener mi mente abierta mientras me encontraba al lado de Sebastián, eso era un record bastante prometedor.

El profesor nos dejó un trabajo en clase sobre una página de nuestro libro y me apresuré a hacerla; de pronto, tenía enfrente de mi libro un papel doblado por la mitad. Me confundí al principio porque no había nadie que me conociera tanto como para mandarme un papelito a excepción del chico que tenía a la par. La respuesta vino como un rayo a mi cabeza. Disimule mi mueca mientras leía que él papel rezaba:

¿Te pasa algo?

Repasé con mis ojos la clara caligrafía de Sebastián mientras pensaba qué decirle y tratar de no mentirle. Tomé mi lápiz y escribí.

¿A mí? No nada, ¿por qué la pregunta?

Le pasé rápido el papel cuidando que nadie viera y le hice entender que tenía que leerlo con precaución. Lo observé como una tonta lo haría mientras él movía sus ojos al compás de mis letras. Al cabo de un buen rato, colocó el papel en mi mano mientras nuestra piel contraía un roce y sentía que un escalofrío me recorría la espina dorsal.

No sé, es solo que sentí que algo te molestaba.

Al leer la pequeña cantidad de palabras escritas en el papel, dudé del por qué tomo tanto tiempo escribirlo. Luego pensé que no estaba seguro de qué poner en el papel, puesto que lo había visto meditar antes y supuse que escribiría algo sobre Jasmine, pero no.

No, no lo estoy; me apresuré a escribir en el papel con mi caligrafía desalineada. ¿Me veo molesta?

Pero no pude entregarlo, ya que el profesor Chan se encontraba muy cerca de nuestro escritorio y no quería que sospechara y tampoco planeaba causarle un castigo a Sebastián en su primer día. De la nada, el timbre tocó y di un pequeño salto en mi lugar; definitivamente el tiempo se me estaba pasando muy rápido. Recordé que me tocaba Educación Física y sabía que tenía que apresurarme; guardé mis cosas rápido mientras Sebastián se paró decidido a decir algo, pero las palabras no brotaron de su boca como hubiera esperado.

-Te quería pedir un favor –comenzó mientras trataba de seguirme el paso guardando sus cosas. La mitad del salón ya estaba vacía.

De por sí, yo ya tenía un gran signo de interrogación escrito y tallado en mi frente así que no hacía falta decir alguna palabra para alentarlo a continuar.

-Esperaba que –siguió, yo sonreí porque entendió –, si no es mucha molestia, me pudieras dar un “aventón” –simuló las comillas aéreas.

Supuse que sí aceptaba hacer el favor podríamos seguir la conversación que teníamos pendiente; de pronto, un vivo y voraz deseo se despertó en mí queriendo pasar aún mucho más tiempo con él.

-Claro –asentí mientras evadía sus ojos –, ahora estoy apresurada porque me toca educación Física, así que si quieres me puedes esperar en mi auto y yo te veo haya.

-Me parece una buena idea –dijo sonriendo y luego vio su horario haciendo una mueca –. Oye…

-¿Qué clase? –ya sabía que me iba a preguntar en donde estaba su próxima clase, lo cual me pareció tierno.

-Química –dijo con una sonrisa torcida.

-A tres salones de la cafetería –musité mientras salía del salón y él me pisaba los talones.

Dio las gracias y fue casi corriendo a Química mientras yo iba a mi casillero a meter mi mochila y sacar mi pantaloneta; siempre se corría la duda de si te iba a tocar Educación Física en el primer día y más de alguna ya había aprendido la lección así que todos tenían una maleta extra en día de clases; en mi caso, solo metía una pantaloneta a mi mochila porque siempre acostumbraba a llevar tennis.

Cuando llegué a mi casillero, miré a Natalia un poco angustiada y a Luisa meditando sobre algo; se notaba que solo me estaba esperando.

-¿Qué te pasa? –pregunté mientras metía mi mochila al casillero y rebuscaba en su interior.

-No tengo pantaloneta –exclamó Natalia.

Típico del primer día de un nuevo. Por suerte, Luisa siempre tenía refuerzos. Siempre tenía consigo una pantaloneta extra, así que no nos preocupábamos mucho. Luisa le hizo una sonrisa a Natalia mientras sacaba una bolsita de su casillero y se la entregaba.

-Siempre tengo una de refuerzo –aclaró Luisa al ver la cara de Natalia confundida.

-Y puedes usar los tenis que traes –agregué.

Natalia sorprendida, no sabía que decir, nos dedicó una sonrisa y un gran abrazo. Yo ya estaba lista y lo anuncié cuando cerraba de un portazo mi casillero.

-Así que… -comenzó Luisa insinuando mientras comenzábamos a caminar hacía el gimnasio.

-¿Así que qué? –pregunté confundida.

-¿Cómo te fue en tu clase de Historia? –enarcó una ceja.

Estaba segura que esa pregunta no se refería a cómo me había ido en realidad en la clase.

-Bien –esa era la verdad.

-Está bien, seré clara –soltó ella –, ¿cómo te fue con Sebastián?

Me reí.

-Ya te dije que bien –respondí.

Llegamos al vestidor y me alegre al no tener a Jasmine en nuestra clase. Me cambié rápido y salí al gimnasio a calentar mientras Luisa se pasaba unos minutos más arreglándose la coleta para que no le callera ningún pelo en la cara mientras corría o algo así.

Natalia salió unos segundos después que yo y el Coach nos mandó, a las que ya estábamos afuera, a trotar un poco. Fui con Natalia a un pasó normal, pero luego paramos y empezamos a caminar.

-Kate, ¿te puedo hacer una pregunta? –dijo Natalia.

Me sorprendió porque no creo que tendría que haber algo de lo que Natalia me podía preguntar a estas alturas del día. Asentí, era lo único que podía hacer.

-A ti te gusta Sebastián, ¿verdad? –soltó.

Okey. ¿Qué diablos fue eso? ¿Cómo podía preguntarme algo así?

-¿Por qué me preguntas eso? –no era lo más prudente responderle con otra pregunta, pero la duda me invadía por completo.

-Si quieres no respondas –se apresuró a decir Natalia cuando miraba mi rostro de sorpresa –fue algo atrevido, lo sé; es una tonta pregunta que…

-No no –la interrumpí –no importa, para mí no es atrevido. Lo que quiero saber es por qué preguntaste eso.

-Pues –comenzó ella –, no sé me dio la sensación de que sí te gustaba. Disculpa mi atrevimiento enserio, esto es algo que solo le responderías a Luisa, lo siento. Supongo que ustedes me hacen sentir bien y supuse que ya teníamos confianza y eso.

-Natalia –musité –, no hay problema, ¿sabes? No, no me gusta Sebastián, pero puedes estar segura de que estoy desarrollando confianza en ti.

Ella me sonrió tiernamente y agregó:

-Gracias –dijo mientras se miraba los pies –, creo que tenía miedo de ser la nueva otra vez y ser el bicho raro.

En ese momento llegó Luisa y el Coach nos puso a trabajar. Terminó la clase y no podía creer que ya había terminado el día, estaba totalmente feliz pero fatigada. Me cambié rápido y me mantuve la cola porque tenía calor.

-Natalia no nos has dicho en donde vives –indicó Luisa cuando estábamos las tres frente al gran espejo que se encontraba en el vestidor.

-Vivo en un pequeño condominio cerca de un gran parque que queda cerca al colegio –respondió.

-¿En cuál de todos? –Pregunté yo –Porque nosotras vivimos en uno de esos.

Natalia nos explicó bien mientras salíamos del vestidor y resultó ser que ella vivía cerca de nosotras, exactamente vivía a unas tres cuadras. Luisa vivía a dos cuadras de mi casa así que ahora todas estábamos cerca.

