Recomendación musical... que diga, obligación musical:
Sé que tenía tiempo de no recomendar música para los capítulos, pero este señores lo merita. Así que les pido que hagan lo posible por escuchar estas canciones, porque realmente hacen que el cap sea más asldkfakdf, no sé cómo se pronuncia eso.
- New York de Snow Patrol
- In My Veins de Andrew Belll
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Cuando me giré para
la sala, la luz ya estaba prendida. Mi madre estaba sentada en el sillón que
daba de cara hacia la puerta con una taza de té en la mano, y alguien estaba en
el sillón que daba las espaldas a la puerta.
-¿Mamá?
Y de pronto la
persona que estaba en ese sillón, se giró.
Se me fue el aire
de los pulmones en cuanto vi a mi padre sentado, con su sonrisa usual.
-Hola, Kate.
Abrí los ojos como platos. Las piernas me temblaron y para
mi dicha no me respondieron. En ese momento quise salir corriendo… Huir. Pero
mis pies estaban clavados al suelo, y también creo que mi moral no me lo
permitiría.
-Hola –dije cuando la voz me salió al fin.
-Tu padre vino a vernos –habló mi madre. Enfocó mucho la
palabra “vernos”, pero no quise darle importancia, hoy no.
-¿Ah sí? –pregunté con la voz llena de sarcasmo, y aunque mi
cuerpo se sentía incómodo al moverme, decidí hacerlo pues lucía bastante
patética estancada en la puerta así que me senté en el sillón que estaba
enfrente de mi padre y al lado de mi madre.
-Quería hablar contigo, Kate –habló mi padre con voz
gutural, con esa voz que destila arrepentimiento al escucharla.
-¿Sobre qué, precisamente? –inquirí.
-Pero esta vez no quiero que salgas huyendo –bromeó mi padre
y mi madre se unió a sus risas.
Me paré de sopetón y los miré con la ceja fruncida.
-Honestamente, Stuart –entoné su nombre con el enojo
suficiente. Dios sabe que no huí de esa situación; yo no huía de las cosas, al
contrario, me interesaba salir más rápido de ellas –, pienso que huir es de
cobardes, ¿no lo crees tú también?
Sus risas pararon, aunque mi madre no entendía.
-Digo –hablé y estaba cien por ciento segura que estaría
arrepentida de lo que iba a decir, pero tenía que dejarlo salir, y sabía por la
mirada de mi padre que él sabía lo que diría – ¿no crees que huir de un pasado
con una ex esposa y una hija no es un poco cobarde?
Su cara palideció y mi madre frunció el ceño, confundida.
-Dicho esto, ya no tengo nada más que hablar contigo
–culminé, le dirigí una mirada gélida. Su rostro no mostraba expresión alguna,
y aunque sentí un deje en mi corazón no sentí arrepentimiento alguno. Ni me
molesté en ver a mi madre porque ese era un tema que ellos, incluso siendo ex
esposos, tenían que resolver… sin incluirme a mí. Me alejé decididamente y subí
a mi cuarto, cerré la puerta tratando de no golpear muy fuerte y me tiré sobre
la cama.
Todo lo que me había pasado hoy pasó por mi cabeza y parecía
ser eterno. Miré hacia mi ventana y me parecía poco creíble que hace unas horas
estaba ahí con Sebastián, siendo feliz y que todo haya cambiado en poco tiempo.
Me di la vuelta.
Y eso del hermano de Martín realmente me había quebrado por
dentro. Tenía ganas de llorar, lo que le
estaba pasando a Scott era algo realmente injusto… sentía tanta frustración,
tanta impotencia. Estar ahí sin poder hacer nada por él, ni por Martín,
incluyendo el hecho de que a Sebastián no le agradaba la relación que pudiera
tener con Martín… de lo cual él no estaba muy enterado que digamos.
Mi puerta se abrió de golpe y mi madre, furiosa, coronaba la
entrada.
-¿Me quieres explicar qué fue lo que paso haya abajo?
-¿Qué Stuart no te lo explicó? –pregunté con sarcasmo.
-Se fue, Kate –respondió dolida –. Luego de lo que dijiste
ni respondió a mis preguntas, y se fue.
-Ya me lo imaginaba –dije mientras me volvía a recostar –y a
mí me decías cobarde, ¿eh, madre?
La verdad era que estaba siendo muy pesada con ella, y me di
cuenta al ver su rostro, lleno de dolor. No quería ser yo quién le dijera todo
lo que estaba pasando, quería que mi padre tomara un poco de responsabilidad
sobre todo lo que ha hecho, pero no quería que mientras él le dijera toda la
verdad a mi madre, solamente la viera llorar… porque estaba segura de que
lloraría.
-Mamá –me vio con la mirada dolida. Me acerqué a ella y tomé
sus manos, la lleve para que se sentara en la orilla de la cama y me hinqué
delante de ella, aun viendo sus manos – ¿Realmente quieres que te diga?
Ella asintió, un poco temerosa, pero al mismo tiempo
decidida.
Respiré profundamente, sabía el dolor que me iba a causar
verla mal y ser yo quien le informara de la situación no estaba en mis planes.
Otra desgracia para agregar a la lista del día.
-Mira, mamá, la cosa no está fácil de decir, y espero y me
comprendas por qué estoy cómo estoy con papá –volví a respirar profundo antes
de hablar –. Stuart nos mantiene en secreto. Nadie de sus amigos, compañeros de
trabajo y/o personas que vagamente conoce saben de nuestra existencia –sujete
su mano fuerte mientras lo decía –, no sé si es porque se avergüenza de
nosotros o porque realmente quería empezar una vida lejos de nosotras. No
tienes idea de cuántas veces ha venido a la ciudad, al mismo hotel de siempre y
nunca se ha molestado en siquiera venir a ver cómo estamos.
Una lágrima recorrió su mejilla. Sus ojos azules estaban
inundados, pero se resistían a la idea de llorar.
-Y ¿sabes qué? Me harta demasiado que, sabiendo cómo es él,
aun sigas detrás de él. Yo estoy segura que por algo así te separaste de él, y
realmente me decepcioné mucho de él.
-No sabes cómo me siento yo.
La abracé y sentí que era malo pues sabía que soltaría a
llorar, pero no fue así. Se resistió, una que otra lágrima rodó fuera de sus
ojos, pero eso fue todo.
-Gracias por contarme, amor –dijo y me besó la frente. Salió
tranquila de mi habitación y bajo las gradas lentamente. Oí cómo repiqueteaban
las ollas en la cocina y no quise ir detrás de ella, sentía que necesitaba
estar sola.
A la hora, entro
quedamente mientras yo leía un libro, con una taza de té de vainilla. Me sonrió
al ver lo que hacía y dejó la taza en la mesa. Se sentó en la orilla de la cama
y me vio. Tenía la mirada cansada y tenía puestos sus lentes de lectura lo
cual, a mi criterio, la hacía parecer más cansada de lo normal.
-¿Ya estás más tranquila? –pregunté haciendo una sonrisa
torcida.
Se rió.
-Yo creo que sí.
Y de la nada recordé el asunto con Sebastián mañana.
-Yo sé que no tiene nada que ver con esto, pero Sebastián…
Y ella rió de nuevo.
-No te preocupes, me llamó en la mañana –torció los ojos –.
Quiere que conozcas a sus padres, ¿eh?
Asentí un poco ruborizada mientras dejaba mi libro a un lado
y tornaba la taza caliente buscando aliento para mis dedos fríos.
-Kate –su tono de voz volvió a ser serio –, sabes que eso
significa que ya es algo serio, ¿verdad?
Entorné los ojos sin poder entender a qué se refería.
Llevábamos ya varios meses saliendo, y la verdad era que incluso en los
momentos en que sentía que ya era hora de separarnos, terminaba siendo lo
contrario. Si por “serio” mi madre se refería a algo duradero, pues sí, lo
nuestro ya se estaba volviendo algo serio.
-Me refiero a que –comentó mi madre con un poco de rubor en
sus mejillas –, si de verdad lo quieres, pues… al menos te protejas.
Por causa de un sorbo de té casi me ahogo cuando mi madre
dejó soltar esa idea en el aire.
-¡Mamá!
-¿Qué?
-No, digo… aun no
–admití. Era un poco raro hablar de este tema con ella –. Lo quiero, y la
verdad más de lo que realmente pude imaginarme queriendo a alguien, pero aún no
estoy lista para “eso” –entoné las comillas en el aire –, y eso él lo sabe.