Pasamos por los casilleros y saqué mi mochila al igual que mis acompañantes. Cuando llegamos al estacionamiento vi mi pequeño Spark y justo a su lado estaba él, parado, despeinado y riendo. Unas ganas incontrolables de lanzarme hacía él me estaban consumiendo así que solo me limité a asentir a cualquier cosa que Luisa estuviera diciendo en ese preciso instante.

De pronto, Luisa me agarró a mí y a Natalia de los brazos y nos detuvo. La miré solo a ella y noté que sus ojos estaban fijos hacía el frente, justo en donde Sebastián estaba.

-No sé si ya lo notaste –habló casi sin mover los labios; era una experta en eso –, pero cierto chico está apoyado en tu carro con cierto aire de estar esperándote.

Okey. Leer tantos libros no era bueno para ella.

-Ehh… si –dije titubeando –no te lo mencioné, pero Sebastián quiere que le de “aventón”.

Luisa y Natalia se quedaron sorprendidas y movía sus ojos: hacía mí, luego hacía Sebastián y así varias veces.

-¿Quieres que te de un “aventón”, Natalia? –preguntó Luisa; a esa frase le sobraba el sarcasmo.

-Me encantaría –dijo Natalia quien enseguida fue arrastrada por Luisa hacia su auto. Ésta última me miró fijamente y articuló con los labios algo parecido a: “Me cuentas todo luego” y luego se metió a su auto junto con Natalia.

La sangre en mis venas empezó a correr mucho más rápido de lo imaginado cuando vi la hermosa sonrisa de Sebastián.

-¿Nos vamos? –pregunté mientras entraba al auto; justo en ese momento me arrepentí de no haberlo lavado el día anterior. Le abrí la puerta del copiloto a Sebastián y el entro. Arranqué mi auto porque no quería charlar o hacer algo que hiciera quitarme la desconcentración del camino.

-¿Y por dónde vives? –hablé mientras me paraba frente a un semáforo en rojo.

-¿Conoces algunos de los condominios que están cerca de un parque que queda más adelante? –preguntó mientras mis manos se congelaban alrededor del volante. Asentí porque no me creí capaz de articular palabra alguna.

-Vivo en uno de ellos –dijo mirando hacia el frente –. Todavía no me sé muy bien la dirección.

-¿En cuál de todos? –traté de no sonar histérica.

Me paré enfrente de la entrada de mi condominio y puedo jurar que vi pasar el carro de Luisa hacía su condominio.

-En este –dijo Sebastián viendo por mi ventana.

Me helé. No me había enterado de alguna mudanza últimamente, pero yo no me enteraba de las cosas que pasaban fuera de mi cuadra por decirlo así. Entramos y me parquee enfrente de mi casa.

-¿Así que aquí vives tú? –exclamó mientras observaba mi casa.

-Sip –dije controlando mi deseo de verlo a los ojos –. ¿Tú dónde vives?

-Ahí –señalo con su dedo índice.

Estaba señalando por delante del auto, a una casa hasta el fondo de la cuadra. Solitaria pero pulcra, la casa yacía impotente puesto era bastante grande.

-¡Ja! –exclamé con un poco de ironía.

-Sí, lo sé –habló como si supiera los pensamientos que rodeaban mi cabeza –. ¿Kate?

Cuando pronunció mi nombre cerré los ojos inconscientemente y cuando los abrí, lo vi. Había olvidado permanecer consiente y la promesa de no verlo había quedado en vano.

-¿Qué? –traté de moderar el tono de mi voz.

Hubo un silencio sepulcral mientras oía su respiración acompasada. Tuve un momento de debilidad, debo confesar, un momento en que mis ojos ya no estaban fijos en los suyos sino en sus labios, los cuales permanecieron en silencio. Los observe tanto como pudiera sin parecer una loca, pero a esta altura el olor de su perfume había inundado la mayor parte de mi auto y era imposible no respirar. Poco a poco fue poniendo su mano en mi mejilla mientras su tacto me empezaba a volver loca; cerré los ojos, tratando de mantener mi promesa y a no hacer nada fuera de lo común porque esta era mi cuadra y estábamos en mi auto, cualquier vecino ponzoñoso y metido podría llegar a decirle a mi madre historias de una manera exagerada así que tenía que contener mis deseos.

Abrí los ojos debido a que el gran silencio que reinaba en ese momento me estaba inquietando y cuando lo hice lo único que pude ver fue que el rostro de Sebastián estaba mucho más cerca de lo que yo esperaba, sus labios estaban mucho más cerca lo cual me estaba tentando. Estaba tan cerca que casi podía inhalar su aliento, fresco y dulce. Tomo mi cara entre sus manos y sabía que algo no iba a terminar bien, cerré mis ojos esperando una dulce, pero aún esperada tragedia cuando… poso sus labios sobre mi frente. El tacto de sus labios con mi piel se torno… bueno ni yo sé en qué se torno, pero el gesto me pareció sumamente tierno. Esta vez, tenía deseos de pasar más tiempo con él, pero no de un modo carnal sino para hablar, conocer todos los aspectos que aún no conocía de él, saber sus miedos y sus pasiones, sus alegrías y sus temores, sus ambiciones y sus proyectos; absolutamente todo. Y tal vez, solo tal vez, me llegaría a enamorar de él.

Suspiré profundamente puesto que sabía que todo eso me iba a tomar tiempo y aún más si tenía a ese bendito miedo rondando mi cabeza. Decidí sacarlo afuera y dejar que Sebastián entrara a apoderarse de mis pensamientos.

Sebastián retiró sus dulces labios de mi frente y me miró.

-Nos vemos mañana –dijo con una sonrisa torcida mientras salía del auto y cerraba de un portazo.

Me quedé pensando durante unos cinco minutos. ¿Solamente yo había sentido esa fuerte conexión que me gritaba estar con él? No, era absurdo el hecho de que solamente yo lo haya sentido. Tal vez por eso se fue tan cortante, tal vez tenía miedo de sentir lo que yo sentía; eran muchas las probabilidades pero tenía pocas respuestas y eso me estaba frustrando.

Salí de mi auto y justo en la puerta de mi casa noté que un auto Corinto, pequeño estaba parqueado justo enfrente del mío y no lo había notado. Ese auto significaba que teníamos visitas.

Entré en mi casa y una señora, de unos treinta y algo me estaba esperando sentada en la sala. Con cara de sospecha recorrió mi cuerpo con sus ojos pardos, grandes y misteriosos. Hablé para articular una palabra, pero ella habló primero:

-¡Kate! –exclamó mientras se me abalanzaba en una especie de abrazo.

-Hola tía Lucy –dije a duras penas puesto que mis costillas estaban a punto de quebrarse.

Ella me soltó y recorrió mi cuerpo otra vez con su mirada. Supuse que era debido a que no nos habíamos visto en mucho tiempo, solamente manteníamos contacto por teléfono o por internet.

-Hace mucho tiempo que no te veo –prosiguió –, estas mucho más grande que la última vez que te vi y más linda –arqueó las cejas en forma pícara –; hablando de eso, ¿quién era el chico que salió de tu auto?

Algo malo de la tía Lucy, era que siempre estaba metida en todo. Mi mente trató de inventar una excusa adecuada, pero no hacía falta; lo único que requería la situación era algo de omisión.

-Es un chico de la escuela –dije mientras dejaba mi mochila en el sillón –, no tenía carro y vive aquí cerca.

-Pero se quedaron mucho tiempo ahí metidos –insinuó –, ¿qué estaban haciendo?

Torcí los ojos para que pareciera que mi molestia sí era real.

-El chico es nuevo –solté con cara de pocos amigos para hacerlo más creíble –, ¿qué podría hacer yo con un chico nuevo que casi ni conozco dentro de mi auto?

Tía Lucy se calló porque se dio cuenta que era realmente absurdo seguir poniendo preguntas así que me dedico una ferviente sonrisa y me llevó a la cocina donde me sirvió un vaso de su limonada especial.