-Está bien, está bien –alzó sus manos como rindiéndose de la
pelea. Se paró y me dio un beso en la frente antes de decir –: Confío en ti.
Confío en ti. Resonó
en mi cabeza mientras me miraba en el espejo alistando el moño del vestido que
llevaba puesto. No soy mucho de usar vestidos, pero lo escogí luego de que
Sebastián me llamó para decirme que iba a ser algo formal. Entré en pánico en
ese momento, y todavía estaba descubriendo como quitarme las ojeras en ese
momento debido a mi falta de sueño la noche pasada. Llevaba un vestido rojo con
puntitos blancos y unas zapatillas blancas, había renunciado a mis jeans y
playera, pero en la vida usaría tacos.
Me reí ante la idea de imaginar la expresión de Sebastián
cuando me viera, pues él realmente me conocía. Cepillé mi pelo y decidí no
agregarle nada más, el vestido realmente era suficiente por hoy. Cuando salí,
Julia se dedicó a mirarme de pies a cabeza.
-Realmente debes quererlo –comentó sonriendo.
-¿Cómo lo sabes?
-Nadie ha podido convencerte de usar un vestido, hasta el
día de hoy –me besó en la mejilla antes de jalar su chaqueta y bajar las
escaleras. Últimamente no la había visto mucho, pues tenía mucho trabajo en la
universidad.
Cuando bajé las gradas mi madre parecía un poco molesta,
pero trató de persuadirme al hacer uno que otro comentario debido a mi vestido.
-¿Qué tienes? –pregunté porque no me podía engañar.
-Tu padre viene para acá –dijo llevándose el pelo para atrás
en signo de desesperación.
-Lo siento, pero yo ya me voy –dije aliviada de tener un
motivo para salirme del problema.
-Viene por ti –habló exasperada –dice que te llevará a casa
de Sebastián.
-¡¿Y cómo se enteró?!
Se ruborizó y al mismo tiempo parecía molesta consigo misma.
-Fue mi culpa –su voz destilaba horror.
Y el timbre sonó y realmente sentía que iba a ser cortante
con mi padre, de nuevo. Mi madre subió las escaleras y decidió ignorar por
completo el hecho de su visita, al fin y al cabo solamente iba a iba a quedarse
unos minutos.
-¿Está tu madre en casa? –preguntó con las manos en los
bolsillos mientras yo lo perforaba con la mirada mientras pasaba.
-No –mi tono cortante era constante con aquellas personas
que me decepcionan. – ¿Nos podemos ir ya?
Antes de salir saqué las llaves y mi bolsito.
Mi padre me observó desde debajo de las escaleras, y sonrió.
-Te ves realmente preciosa –comentó – ¿Por qué nunca te veo
con vestido?
Ignoré su pregunta y decidí contestarle con otra.
-¿Por qué haces todo esto? No hay necesidad, la casa de
Sebastián está a la vuelta.
-Lo sé –dijo como quién no quisiera la cosa –, pero siento
que me he estado perdiendo tanto de tu vida.
-Honestamente, eso ya no es cosa mía –realmente estaba
irritada –. Sabes en dónde buscarme, siempre he estado ahí.
-Kate, eso no es lo que…
-Igual y creo que también afecta el hecho de ser una
completa extraña en tu vida, ¿no crees? –mi voz destilo ácido.
-Katherine –dijo con voz ronca.
-¿Qué, Stuart?
-No es justo –musitó mientras se detuvo, pues ya estábamos
enfrente de la casa de Sebastián.
-Lo sé –dije tratando de no subir el tono de mi voz, por mi
salud mental más que todo –. No es justo que esperes una respuesta
condescendiente por parte mía cuando tú no pones nada de tu parte.
De pronto, la puerta de la casa de Sebastián se abrió. Era
su padre, lo supe por la expresión en su rostro pues era la misma que él hacía
cuando buscaba algo. En cuanto me vio, bajó los escalones en mi busca.
-Oh, Kate –dijo mi nombre como si prácticamente yo ya fuera
de la familia. Caminó hacia mí con una sonrisa en su rostro, aunque tenía unas
cuantas canas, eso no le quitaba lo atractivo. Ya sabía de donde había salido
Sebastián, y me ruboricé internamente ante el pensamiento. Me saludo con un
cálido beso en la mejilla y a, al reparar en mi padre, parecía realmente
avergonzado –. Oh, lo siento usted debe ser el padre de Kate.
-Así es –mi padre había olvidado todo mal genio y le había
estrechado la mano con suma cortesía –soy Stuart Johnson.
-Mucho gusto –el papá de Stuart le devolvió el apretón –,
Mike Anderson, para servirle.
Se sonrieron hasta que Mike dejó en claro que ya iba a ser
pronto hora de almorzar, le aseguró a mi padre que en esa casa estaría bien
cuidada así que él no tendría por qué preocuparse. Entré a la casa y pude notar
que era realmente hermosa y estaba muy bien decorada. A unos metros de la
puerta se encontraba la escalera y en el pie de esta, una mujer menuda y
pequeña me miraba con ternura. Tenía el cabello corto, color cobrizo, ojos
pardos y grandes. Me abrazó y se presentó como Anna Anderson y me sonrió de
manera agradable.
Admito que todo eso me estaba abrumando porque no era como
si me fuera a casar con Sebastián, era bastante ilógico. Pero me agradaba poder
causar eso en las personas, al menos en la familia de Sebastián. Pero lo más
importante: aún no lo había visto a él.
De pronto, la puerta se abrió detrás de mí y él entró. En el
momento en que me vio, vislumbre en su mirada un poco de pena que logro ocultar
con una sonrisa. De las que me encantaban. No dirigió la vista hacia sus
padres, sino que a mí. Tenía miedo de que él, tal vez por impulso, hiciera algo
que me apenara en frente de sus papás, como darme un beso, no sé. Pero no fue
así. Rodeo mi cintura con su brazo y besó mi coronilla. Suspiré ante eso y
luego reparó en sus papás.
-Kate llegó hace un momento –habló su papá y cuando los vi,
noté que estaban abrazados.
Sus hermanas bajaron por los escalones. Realmente eran más
grandes que él; la mayor lo era por unos cuatro años y la mediana por dos. Le
hicieron bromas sobre que ya era tiempo, mientras Sebastián solo se dedicó a
abrazarme. La mayor, Elisa, se ofreció para mostrarme la casa, pero sus papás
la ocuparon en algo y le dejaron ese trabajo a Sebastián. Lo único que supe
hacer fue sonreír pues no quería ruborizarme.
Al primer lugar al que me llevó Sebastián fue al jardín
trasero. Era bastante amplio para estar en la ciudad y pude ver que tenía un
gran árbol en la esquina izquierda al fondo. Me tomó de la mano mientras
caminábamos en silencio y poco a poco sus dedos se entrelazaban con los míos.
Me acercó a él y me susurró en el oído.
-No tenía idea de lo bien que te mirabas en vestido –su voz
tenía un tono divertido que me hizo sonreír.
-Disfrútalo porque detesto los vestidos y hay pocas
probabilidades de que esto suceda de nuevo –bromeé mientras me mordía el labio.
-Me agrada mucho que estés aquí –recostó su frente sobre la
mía.
-No más que a mí –acordé mientras dejaba que su respiración
inundara mis pulmones.
Quería besarlo, pero no lo haría. No lo haría aquí en su
casa, mientras sus padres estaban quién sabe dónde o incluso podrían haber
estado vigilando, y no lo iba a hacer. Pero quería. Lo abracé por la cintura y
el rodeó mis hombros. Amaba ser más bajita que él, pues así podía recostar mi
cabeza en su pecho. De pronto, tomo mi cara entre sus manos y me atemoricé
cuando llevó sus labios hacia los míos.
Fue un beso tierno, sus labios completaban los míos de una
manera absurda y poco creíble, pero ahí estaba, junto a él y así me quería
quedar.
-Sabía que no querías –sonrió cuando de retiró para verme.
-Sabes por qué es –dije como si él ya supiera el asunto.
En ese momento, Sara, la mediana, nos avisó que ya estaba
servida la comida. Empezamos a caminar aun tomados de la mano y juré por mi
vida que era un momento que nunca olvidaría. Al estar ahí, con él, con su
familia… me llenaba de algo que todavía no estaba segura de cómo llamarle.