-Y ahora que lo pienso, ¿qué haces aquí? –pregunte confundida, tía Lucy solo venía para fiestas, cumpleaños o… emergencias. Me helé. No había visto a mi madre desde que entre a la casa y eso era raro; su rostro se volvió ofendido y supuse que había entendido mal –No lo tomes a mal, solamente quiero saber a qué se debe tu “maravillosa” presencia en esta casa.

Omití las comillas de los dedos, pero me di a entender en el tono de mi voz. Tía Lucy echo carcajadas y habló:

-Tu madre me llamó –esta vez su semblante ya no denotaba risa alguna.

-¿Qué paso? –dije impaciente.

-Bueno –empezó ella –, creo que tiene una depresión post-divorcio.

El divorcio ya había pasado hace ya varios meses y nunca vi a mi madre deprimida o triste en ningún momento, supuse que solo se quería hacer la fuerte durante el día para no poner una explicación tonta de sus lágrimas; todavía recuerdo las noches cercanas al divorcio, recuerdo que me quedaba despierta hasta tarde para oír algunas lágrimas o algún llanto por parte de ella: nada. No decía ni un solo “mu” en todos sus sueños, ni roncaba lo cual era muy raro en ella.

-¿En dónde está ella ahora? –pregunte desesperada.

-En su habitación. ¡Kate! –Me retuvo del brazo cuando vio que yo salía disparada escaleras arriba –No la despiertes, está durmiendo porque lloró mucho conmigo.

Ver a mi madre mal, bueno oír que mi madre estaba mal no me ayudaba mucho. Ella era por la cual yo me levantaba todos los días creyéndome ser aún más fuerte todos los días porque pensaba, o bueno todavía lo pienso, que ella era la persona más fuerte que podía existir. Las montañas se movían en contra de ella y ella seguía fuerte luchando por la única razón que le daba fuerzas para vivir. Un bajón de ella no era normal.

-No te preocupes –le dije con la voz quebrada –, no iré a molestarla. Iré a mi habitación.

Subí las escaleras y entré a mi cuarto. Me tumbé en mi cama y me puse a llorar. En realidad todo estaba demasiado mal; yo misma me juré que cuando mi madre llegara a tener miedo o a llorar sería el fin de mis fuerzas, de mis anhelos, de mis batallas. Ella era mi ejemplo y sentía que como agradecimiento por ser la maravillosa mujer que era, le debía, al menos, ser aunque sea un poco igual a ella. Tenía aún más miedo ahora, quería ir a decirle a mi madre que todo estaría bien justo como cuando ella hacía cuando yo tenía miedo y en este preciso instante mi madre sentía miedo. Miedo de no volver a encontrar un amor como el de mi padre, miedo de perder tiempo, miedo de perderme a mí por alguna acción incoherente de ella, miedo de que su vida se desboroné en un momento. Lo único que sabía por parte mía era que iba a estar con ella durante todo eso.




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Okey. Hoy si me pasé no creen? Jaja no llegué al momento que quería llegar pero bueeeh... es lo bastante largo para ustedes como lo es para mi?

Bueno, me gusto mucho este capitulo porque demuestra que no todo en la vida de Kate son chicos chicos y Sebastian, sino que tambien tiene problemas familiares y eso!

Heeeeeey.. ya va a ser navidad!! O: Que se van a haceerr? Yo en la proxima entrada les cuento con detaalles porqe ahorita estoy tratando de escribir a la velocidad del PEDOOOOOO! O:

Saben? ahorita por aqui hay un friooo de m%$#% LITERAL -.- o soy yo la huevona que se la pasa todo el dia en la cama y por eso es el frioo.. una de las dos.. pero esta feitoo!

No se que mass deciir a menos que... MUCHISIMAS GRACIAS por sus comentarios y por seguir leyendo y por tenerme la paciencia que me tienen, porque odio que mi mente se atasque y no me deje escribirr!! Pero aun asi muchisimas graciaas!!

Heey.. ya casii 60!! O: Somoos la meraaaaaa! ;)

Buenoo eso es todoooo:)

Chaooooooo!

Majoo!


All I want for Christmas is you *-* lmao JK I want an iPod Touch ;D


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Miedo. Cap. 6 Parte 1

Voltee a ver por un segundo a Natalia que hizo un complemento sobre mi ropa y luego volví mi cabeza para verlo. Él venía… ¿acompañado por ella?

Primero que nada, ¿quién era ella? No la había visto antes en la historia de la escuela.

-Ella es –habló Natalia –, ella es la otra nueva.

Ella venía regodeándose del brazo de Sebastián su cabellera se movía al ritmo de sus pasos, el espeso y rubio cabello caía sobre su frente delicada. Tenía ojos claros, penetrantes a la vista y una sonrisa brillante, la cuál iba dedicada a su compañero de a la par.

Caí en la cuenta de que le estaba prestando mucha atención a esta chica, y eso es lo que buscan las chicas como ella: atención. Regresé la mirada a la mesa mientras Luisa de enderezaba y Natalia se hacía la indiferente. En ese momento me dio la sensación de tener a alguien mirando fijamente mi espalda. Me limité a hacerle señales a Luisa con los ojos dándole a entender que me dijera quién era, pero ella ignoró mis intentos y fijo su mirada hacía un lugar atrás de mí cabeza.

-Hola Kate –saludó una voz masculina, pero aun así familiar.

Sebastián caminó hacia adelante para que yo lo viera porque estaba más que claro que no me iba a voltear. Todavía llevaba a la chica rubia de su brazo; cuando se fijo que yo posaba mis ojos en su brazo, él lo quitó suave, pero rápidamente.

Natalia se levantó, supuse que a traer su comida.

-Hola –dije cortante mientras le pedía favor a Natalia que me trajera algo de comida y le entregaba mi billetera para que pagara lo que fuera mío. Natalia me inspiraba confianza así que no me dio miedo entregarle mi billetera.

-¿Kate? –Luisa carraspeó como si estuviera aclarando la garganta – ¿No me vas a presentar?

Era innecesario hacer todo ese teatro, pero aun así asentí controlando mis deseos de salir de ahí corriendo.

-Luisa –me tembló la voz. Fruncí el ceño, enojada conmigo misma. Me controlé mejor y hable –él es Sebastián; Sebastián ella es Luisa, mi mejor amiga.

Sebastián le estrechó la mano a Luisa mientras la chica rubia se molestaba un poco.

-Te me haces conocido –musitó Luisa –, ¿nos hemos visto antes?

Algo como un pinchazo me recorrió la espalda. Eso de recordar el Spring Break pasado no era muy bueno.

-Sí –Sebastián y yo hablamos al mismo tiempo. Parecía que la chica rubia iba a perder la paciencia en cuestión de segundos.

-Yo estuve en el Spring Break pasado –dijo Sebastián a Luisa –, soy un amigo que John llevó a la última fiesta.

Gemí de tan solo recordar esa noche.

-¡Cierto! –Exclamó sorprendida – ¿Y cómo esta John?

-Está bien –musitó él –este año entró a la universidad.

Parecía que iban a tener una gran charla con respecto al futuro académico de John y no culpo a Luisa por eso, era un gran amigo de ella y no había sabido nada de él desde el… Spring Break. La chica rubia carraspeo y me sacó de mis pensamientos; en ese momento se lo agradecí, aunque solamente estuviera pendiente de los movimientos que Sebastián hacía. Parecía realmente irritada e indiferente.

-Lo siento –se disculpó Sebastián hacía la chica rubia –. Ella es Jasmine Evans.

¿Con que la chica rubia tiene nombre?, dije para mis adentros.

-Es nueva aquí –continúo Sebastián –y, al igual que yo, es un poco tímida. ¿Lo pueden creer?

Su tono era tan patético que no sabía si arquear las cejas en sentido de lástima o carcajearme sin importarme qué dijeran. Pero estaba claro que él, como todos los hombres, no pueden ver las intenciones ocultas en el rostro de las mujeres; solamente ven lo que quieren ver.

-Hola –saludó con voz tintineante hacía nosotros, denotaba simpatía pero de la que es escasa.

-Hola –le devolví el saludo y esboce una de las más difíciles sonrisas que había hecho en mi vida.

Luisa hizo lo mismo. De pronto, una cosa plateada que se encontraba en su mano atrapada en sus dedos con uñas postizas vibró. Se alteró y abrió el teléfono rápido. Contesto y le hizo una señal a Sebastián indicándole que iría a hablar a un lugar con menos ruido. Luisa bufó en sentido de burla cuando ella ya se había ido, mientras Sebastián se limitó a preguntar:

-¿Qué les pareció? –la sonrisa de Sebastián era natural; pobrecito, no sabía cuáles eran las intenciones verdaderas de esa tal Jasmine.

-Encantadora –habló Luisa con un tono cortante.

Sebastián frunció el entrecejo y me hizo señas para que me corriera de silla así podía sentarse él; no podía negárselo y actuar como una inmadura que se molestó porque vio al niño que le gusta con otra.

Puse los ojos como platos. Para tu tren, me dijo mi conciencia; ¿dijiste que te gusta? Traté de disimular mi asombro por la rapidez de mis pensamientos, pero solo me pude limitar a cambiar de asiento. Temía que esto pasara, enserio. Me conozco muy bien y sé que me han gustado muchos chicos y todo por mi culpa. Me he decepcionado de mi misma por haber permitido que todos esos chicos pasaran por mi vida. Tenía un miedo incontrolable de que pasara lo mismo y nada me certificaba que con Sebastián no sería igual. El simple hecho de casi “hacerlo” con él no me convertía en su primera opción, pero de todos modos no quería que ese fuera su motivo.

-¿Alguien me puede decir –habló Sebastián interrumpiendo mis pensamientos –en dónde se encuentra el gimnasio?

-¿Te toca Educación Física después del almuerzo? –preguntó Luisa con sorpresa.

-Aparentemente –sacó su horario de su mochila y lo miro fijamente –, sí.

-Entonces vete ya –dije mientras miraba a Sebastián de refilón.

Su cara denotaba que estaba confundido.

-El Coach no es muy tolerante con los nuevos alumnos –dijo Luisa haciendo una mueca –; créeme, yo también fui nueva. Aparte, le gusta que todos lleguen cinco minutos antes a sus clases.

-Y el gimnasio está del otro lado del campus –agregué mientras su cara se tornaba morada.

-¿Y ahora qué hago? –preguntó desesperado.

Estuve a punto de abrir mi boca cuando Luisa me interrumpió.

-Tienes que irte ya –dijo exaltada.

Sebastián tomó su mochila y se paró de un brincó le dio las gracias a Luisa y a mí me dedicó una dulce sonrisa y un “Hasta Luego”. Me quedé observando el lugar de la puerta por donde se había desvanecido.

-¿Por qué le dijiste eso? –reprendí a Luisa; no había necesidad de que Sebastián se fuera en ese instante, solo era cuestión de tomar el tiempo y eso –No había necesidad de que Sebastián se fuera ahora.

Luisa torció los ojos.

-¿Quieres que esté contigo…? –empezó con cinismo.

-Yo no dije…

-¿… o que esté con su nueva amiga? –esta vez habló con sarcasmo mirando hacía el fondo de la cafetería pero del lado opuesto. Jasmine se hallaba gritándole a la persona que estaba del otro lado del teléfono.

-Y podemos decir que no es bomboncito, ¿no crees? –otro sarcasmo por parte de Luisa.

-¿Quién no es un dulce? –pregunto Natalia escéptica llegando con una charola llena de comida; por un momento creí que se comería todo eso, pero después caí en la cuenta de que una parte era para mí.

-La rubia esa –habló Luisa con enojo. Hubiera jurado que Jasmine le había hecho algo a Luisa de no conocerla tan bien como la conozco.

-Créeme que no lo es –musitó Natalia mientras me daba la comida que me correspondía y me devolvía mi billetera; noté que se sorprendía al ver que yo no revisé cuánto dinero quedaba restante.

-Creo que una tienda de dulces viene hacia nosotros –musitó Luisa con un sarcasmo que me dolió hasta mí.

Jasmine caminaba con una especie de gracia que no había visto en nadie más. Ondeaba su espeso cabello al ritmo de sus pasos y todos los chicos mantuvieron sus ojos fijos en ella mientras ella se limitaba a mirar su camino. Natalia se encogió sobre su comida y Luisa optó una actitud brusca mientras que yo quería que toda esa tensión acabara.

-¿Dónde está Sebastián? –preguntó ruda y grosera; su voz ya no era tintineante.

-Se fue –respondió Luisa secamente –, a su clase de Educación Física.

Jasmine hizo una mueca y se dedicó a fulminar a Luisa con la mirada, mientras yo analizaba que diablos estaba pasando por la mente de ellas. Luisa dejó de prestarle atención a Jasmine y se dedicó a agarrar algo de comida de mi charola; la chica rubia se dio la vuelta dramáticamente y salió de la cafetería.

-Tenso –comentó Natalia mientras mordía la mitad de un sándwich.

Me reí, realmente era lo único que podía hacer.

-¿Qué clase te toca después, Natalia? –preguntó Luisa.

-Déjame ver –dijo mientras se limpiaba los restos de mostaza que tenía en la boca –. Química.

-Lleva tu libro y un cuaderno –aconsejó Luisa.

-Y siéntate por la ventana –agregué –, si te aburres o algo, esa es una buena distracción.

Natalia rió y asintió. Todas terminamos de comer, olvidando por completo el tema de Jasmine, salimos de la cafetería riéndonos de un chiste malo que había contado Luisa. Tomamos caminos separados, ya que Natalia tenía que ir a Química y nosotras a Español; le dije a Natalia que nos veríamos en los casilleros.

Caminamos en silencio con Luisa hasta que decidió romper el silencio:

-Así que… -comenzó ella.

-¿Qué? –pregunté.

-¿Te puedo preguntar algo? –soltó. Es muy raro cuando Luisa tiene miedo a preguntarme algo, normalmente se trata de cosas que ella descubré, cosas que yo no le había dicho por una razón. Me helé.

-¡Claro! –afirme con ansiedad en mi voz, rogué para que no la notara.

Se tronó los dedos y luego fijo sus ojos en mí.

-¿Pasó algo entre tú y Sebastián en el Spring Break pasado? –su voz sonó temblorosa.

Por eso ella me miraba, para notar algún cambio en mi postura, rostro o algo así. Respiré hondo, no tan acompasadamente como para que ella lo notara.

-¿Por qué preguntas eso? –bufé. Era común que cualquiera respondiera así ante una pregunta de tal gravedad.

La verdad era que no le había dicho absolutamente nada a Luisa. Quería enterrar todo lo que paso en ese Spring Break porque no tenía caso volver a traer los recuerdos a mi mente.

-Pensé que… -titubeó un poco – ya que lo recuerdas tan bien, debería ser por algo.

No recordaba haber mencionado algo sobre recordarlo o algo por el estilo, pero luego recordé que yo se lo presenté a ella. Realmente no quería que Luisa supiera qué había pasado, apreciaba su honestidad y su confianza, pero no sabía si iba a ser posible de contárselo a alguien; era un secreto entre Sebastián y yo. No un gran secreto, pero aún así sólo él y yo lo sabíamos generalmente. Decidí contarle, omitiendo varios detalles.

-Solamente –suspiré; esa palabra era muy irónica para esta situación –, me dio un beso.

La cara de Luisa estaba atónita.

-¿Y cuando te ibas a dignar a decírmelo? –preguntó algo molesta.

Torcí los ojos.