Nos sentamos a la mesa y la conversación fluyó, sin decir
que la comida estaba realmente exquisita. Mike quiso preguntarme sobre mi
padre, situación a la que solamente respondí lo que se me interrogó,
honestamente no era un buen momento para halagarlo. Al terminar la comida,
Elisa sacó del refrigerador algo que parecía un postre, como un pastel. Terminé
realmente llena y los padres de Sebastián no terminaban de agradecer por mi
presencia.
Ya estaba oscureciendo y consideré una hora prudente para
retirarme.
-Fue realmente un gusto –confesé mientras me despedía de
cada uno de los miembros de la familia.
-El gusto fue nuestro, corazón –se despidió Anna.
-Recuerda que eres bienvenida aquí cuando quieras –dijo Mike
con una sonrisa en su rostro.
Sebastián se ofreció a llevarme hasta mi casa, y sujeto mi
mano en todo el camino. Caminamos sin decir nada, pues sobraban las palabras.
Realmente estaba feliz, me sentía radiante… y ni siquiera le encontraba sentido
a ese sentimiento. De pronto, mi celular sonó… y no tenía idea de que en ese
momento todo se iba a caer en pedazos.
Era una amiga de mi clase de química, una clase que
compartía con Martín.
-Hola Kate, disculpa la molestia –se disculpo por teléfono.
-No hay problema, Fernanda. ¿Pasa algo? –la verdad hubiera
preferido que me llamara cuando ya no estuviera con Sebastián, pero no
importaba. Separé mi mano de Sebastián y me adelanté un poco, pues no creí que
quisiera escuchar lo que fuera que Fernanda me quisiera decir.
-Es que tengo un proyecto con Martín y no sé cómo ponerme de
acuerdo con él, y pensé que tú tal vez tendrías su número –comentó con voz
tenue. Di gracias a la idea de alejarme, porque si Sebastián oía algo sobre
Martín, no sabría como reaccionaría.
-¿Y por qué yo? –pregunté.
-Porque creo que de la clase tú eres quién más le habla –musitó
con tranquilidad.
¿Eso era cierto? Yo no llevaba una amistad completa con
Martín, y cualquier cosa que tuviéramos debía de ser a escondidas, por Sebastián.
Honestamente, ese pensamiento no encajó en mi mente, pero era algo que
resolvería luego.
-Está bien, déjame checar –dije mientras rápido buscaba en
mi teléfono por su número. Quería procurar no decir su nombre en alto así que
se lo envié por un texto –. Ya te lo envié.
-Muchísimas gracias –su vocecita resonó en el auricular –.
Una última pregunta, ¿cuál es su apellido?
-Adams –dije… lo dije sin realmente pensarlo. Sentí como la
espalda se me ponía rígida y me recriminaba una y otra vez en el interior. ¿Por
qué lo tenía que decir en alto? No fue su nombre, pero era su apellido y estaba
segura de que Sebastián, por más lejos que estuviera, lo había escuchado.
Mentalicé que no era así, que él no había escuchado nada y en realidad,
existían muchas personas con ese apellido en el Instituto.
-Muchísimas gracias, de nuevo Kate –dijo Fernanda.
-No hay problema, nos vemos –dije casi sin voz… con miedo.
Colgué y metí el teléfono en mi bolsito. Respiré profundamente antes de
voltearme, pero cuando lo hice… Él estaba ahí.
-¿Quién era? –preguntó molesto.
-Fernanda, una compañera de química –expliqué como quién no
quiere la cosa.
-¿Y qué quería? –preguntó de nuevo. La expresión en su
rostro ya no me traía paz, sino temor.
-Quería el número de un compañero de proyecto –técnicamente
no estaba mintiendo.
-¿De quién? –preguntó, de nuevo con furia.
-No lo conoces –y le reste importancia al asunto, me di la
vuelta y seguí caminando con la esperanza de que él me siguiera y dejará ir
todo este asunto.
Oí sus pisadas atrás de mí y por un momento sentí un alivio…
aunque fue muy corto. Su mano sujeto mi brazo y bruscamente me hizo dar la
vuelta, lo hizo precisamente para que viera su rostro, para que viera su
mirada, y puedo jurar que ese Sebastián no era al que yo conocía.