-Luisa, fue solamente un beso –la hice entrar en razón –; aparte, creí que ya nunca lo volvería a ver. Además…

No pude completar la frase. Los pensamientos volaron en mi cabeza y no me creí capaz de articular alguna palabra. La noche que paso “lo que paso” con Sebastián estaba de por sí mal en mi vida personal y mal teóricamente porque había tomado de más. ¿Sería posible que Sebastián solo me hablo porque vio lástima en mí? ¿O yo hice lo que hice por despecho, porque sentía que necesitaba algo y lo estaba buscando en él? Si se supone que me “gusta”, no tendría que haberlo hecho por despecho, pero estaba claro que no lo conocía muy bien esa noche.

Un miedo sepulcral me invadió por completo. ¿Había estado confundiendo todos los sentimientos? Me sentía mal en el hecho de que no quería estarme engañando, aparte de que Sebastián no se lo merecía. ¿Pero y si Sebastián decidió hablarme por el aspecto que tenía? ¿Si pensó que yo era fácil? La respuesta a la última pregunta me llego como un rayo: “Así que no tienes por qué preocuparte en aclararme las cosas; sabía que no eras una del montón.” Las palabras de Sebastián en la clase pasada resonaron en mi oído como si él mismo las estuviera susurrando. Me estremecí a la causa de que se sentía tan real.

No sentí a qué hora llegamos a la clase de Español; Luisa se había quedado callada, supongo que al ver la expresión de terror en mi rostro decidió no mencionar nada más. Seguí presionando a mi mente para conseguir las respuestas que necesitaba, pero surgieron más preguntas: ¿todo lo que me había dicho Sebastián anteriormente le salía de corazón? En todo este tiempo, he aprendido a no confiar en todo lo que los chicos dicen, pero no todos son unos viles mentirosos, ¿verdad?

En mi subconsciente quise con toda el alma que Sebastián fuera de los chicos leales, pero no lo conocía muy bien y me dolía; el hecho de no conocerlo tan bien abría posibilidades a encontrar verdades no tan agradables sobre él. ¿Habría hecho lo mismo que hizo conmigo esa noche pero con alguien más? ¿Sería él capaz de hacer eso? Lo hizo contigo, susurró una voz en mi mente. Quería convencerme vitalmente de qué Sebastián era bueno, que no sería capaz de jugar con ninguna chica o hacerle daño, pero descubrirlo me llevaría bastante tiempo y más con su nueva amiga rondando cerca de él.

La clase de Español empezó y di gracias a Dios, puesto que mis pensamientos me estaban volviendo loca. La clase paso súper rápido, nuestra maestra de Español era nueva y a los nuevos les agarraba tiempo optar confianza para exigir algo a los alumnos. El hecho de que fuera nueva no le impidió que nos dejara tarea. Con el resto, ya tenía planificada mi tarde, dije para mis adentros con una mueca. Terminó la clase y ya estaba deseando por irme a casa, lo bueno era que ya solo dos clases y terminaba mi estruendoso día.

Salimos con Luisa discutiendo el hecho de que ahora a ella le tocaba un periodo libre y a mi uno de Historia. Me dio varios consejos típicos del primer día y me llevé una sorpresa al encontrarlo a él en mi casillero. Realmente no estaba en mi casillero, estaba en el suyo; recuerdo que me preguntó por su localización hace unas horas. Sentía tan lejano ese momento. Estaba sumergido en su casillero y Natalia en el suyo, luego cuando cada uno sacó la cabeza comenzaron a hablar. Dudé realmente acercarme a mi casillero, así de cobarde era pero Sebastián me confundía demasiado. Este miedo se estaba tornando en algo fastidioso...




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JELOOOU mis pequeños saltamones :)

¿Como andan? Yo? aburridisimaa :/ ni si quiera la inspiración me viene a visitar, saben? Es algo fastidioso enserio. Me he estado dando el concierto de mi vida en mi casa porque, como estoy sola, lo único que me apetece es cantar. Jaa.. no se crean, no canto tan bien.. asi que tengan por seguro que no me convertiré en la nueva cantante Push de Mtv.

So, entrando otra vez al tema.. este cap se dividirá en dos partes, porque son dos clases de miedos que Kate siente. Una clase es la que acaban de leer por Sebastián y todo eso y la otra ya la verán ;)

Muchisimas gracias por leer mi blog! Ya hay 50 seguidores, eso me hace muy feliz :D

En otro tema: ¿Quien ya vio Harry Potter and The Deathly Hallows? YOOOOOO! Esa pelicula me dejo traumada, tengo la necesidad de verla unas 8 veces mas, enserio! *no comentare nada porque no quiero spoilearle cosas a la gente que no la ha visto ;)


Me despido... los quiero demasiado ;DD


Majooo!

"This Peppermint Winter is so Sugar sweet, I don't need to taste to believe. What's December without Christmas Eve?"

Ya se viene navidad :)))))

Tengo un trauma con Owl City ;D

sábado, 13 de noviembre de 2010

Confrontación. Cap 5

-¿Qué paso esa noche? –hablo tranquilo y calmado.

Su pregunta me cayó como balde de agua fría. Fue tan repentina e inadvertida. Sentí que hasta la sangre huía de mi rostro por no querer estar presente en la escena. Ese era su plan, puesto que no había dado señales ni se había puesto nervioso; solamente lo soltó. Debo admitir que tenía valor, no todos los chicos tienen la capacidad para lanzar una pregunta así por así. O le interesaba la respuesta desde mi punto de vista o ya quería aclararlo todo para poder olvidarlo. Abrí mi boca y hablé:

-¡Oh, Sebastián! –chillé mientras ocultaba mi rostro entre mis manos.

Tengo que admitir que no tuve valor para contestarle, no tuve valor para decirle que todo fue impulso de mi “salvaje” interior; no tuve valor para pedirle perdón a él, puesto que yo fui quién llevo todo al límite. Pero el maldito valor se me había escapado, me sentía avergonzada más que todo. Estaba furiosa conmigo misma, estaba impactada de lo cobarde que fui. El plan original era escupir unas cuantas palabras y olvidar el asunto de una vez por todas.

-¡Lo siento, lo siento, lo siento! –Se disculpo como si fuera un niño al que acaban de pillar en una travesura; se acercó más a mí y poso su brazo sobre mis hombros –Enserio, no quise hacerte sentir mal.

¿Mal?, pregunté a mi misma. No me encontraba mal, me encontraba molesta, pero esa pelea con mi subo consiente no era algo que Sebastián tendería que entender.

-No estoy mal –aclaré con voz baja –, estoy avergonzada.

Decidí soltar la verdad, ¿qué más daba ahora? No era solo la falta de valor mi motivo de vergüenza, sino que era la extraña sensación de preocuparme porque él no piense que soy una cualquiera. Tengo mis normas personales: he decidido, desde una temprana edad, no tener sexo antes de casarme. Esa decisión tuvo su historia, como todas las demás: me puse a pensar mucho en todo ese asunto del sexo y como cada niña de la escuela se alborotaba al oír esa palabra. Toda esa inmadurez, trajo actos y esos actos llevaron consigo consecuencias: Agostina Pages, una antigua compañera del colegio, resultó ser la prueba viviente de que era necesario para todas tomarnos enserio todo el asunto de la abstinencia. En las vacaciones, ella fue a una fiesta con su novio, llevaban una relación larga y se notaba que se querían mutuamente; la fiesta era de ese tipo donde se consumía alcohol y más de algún “afortunado” habría obtenido su premio, si saben a lo que me refiero.

Agostina era una chica que no se dejaba llevar por la corriente, sabía los planes que sus padres tenían para ella; su novio, Diego, era un chico bastante capacitado y no era de los que piensan que la complacencia es mejor que la abstinencia y eso era lo que lo hacía respetable. Pero esa noche cambio todo.

Varios de los chicos que fueron a la fiesta decidieron hacer una pequeña broma. Le dieron varios vasos a Diego donde le aseguraron que lo que tenía adentro era simple gaseosa, lo que Diego no sabía era que tenía un tipo de alcohol que no se sentía y que como máximo lo confundiría con una especie de ardor en la garganta, según lo que me contaron. Esa noche, Agostina estaba lista para irse a casa puesto que ya eran más de las once y sus padres tenían un toque de queda. Diego se sentía mareado y Agostina se preocupo porque pensó que había tomado más de lo debido, él solamente le dijo que había comido algo y que ya se le pasaría.