-Mientes, porque tú y yo sabemos de quién hablaba –reprochó de
forma ácida.
Me limité a quedarme callada, no quería enfurecerlo más…
aunque cualquier cosa que hiciera lo enfurecería más.
-¿Hablabas sobre Martín, cierto? –Preguntó, con un tono
tosco – ¿Cierto? –volvió a preguntar, casi gritando. Y fue ahí donde mi
paciencia, donde mi cordura y donde todo dentro de mí explotó.
-¿Y si fuera así qué? –Escupí mientras me soltaba a la
fuerza de su mano – ¿Te afecta eso en algo?
-Te dije que no quería que te acercaras a él –dijo quedamente,
pues al gritarle varias personas en la calle voltearon a vernos y él no quería
llamar la atención, pero aun así su tono destilaba ira.
-¿Y quién eres tú para decirme qué hacer y qué no? –insinué.
-Kate –pronunció mi nombre en signo de advertencia, como si
fuera una amenaza.
-No, Sebastián. “Kate” nada hoy –exploté – ¿Cuál es tu
problema, eh? ¿Me quieres decir?
Aquí “New York –Snow Patrol”
. Y apachurren “Repeat”. Es tan necesario como el aire.
Pero no lo hizo; se quedó callado mientras su mirada se clavaba en mis ojos. Y solamente
me causaba dolor.
-Sebastián yo no tengo necesidad de pasar por todo esto, y
lo sabes. Estoy contigo porque te quiero más que a nada… Y si todo este asunto
de Martín es por que él sabe algo tuyo, ¿por qué no me lo dices tú? –pregunté con
toda la sinceridad que me fue posible.
-Yo… ¿Cómo sabes? –preguntó de nuevo, aunque la ira ya
estaba muy lejos de sus ojos.
-No es tan difícil de ver –le hice saber, no iba a meter a
Martín en más líos. Tuve el valor necesario y me acerqué a él, incluso cuando
mi cuerpo gritara aterrorizado y quisiera salir corriendo. El simple hecho de
que mi cuerpo lo rechazara me provocaba tristeza y quería romper a llorar. Era
chistoso que antes deseara estar muy cerca de él y en ese momento en que me
estaba acercando, cada uno de mis átomos quisiera huir, quisieran alejarse
rotundamente de él. Toqué su mejilla con mi mano, y ante nuestro tacto él cerró
los ojos.
Su rostro calmado, mi mano en su mejilla, las ganas de
llorar… todo eso tan dentro de mí. ¿Por qué no estaba pasando eso? ¿Por qué? Y
hablé sin pensar.
-Si tienes un secreto, dímelo –solté –. Si quieres.
Sus ojos se abrieron y su mirada se clavo en mis ojos.
-No te juzgaré, te prometo que no lo haré, y no te juzgaré
porque… –dude en decirlo, pero era lo que mi corazón sentía –porque te amo. Es
eso lo que siento por ti. Y nunca en la vida te juzgaría.
No lo había notado, pero estaba llorando. Sentía un dolor
horrible en mi pecho, y una presión en mi garganta que se hacía más grande
conforme los segundos pasaban y Sebastián seguía ahí sin decir nada.
-Y si no quieres decir nada, te comprendo… te entiendo. Pero
ahora, te pido que tú me entiendas a mí. No tiene nada de malo mi amistad con
Martín, es más… él nunca te ha mencionado y no creo que lo vaya a hacer.
-Pero es que él… –se
interrumpió –. No, Kate, no.
-Y si no puedes entenderme, si no puedes hacer ese pequeño
sacrificio –no tenía idea de lo que iba a pasar. El dolor en mi pecho crecía
por cada palabra que yo decía, por cada segundo en que Sebastián no me detenía,
por cada segundo que más me aproximaba a lo que iba a hacer. No me iba a alejar
de Martín, pues por todo lo que sabía ahorita sobre él, él no tenía la
necesidad de ser odiado, y por todo lo que había visto de Sebastián, más
parecía que él era quién se merecía todo ese exilio –te pido que me dejes ir.
-¿Qué? –reaccionó Sebastián.
No lo iba a volver a repetir, no lo iba a hacer debido a mi
salud interna. Aunque ya de por sí, estaba rota por dentro.
-Lo que escuchaste –repetí con la voz quebrada.
-Kate, tienes que estar bromeando –me sujeto entre sus
brazos, pero ahora su tacto no me provocaba deseo alguno, más bien me quemaba y
hacía que las lágrimas salieran precipitadamente.
-Mírame, Sebastián –lo dije porque sabía que me miraba
fatal, que mi sola apariencia reflejaba dolor – ¿Parezco como si estoy
bromeando?
Solamente agachó la mirada. Parecía estarlo pensando, pero
al mismo tiempo parecía no creerlo.
-No, Kate –dijo sujetándome contra su pecho –. Yo, yo… Yo te
amo. Y sí, es cierto todo lo que siento por ti… y no te quiero perder… Yo, no…
No pudo decir mucho, ni yo sabía si yo era capaz de decir
mucho. Las lágrimas aprisionaban mi voz, me aprisionaban y tenía la necesidad
de ser libre. Libre tanto de ellas como de los brazos de Sebastián que lo único
que hacían ahora era lastimar.
-Déjame ir, Sebastián –pedí, mi voz sonó como lamento y por
eso, Sebastián me liberó de sus brazos con dolor.
-Kate –susurró.
-No sé tú, pero yo sí confié en ti –dije con el atisbo de
voz que me quedaba y me di la vuelta.
-Yo confié en ti –me dijo a mis espaldas.
-Eso es mentira –dije como queriendo reírme y volteándome a
verlo por última vez –porque si fuera verdad, nada de esto estuviera pasando.
-Te recuperaré, lo prometo –dijo con la mirada llena de
dolor mientras se acercaba a mí. Me paré de puntitas para besar sus labios por última
vez. Nuestros labios ya no se unieron como tantas veces lo hicieron, no sé si
era porque estaban tristes de que ya nunca se iban a volver a encontrar… pero
el beso fue intenso, fue triste, fue… todo lo que faltaba para culminar con la
despedida más triste de mi vida. Rodeó mi cintura, y su tacto ya no influyó
electricidad en mí. Rodeé su cuello y envolví mis dedos en su pelo, pero no me
provocaba la misma diversión que cuando lo hice tantas veces con él.
Cuando me retiré, no pude verlo a los ojos, así que tuve que
hablar con la mirada gacha y con los ojos llenos de lágrimas.
-No prometas algo, que no vayas a cumplir –me aterré al
decir esas palabras, pero eran necesarias. Decidida a alejarme, él tomó mi
mano, una vez más… y realmente lamenté tanto todo esto. Lo vi a los ojos, y los
vi un poco confundidos y húmedos, me solté y salí corriendo para mí casa.
Aquí “In My Veins –Andrew Belle”. Insisto,
tan necesario como el oxígeno.
Mientras corría, no quise volver a ver hacia atrás. De por
sí no podía ver bien hacia adelante porque las lágrimas no me dejaban ver.
Cuando llegué a mi casa, ya no podía más y solté a llorar en los escalones, el
pecho me dolía increíblemente y no sabía si iba poder abrir siquiera la puerta.
Pero pude, y cuando entré noté que todo estaba oscuro, así que supuse que nadie
estaba en casa.
Caí directamente al suelo y me hice un ovillo ahí, en la
entrada. Lloré y lloré, hasta que mis pulmones se quedaron sin aire y el
apretón de garganta se desvanecía. Empecé a gritar porque realmente me parecía
absurdo lo que había pasado, lo rápido que todo había ocurrido y lo tonto que
sonaba.
Heme ahí, postrada en el suelo de la entrada de mi casa, con
un vestido arrugado, con mi maquillaje corrido, con mis alaridos los cuales
eran sordos a mis oídos. Me dolía el alma, el cuerpo, la cabeza y el corazón. Me
dolía haber hecho lo que hice, me dolía con todo lo que en mi cuerpo podía
doler. Me arrastré hasta los escalones, pero no pude subir ni uno. Mis ojos se
estaban hinchando, pero no quería dejar de llorar, no quería sentir dolor y
creía que lo único que me podía salvar eran las lágrimas.
Me sentía fatal, me sentía como la peor lombriz del mundo y
tal vez por eso era mi llanto, más que por el hecho de haberlo perdido. O haberlo
dejado ir. Pero no podía seguir así, y eso era lo que me dolía más que
cualquier cosa… Su rostro fúrico, su tono iracundo me daba a mostrar que no
conocía realmente a Sebastián como yo decía conocerlo. Estaba enamorada de la
fase que él me había mostrado… pero no de esta.