Decidieron esperar en el auto mientras Diego se “recuperaba”; él le dijo que se sentiría mejor con un beso, Agostina, enamorada y halagada, se lo dio. De repente los besos de Diego se volvieron bruscos e incomodos, se abalanzó sobre ella en el sillón del copiloto; Agostina le dijo que ya era suficiente y que la llevara a casa. Él no la escucho y siguió con lo que estaba haciendo. En ese momento Agostina supo que esa noche no iba a terminar bien. Ella gritó y gritó, pero él le tapaba la boca mientras la desvestía; pronto los gritos de Agostina no eran más que lamentos y llanto, lágrimas se derramaban de sus ojos. En el fondo de su corazón, ella tenía la esperanza de que alguien los encontrara e hiciera algo, pero aun si alguien los encontraba en ese preciso instante, ya era muy tarde. Diego se retiro del cuerpo inerte de Agostina, se situó en el asiento del copilo con su respiración entre cortada y lo único que se oía en el silencioso auto eran unos llantos desconsolados que provenían desde el asiento del copiloto. Agostina se derramaba en lágrimas debido a lo que acababa de pasar y aún no podía salir de su shock emocional.

Diego, al verla a ella desconsolada, reaccionó en sí sobre las acciones que había hecho y se aterró. Su cara se torno de un verde amarillento, puesto que quería vomitar o esconderse en un agujero para siempre. La cara de Agostina reflejaba dolor, vergüenza, pena, coraje, pero sobre todo amor. Era raro ver amor en la cara de alguien que acababa de pasar por algo como eso, pero ella lo seguía amando con todas sus fuerzas, aun cuando le haya quitado lo más preciado que ella pudiera tener.

No se sabe como Agostina regresó a su casa, pero lo que sí se divulgo fue que no les quiso decir nada a sus padres por ningún motivo. Ella regreso, aún más callada de lo normal, evasiva, tímida y sabía que no solamente yo podía oler su miedo. Varías con quienes compartía clases decían que cada vez que miraba a Diego se asustaba y su rostro se tornaba nervioso. Diego, por un lado trató de hablar con ella y de disculparse, pero ella no lo permitió.

Varios días después me encontré con Agostina en el baño, tenía los ojos rojos e hinchados, supuse que había llorado otra vez. Le pregunté si estaba bien y ella solamente respondió con la cabeza. Realmente, no daba la planta de estar bien, así que fui al cubículo en donde ella había estado y encontré algo en el basurero que me dejo helada.

Una prueba de embarazo positiva yacía encima de todos los papeles higiénicos que se encontraban en el basurero. Me aterré demasiado. No era mía la prueba, pero el tan solo imaginar que eso le pasara a uno, era algo perturbador. Desde ese día no volví a ver a Agostina Pages.

-¿Por qué vergüenza? –pregunto Sebastián rompiendo totalmente la pared de pensamientos que había construido con respecto a Agostina.

No lo había notado, pero tenía varias lágrimas en mis ojos listas para salir debido al recuerdo y el dolor de tan solo imaginarme en esa situación.

-Porque yo no suelo ser así –solté antes de lo esperado. Decidí ser directa y clara, no lograría nada dándole vueltas al asunto –, no soy una cualquiera.

La cara de Sebastian se torno seria.

-Y quiero que entiendas –dije mientras ignoraba su rostro, quería terminar mi explicación y luego ocuparme de él –que esa noche había tomado más de lo que debería y estaba alterada por lo de mis padres, y…

Fue lo único que pude decir antes de que la mano de Sebastián se colocara en mi boca para ponerle un alto a las palabras que brotaban sin control. Trate de quitarme su mano, puesto que quería explicarlo todo de una vez por todas, no quería dejar cabos sueltos y tampoco que él malinterpretara las cosas por no haber terminado.

-Callate –habló el haciendo un esfuerzo para no retirar su mano de mi boca –. Es enserio, ahora quiero hablar yo, Kate.

Entendía la parte en la que él quería hablar, pero ¿por qué él no entendía que yo quería terminar el malentendido de una vez por todas? Trate de retirar mi mano a toda costa y lo logré.

-Es solamente que quiero…

Sebastián colocó su mano otra vez en mi boca, dejándome sin alternativa.

-Deja que yo hable, ¿sí? –pidió, casi llegando al ruego. No entendía, pero lo deje; dar más lucha no era algo listo de mi parte.

Asentí levemente mientras ponía mi mano sobre la de él para quitarla de mi boca y que me dejara respirar. Estaba a punto de soltarla, cuando él enganchó sus dedos a los míos y los dejo cautivos en su mano, haciendo que una gran corriente se deslizara por mi columna.

-Estoy dispuesto a olvidar lo que paso esa noche –habló articulando cada palabra con cuidado, como si estuviera tratando de que yo entendiera que todas esas palabras tenían otro significado –, sé que no fue muy prudente de mi parte hacer eso y no tienes idea de cuánto lo lamento, pero no sabes cuántas veces estuviste en mi mente desde esa noche.

Al pronunciar la última frase, mi cuerpo se estremeció por completo. Lo miré a los ojos, quería saber si todo ese palabrerío era tan real como sonaba; sus ojos denotaron una pequeña chispa cuando se encontró con los míos y sabía que eso no podía ser mentira.

-Te busque millones de veces –prosiguió con voz baja –, sentía que te debía una disculpa y necesitaba verte; algo en mi interior me decía que tenía que volver a verte. Cuando vi tus ojos por última vez esa noche, cuando vi tu mirada sentí que me volvería loco. La expresión en tu rostro denotaba miedo, no creas que no me di cuenta –colocó una mano en mi mejilla y me estremecí –, así que no tienes por qué preocuparte en aclararme las cosas; sabía que no eras una del montón.

Sus palabras me quemaron al rojo vivo. Su voz, esa ronca voz, expresando lo que miraba en mí era una sensación rara. Su mano todavía se encontraba en mi mejilla, pero poco a poco sus finos dedos fueron bajando a mi cuello; me estremecí. El tacto de sus dedos con mi blanquecino cuello me estaba volviendo loca. Cerré mis ojos porque pensé que podrían delatar mis intenciones.

Sus dedos fueron avanzando hasta llegar a mi barbilla, sentí como la levantaba y me asusté. Abrí mis ojos rápido, pensando que así evitaría cualquier cercanía que el pusiera; después de todo, el colegio no es el lugar apropiado. Pero no se movió. Se quedo quieto con una de las más puras sonrisas que había visto en toda mi vida. Instintivamente le sonreí porque era inevitable que mi rostro respondiera de alguna manera.

Retiro sus dos manos, una todavía se encontraba entrelazada con la mía, porque se dio cuenta que unos cuantos alumnos pasarían por ahí y era prudente no armar ningún chisme o habladuría en el primer día de clases.

La estruendosa campana sonó.

La clase libre había terminado y lo único que sabía era que me tocaba Química. Quería saber que había pasado con Luisa y su agonía solitaria en clase de Historia, pero tenía entendido en que la nueva alumna estaba con ella y tal vez no era un desastre. Luego de mi rápido análisis, miré a Sebastián. Él se estaba levantando de su silla como el resto de mis compañeros y todavía no entendía por qué yo seguía aplastada en mi silla. Me levanté rápido y agarré mi mochila.

-¿Qué clase te toca? –me pregunto mientras salíamos por la puerta.

-Química –dije con voz ronca – ¿y a ti?

Me lleve la mano a la espalda, puesto que crucé los dedos para que no le tocara la misma clase que a mí. Está bien, sí quería pasar todo el tiempo posible con él, conocerlo y que él conociera más de mí. Quería estar mucho más tiempo con él, pero también todo lo que me había dicho en el periodo pasado me había dejado con cosas en qué pensar y tenerlo cerca no hacía que mi mente se coordinara muy bien.

-Español –dijo con voz triste.

Me costaba creer que realmente él quería pasar tiempo conmigo, era raro pero la gente no me buscaba de ese modo. No era tímida y casi todos mis compañeros me conocían bien, pero no era de esas que buscan entrar al comité de decoración para el baile de bienvenida y ser halagadas por eso. Simplemente me gustaba que me conocieran por lo que hago normalmente y que les agrade por hacer simplemente eso.

-Bueno –dije en modo de cierre de la conversación –, ¿te veo en el receso?

-Claro –habló mientras se rascaba la cabeza. Ese gesto me dio risa, se daba a entender por sí solo; tenía una duda.

-¿Qué paso? –pregunte del modo en que cualquier madre lo haría.

Sonrío del modo en que cualquier niño lo haría y me sorprendí al notar cuanto me gustó esa sonrisa. Me quité la expresión de estúpida que de seguro tenía y dediqué mi atención a su pregunta.

-¿En dónde está el salón de Español? –habló con vergüenza.

En sí, su pregunta me causó gracia.

-Está después de la biblioteca –respondí con una sonrisa mientras le daba un beso en la mejilla –. Nos vemos en la cafetería.

Me fui volando hasta mi casillero para sacar rápido el libro de Química, no lo había sacado antes así que estaba apurada. Cuando llegué a mi casillero, encontré a Luisa y a Natalia ocupadas buscando unos cuantos cuadernos.

-¡Kate! –Exclamó Luisa mientras abría mi casillero – ¿Ya conociste a Natalia?

-Sí –dije mientras metía mi mochila, sacaba mi libro y unos cuantos lapiceros –, ya tuve el placer de conocerla.

Natalia, refundida en un papel que seguramente le entregó la secretaria de Dirección por ser nueva, me sonrío tímidamente. Su sonrisa fue pura y agradable a la vista.

-¿Sabías que le toca Historia conmigo? –me preguntó Luisa atónita.

Claramente eso ya lo sabía, puesto que yo le había dicho en donde se encontraba el salón de Historia.

-Lamento decepcionarte –le dije a Fernanda –, pero eso también ya lo sabía. Me pidió que le dijera en donde quedaba el salón de Historia.

Luisa hizo una mueca.

-Ya no hay ninguna sorpresa para ti –dijo con un puchero.

Un sonido tintineante resonó en nuestros oídos. Natalia se estaba riendo de la cara de Luisa. Me agradó que ella fuera abierta con nosotras y nos dejará entender que era un poco tímida. Me reí con Natalia de la cara de Luisa un momento más. Luego la campana sonó y todos empezaron a correr por los pasillos. Le hice señas a Luisa para que se fuera a Química y me apartara un lugar al lado de ella mientras yo sacaba un cuaderno por si anotábamos algo.

-Oye –me dijo Natalia –espero que no sea mucha molestia, pero ¿sabes en donde está el salón de Español?

Eso me recordó a Sebastián y reí para mí misma.

-Está después de la biblioteca –le dije indicándole con mi mano en dónde se encontraba la biblioteca –. ¿Nos vemos en el almuerzo?

Mi pregunta la sorprendió y me dio ternura ver su rostro sorprendido. Luego asintió y se fue corriendo para su clase. Yo también eche la carrera y llegué a tiempo.

Por suerte, la clase no fue tan aburrida como lo esperaba. Había una nueva maestra y como era su primera clase se presentó y habló con todos. La clase termino mucho antes de lo esperado y le dije a Luisa que tenía que presentarle a alguien, ella se emociono como siempre.

Natalia nos alcanzó en el camino hacia la cafetería y me sorprendió no ver a Sebastián cerca. No lo estaba acosando, solamente lo estaba buscando. Oí que Natalia le hablaba de su clase de Español y de que habían dos nuevos en esa clase y que ella no se sentía tan rara después de todo.

-¿Dos? –hablé. Se suponía que eso se quedaría en mi cabeza.

-Sí –afirmo Natalia –, un chico alto, de pelo negro y lindos ojos; recuerdo que se llama Sebastián.

Esa descripción por parte de Natalia hizo que una sonrisa surcara por mi rostro.

-¿Y quién es el otro? –pregunto Luisa.

-Otra –aclaró Natalia –, es una chica. Es alta, delgada, pelo rubio; no me agradó mucho así que no recordé su nombre. Por otro lado, no fue amable conmigo, en cambio el otro chico, Sebastián, si lo fue.

Me pareció raro porque no había visto a nadie más.

Y de pronto, Sebastián entró. Sus ojos parecían divertidos y totalmente profundos. Caminaba lento y con un paso acompasado, parecía que alguien lo estaba halando por el brazo, pero no estaba segura porque había muchos estudiantes en su camino.

Voltee a ver por un segundo a Natalia que hizo un complemento sobre mi ropa y luego volví mi cabeza para verlo. Él venía… ¿acompañado por ella?


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JELOU! Je. Aqui esta el cap!!

Bueh, me gusto mucho este cap, siento que demuestra el miedo de Kate sobre cometer errores y no seguir los ejemplos de las personas que antiguamente cometieron los mismos. Yo también apoyo eso de la abstinencia y eso. Pienso que seria muy complicado hacerlo a una edad joven, aparte que es un gran relajo eso de los anticonceptivos y eso. ¿Imaginense que pase algo o que no resulte? Ja!! No estooy lista para un hijo.

Agostina? No se si todavia lees mi blog, pero cumpli tu petición! Lamento que haya sido un personaje tan corto :)

Bueeh, antes de que me crean loca les quiero decir algo: gracias por todo su apoyo, no saben cuanto se los agradezco.

NEWS: Una amiga me hizo admon de su blog :) en pocas palabras, yo también escribiré en el. Solo los capitulos pares, es una historia interesante y estoy dispuesta a colaborar. Chequenlo --> Deja Vú

Creo que es todo por hoy, cierto? Bueeh yo me despido, muchas gracias por leer mi blog y por su apoyo.

Me vooy!

Maajo!

"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas" :)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Reencuentro. Cap. 4

-¿Kate? –Preguntó Sebastián delante de mío a un lado de los casilleros –¿Estás bien?

Me costó volver a la realidad, dejar ese recuerdo casi impregnado a mi piel para enfrentarme a su rostro; su bello y confundido rostro. Era claro que estaba esperando una respuesta, pronta. Pero con la lentitud de mi cerebro y con las cosquillas que sentía en mi espalda, era difícil medir la velocidad aproximada de lo que me tomaría decir un simple “no”.

-Sí –dije casi sin aliento; mintiendo –. Estoy bien, sorprendida más que todo.

Esbozo una sonrisa encantadora mientras se agachaba para recoger el cuaderno que había soltado al haberlo visto, ahí parado.

-¿Te sorprendí? –pregunto mientras me entregaba el cuaderno en mis manos. Nuestros dedos se encontraron y por un momento pude sentir electricidad en ellos. Los retiré rápido pero cuidando de no soltar el cuaderno.

-En cierto modo –dije mientras metía el cuaderno en mi locker y lo cerraba –. Seré breve y clara, ¿qué haces aquí?

-Eso es lo que me gusta de ti –soltó las palabras como bombas; kaboom –. Te expresas de manera que nadie más lo haría.

Me sorprendió la manera en la que desvió el tema, pero yo, como una joven “madura”, decidí desviar el tema a su camino original.

-¿Podrías limitarte a responder mi pregunta? –dije mientras empecé a caminar al salón doce; ese era el salón asignado para los periodos libres. No me detuve a ver si me seguía, sabía que me seguiría. Y cómo buena predicción, resulto ser cierta. Reí para mí misma.

-Estoy aquí porque vine a estudiar en esta escuela –habló con naturalidad. Me detuve en seco, mientras él por instinto seguía su camino. Se detuvo para observar que me había quedado atrás.