Estaba totalmente mal por sobre sus crisis de enojo, y tenía
tanto miedo de que en algún momento él llegara a hacer algo en signo de locura,
y peor si yo estaba presente.
Sabía que había hecho lo correcto, sabía que había hecho lo
más sano para mí… O al menos eso era lo que trataba de meterme en la cabeza,
para poder dejar de llorar, pero aun así no podía. No quería. No quería dejar ir
esa persona a la que, aunque hubieran sido solamente meses, le compartí mi
vida, mis sentimientos y solamente era un capa de él.
Me sentí traicionada, me sentí engatusada, y me sentí
engañada. ¿Por qué él tenía que reaccionar de esa manera? Porque estoy segura
de que si él hubiera reaccionado mejor, esto no estaría pasando.
Esto no estaría pasando…
Me hice un ovillo de nuevo a los pies de la escalera y me
dejé llorar. Me dejé llorar para poder caer en un profundo sueño, del que no
quería despertar para no encontrarme con la estúpida y absurda realidad…
Me estan gustando los capítulos con mucho drama. We, esto honestamente chicas tenía que pasar en algún punto de la historia y no tienen idea de cuánto lloré escribiendo este cap. Les prometo que tiene mucho más significado para mí de lo que se podrían imaginar. Espero y lo hayan disfrutado.
Haciendo caso a mi ausencia, lo lamento. No publiqué el día que dije que publicaría, pero no es mi culpa, I swear. Mi compu fallo y me quedé sin compu como por un mes, horrible. Y justo la semana pasada entré a examenes, y como mi curso ya está acabando, nos están explotando.
Les pido paciencia y consideración hacía mí... a Majo -carita de perrito-.
Bueh, de paso, responderé las preguntas que Kimy Farías me dejó en su blog, el cuál les digo que lo tienen que leer... !Es una orden! Okno, no se crean... solo leanlo... la trama está muy buena e interesante -les guiña el ojo-
El blog de Kim --> http://elmismogrupo.blogspot.com/
Y las preguntas de Kim:
1. ¿Hermanos/Hermanas?
eh, nope. ¿Los perros cuentan?
2. ¿Ya diste tu primer beso? ¡Describelo!
¿Es en serio? Ja. Tenía ocho años, y fue un piquito con mi vecino. Naha más.
3. ¿Te has pasado de tragos alguna vez?
¿Cara de qué me viste? ¿De borracha? Jajaja, okno, no fijate que no, gracias a Dios. Porque me han contado como es la goma de al día siguiente.
4. Canción favorita at the moment:
Poison & Wine by The Civil Wars y Little Talks by Of Monsters and Men.
5. Película favorita at the moment:
The Hunger Games y The Avengers.
6. Libro favorito at the moment:
Looking for Alaska by John Green.
7. ¿Ya decidiste qué vas a estudiar? ¿Qué?
Do you want to kill me? Honestamente es la pregunta que más peso tiene en mi vida. Todavía no, pero me gustaría seguir medicina o psicología. (La psicología me dejaría tiempo para escribir).
8. Falling in love a lo hard?
Yes.
9. ¿Qué estilo de ropa usas más?
Jeans, zapatillas, y nada arriba. naaaaaah, bromas... una blusa o algo(?).
10. ¿Has ido a algún concierto alguna vez?
Sí, a los de Belinda :$ JAJA, y también a los de Chayanne -babotas- y a algunos de la iglesia. Es que por mi país solo cosas como Pitbull vienen y yo como que O.o ¿POR QUE CHANGOS NO VIENE COLDPLAY, O TAYLOR SWIFT, O OWL CITY? :c
11. ¿Qué te pone nerviosa?
Una película, un libro, cuando estoy escribiendo y ya voy a terminar un cap, él, y mi mamá cuando está enojada hasta con la pared. Básicamente eso.
Bueno pues, ya entraré de vacaciones así que los caps seguidos vuelven. Danke schöne, gracias hermosas, las amo.
Majo García.
I will remember your face, cuz I'm still in love with that place.
But when the stars are the only thing we share, will you be there?