-Disculpa –dije tratando de sacar mi mejor sonrisa y no sonar grosera –, pero ¿dijiste que estudiarás aquí?

Sebastián rió como si se tratará de una broma o un chiste.

-¡Ay, Kate! –Exclamó mientras hacía un gesto con la mano dándome a entender que siguiera mi camino – ¿Sabes que me encanta la mirada en tus ojos cuando estas asustada?

Ok. Que no te desvíe, pensó mi interior. Que no te confunda. Respiré hondo, puesto que lo estaba consiguiendo; él, con todas sus miradas y diferentes perspectivas, sus ojos penetrantes, sus palabras dulces como la miel y esa voz ronca que era agradable para mis oídos.

-No –solté tratando de que fuera natural –, no lo sabía.

Lo miré de reojo, la verdad lo miré directamente y me arrepentí. Sus ojos me atraparon y desafortunadamente no pude controlar el deseo de sostenerle la mirada.

-Ahora dime –dije mientras rompía la conexión de nuestras miradas –, ¿cuándo te mudaste?

-Hace unos días –dijo mientras se detenía en seco –. Y esperaba que alguien me pudiera guíar por esta solitaria escuela.

Su sonrisa pícara surco su rostro. Yo solamente reí en un intento de no ponerme nerviosa, la verdad era que amaba esa sonrisa. Era raro tratarlo así, ya que no había convivido con él y el único momento de “convivencia” no fue lo que yo esperaba. Era incómodo. Esa era la palabra que estaba buscando, pero he notado que los hombres no se ponen incómodos si uno, como mujer, no lo está. Pero moría de hablar el tema con él, ahora que mi oportunidad se había presentado, ahora que él estaba aquí, ahora que las oportunidades de volverlo a ver eran un cien por ciento seguras, ahora era el momento para hablar. Era el momento, pero no estaba segura si tenía el valor de hablarlo.

-¡Uy, qué pena! –dije con falsa angustia –Pero a mí me toca clase.

Mentira, gritó mi subconsciente. Ignoré ese pensamiento, realmente no estaba de humor para debatir con mi propia mente, irónico. Estaba segura que Sebastián buscaría el momento para hablar de lo sucedido en el Spring Break, no hacía falta conocerlo a fondo; se notaba en su mirada aquel brillo que denota curiosidad e intriga.

-¿A si? –Preguntó levantando su ceja derecha – ¿Qué clase te toca?

Sospeché que hasta él podía oler el fétido aroma a mentira que se desprendía de mí. Intenté disimular mi risa nerviosa, aquea que te da cuando ya no puedes mentir más.

-Libre –dije en un esfuerzo de que me pareciera algo indiferente –, pero apuesto a que a ti si te toca clases.

Las comisuras de sus labios de curvearon en una clase de risa malévola, una risa de haber ganado la más dura competencia en la cara de todos aqueos cuyos meritos no se les contaba debido a que hicieron trampa; esa clase de sonrisa se apoderó de su rostro.

-Qué casualidad –soltó él con falsa ironía –, me toca libre. Espero que me muestres el camino hacia el salón, ¿lo harás?

Sus palabras me anticiparon que deseaba tener una charla bastante entretenida. No me quejaba, claro, quería hablar con él, enterarme de su vida y todas esas cosas. Pero necesariamente no me agradaba lo que iba a pasar.

La verdad es que no era así de cobarde, nunca. Afortunadamente heredé el coraje y el valor de mi madre para poder dar la cara en cualquier situación que se afronte; en ocasiones lo había hecho y hasta me había sentido orgullo de mi misma, pero enfrentarme a esta “situación” no era algo que necesitara valor. En el sentido de aclarar algo amoroso, por así decirlo, era una total cobarde. Supongo que nunca tuve las suficientes experiencias como para hacer crecer el valor hacía ese tipo de problemas.

-¿Vamos? –pregunto Sebastián interrumpiendo mis cavilaciones.

Asentí levemente porque si hablaba era para decir: ¡Hasta luego! Y salir huyendo. No me había dado cuenta de cuánto me costaba enfrentar una situación así. Suspiré debido a que no solía tener pánico para nada. Siempre me repetía que era una mujer fuerte y segura de mi misma, mi auto motivación no sirvió en este caso.

Guíe a Sebastián hasta el salón asignado para los periodos libres. Como era el primer día y era el primer periodo, no había tarea pendiente o ensayos que revisar o algún examen para el cuál estudiar así que prácticamente nadie estaba haciendo nada cuando entré al salón acompañada por Sebastián. Creo que esa compañía se sentía bien, me sentía protegida. Esbocé una pequeña sonrisa para mí mientras tomaba asiento en la primera esa que encontré libre, supuse que Sebastián me seguiría así que no me moleste en mirar atrás.

Él tomo asiento dejando su mochila a un lado y yo saqué un cuaderno cualquiera con un lapicero para que no tratara de hacerme hablar. Él enarco una ceja mientras yo escribía garabatos en el cuaderno.

-¿Kate? –Pronuncio mi nombre con cuidado –Es el primer día, no hay nada que hacer y si miras a tu alrededor no hay nadie más parece tan metido en un cuaderno, como tú lo estas.

Mis intentos por desviarme del tema de conversación que pronto nos abordaría fueron nulos. Suspiré y supe que no podría dar más resistencia y tendría que ceder. Ceder. Espere lentamente a que soltara la bomba; sabía que iba a ser difícil, pero era un tema que tenía que afrontar tarde o temprano. Era cuestión de madurez para afrontarlo, dudé un poco sobre tener la suficiente para salir inmune.

-Está bien –dije mientras cerraba mi cuaderno –, es obvio que requieres mi atención. ¿Para qué?

Su cara no cambió por un segundo. Conservaba esa mirada que decía más que mil palabras, pero al mismo tiempo no te decía nada.

-¿Cómo sabes que quiero hablar de algo?-preguntó, tratando de parecer inocente.

-No hace falta conocerte –vi sus ojos grandes y pardos, tenían un destello de curiosidad, de ansiedad –. Conozco demasiado a los hombres.

-No se te puede mentir, ¿cierto? –habló muy cerca de mí.

-Ya vas aprendiendo algo –dije entre risas.

Sebastián rió por lo bajo y luego su expresión cambió rápidamente que no me dejo disfrutar de su rostro lleno de alegría.

-Kate –sus labios se movieron realmente armoniosos al pronunciar mi nombre.

-¿Si? –dije como si estuviera esperando a una pregunta crucialmente importante.

-¿Qué paso esa noche? –hablo tranquilo y calmado.

Su pregunta me cayó como balde de agua fría. Fue tan repentina e inadvertida. Sentí que hasta la sangre huía de mi rostro por no querer estar presente en la escena. Ese era su plan, puesto que no había dado señales ni se había puesto nervioso; solamente lo soltó. Debo admitir que tenía valor, no todos los chicos tienen la capacidad para lanzar una pregunta así por así. O le interesaba la respuesta desde mi punto de vista o ya quería aclararlo todo para poder olvidarlo. Abrí mi boca y hablé...




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Chicas, lamento demasiado no haber publicado antes. No he podido simplemente, la inspiración huía de mi mente cada vez que abría el archivo! D: Así de frustrante...

Bueeh, este cap esta un poquito corto, lo iba a alargar pero eso significaba más espera para uds y mejor publiqué este.

Gracias por todos sus comentarios de la entrada anterior.

Anne&Julia: Por precionarme con el cap 4, ahora lo hice más corto. Jaa!! ;) Love ya Girls!

Mauro Katzen: Muchísimas gracias por todas las críticas constructivas que hiciste en todos los capitulos. Me alegra que te este gustando la historia :)

Amm es todo por hoy!

Saben? Estar de Vacasiones cansa!! D: Creanme! Xdd

Bueeeh, gracias por leer el cap y esperen el otro porque no se lo pueden perder! :D

"Que la Fuerza Los Acompañe". ;)



Life is bigger than you and you are not me.

Loosing My Religion - REM