Sé que no están muy acostumbradas a los POV's fuera de Kate, pero intentemos esto.
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Me desperté de golpe
debido a que mi cabeza cayó debido a la gravedad. Me había quedado dormido en
una silla, con la cabeza apoyada en la pared, la cual se fue resbalando hasta
caer y heme aquí. Abrí los ojos poco a poco, los sentía aun muy pesados, pero
quería despertarme ya. La vi. Ella estaba sentada de una forma extraña en la
silla al lado mío, también durmiendo, solamente que ella había encontrado una
posición más placentera y segura.
Me acomodé en la
silla para verla mejor; sus pómulos estaban rosados, sus brazos estaban
cruzados sobre su estómago y su cabeza recostada sobre su hombro. Sus parpados
temblaban de vez en cuando, por lo que supuse que tendría pesadillas. Me quise
acercar inmediatamente, pero me refrené. Había estado refrenándome tanto hacía
ella en estos días, había querido decirle tantas cosas, pero al igual que hoy…
tampoco lo hice. El silencio me culpaba constantemente, solamente estábamos
nosotros dos en la habitación de Scott. Mis padres habían ido a casa a traer
algunas cosas a la casa y solamente Kate y yo nos quedamos a velarle el sueño a
mi hermanito. ¡Vaya velador! Ambos nos habíamos quedado dormidos. Sonreí para
mi mismo.
Dirigí la vista hacia
mi hermano, estaba pálido, pero estaba tranquilo. Qué bueno que él si lo
estuviera, porque al menos yo no lo estaba. ¿Cómo podría estarlo? Su salud me
tenía bastante inquieto y la proximidad que Kate había tenido en mi vida me
tenía al borde la locura. Sabía que no era el momento adecuado para pensar en
ella, pero no podía evitarlo teniéndola tan cerca de mí, con su aroma
contaminando la habitación de mi hermano. Digo contaminando, porque
honestamente aún no sé qué es lo que siento por ella, y aparentemente ella
tampoco sabe lo que siente por mí. Pero detesto sentirme así, sentir que mis
sentimientos están confundidos, y todo por ella. En ese momento recordé el
momento en que la vi… no por primera vez, pero en el momento en que algo creció
dentro de mí, algo que me llamaba a ella…
Fue en el Spring
Break del año pasado. Yo trabajaba como bar tender en el bar de la playa en
dónde se realizaban las fiestas todas las noches. Pasaba como desapercibido en
la escuela por lo que nadie había notado mi existencia como trabajador y no
como “festejador”, cuando ella se acercó: llevaba puestos unos shorts de lona,
una camiseta de tirantes y se miraba que debajo de su ropa llevaba su traje de
baño. Trate de desviar la vista de su cuerpo, por respeto a ella. Tenía el pelo
recogido por una cola, y su rostro se miraba demacrado para alguien que había
pasado de fiesta en fiesta. Ya la había visto antes, pero nunca se había
acercado hacía la barra, lo cual hizo y se sentó enfrente mía.
-¿Te puedo ofrecer algo? –pregunté como quien no quiere la
cosa.
Levantó la mirada.
Sus ojos delataron un sentimiento oculto dentro de ella, su mirada denotaba
tristeza y puedo jurar que pude ver una lágrima salir de ellos. Sabía, por lo
que había visto, que había interrumpido un pensamiento.
-Ah, eh… sí, por favor –dijo con voz dejada –una piña
colada. Gracias.
Me alejé de la barra
para prepararle lo que había ordenado, pero mantuve mis ojos fijos en ella. Era
linda, por donde uno la viera. Pero había algo más en ella, dejando a un lado
su belleza, que me había atraído. Me apresuré con su orden y cuando se la
entregué me sonrió a medias. Seguí haciendo mi trabajo con los demás clientes,
pero siempre fijándome en ella. Empezó a pedir vodkas, whiskys, tequilas y
cosas así, por lo que de verdad me preocupé. Me acerqué al lugar en dónde ella
estaba como el pretexto de que limpiaría el área, pero eso no era del todo
cierto.
-¿Sabes? –Dijo con una voz más gutural de lo que había
sonado antes –Todo está tan mal.
La típica plática de
borrachos. Pero no lo juzgaría, no lo haría.
-Depende de por dónde lo veas –le dije mientras secaba unos
cuantos vasos.
-¿A qué te refieres? –su voz sonaba un poco desnivelada.
-Tú decides cómo ver las cosas, tú decides si te afectan o
no –honestamente lo que le estaba diciendo estaba saliendo de mis ideales, así
pensaba yo, y lo sigo pensando.
Ella se quedo
pensándolo un rato, era eso o los efectos del alcohol estaban haciendo efecto
de manera confusa. Se quedó mirando a la mesa, contemplando al vacío… me causo
cierta ternura, pero mi cuerpo se puso rígido al voltear a ver al lado opuesto
del bar.
Ahí se encontraba un
tipo bien encarado, me dio mala espina solo en el momento en que lo vi. Tenía
los ojos en Kate. El sujeto se la había pasado todas las noches por el bar,
haciendo exactamente lo mismo: escogía a una chica, linda en particular, le
hablaba tierno, y como la mayoría ya estaban sumamente ebrias, se las llevaba a
su habitación del hotel. Lo curioso era que, luego de bajar libros, me di
cuenta que este sujeto no estudiaba en el Instituto, lo cual me colmaba los
nervios, pues todas decían que sí hacía sus encantos. Y todas salían hasta
después del medio día del día siguiente.
En cuanto vi sus ojos
en Kate, sabía que no iba a terminar nada bien esta noche. Empecé a
preocuparme, mientras ella se dedicaba a hacer círculos con su dedo sobre la
mesa. Me acerqué a ella, con súbito temor dentro de mí ser, con el pretexto de
poner un portavasos debajo de su vaso. Cuando regresé mi vista hacia el lugar
en dónde este sujeto se encontraba, me abrumó un sentimiento de confusión al
ver la silla vacía, tal vez ya se había largado a su habitación con alguien
más, y el muy desgraciado no había dejado propina.
En cuanto la risa de
Kate sonó a mis espaldas, un escalofrío recorrió mi espalda. Era una risa
coqueta, causada solamente por el comentario de alguien atractivo y varios
efectos del alcohol. Me giré fingiendo tranquilidad, y en cuánto vi que este
sujeto estaba hablando con Kate, una furia me embargó. Primero que nada,
conocía a Kate, de lejos, tenía una o dos clases con ella, pero sabía que era
lista, que no se dejaría llevar por un sujeto de ese calibre. Lo que me
enfureció más fue de que hasta yo mismo sabía que Kate no estaba en sus cabales
como para poder juzgar por si misma lo que no había visto en todas las noches.
Él se presentó hacía
ella con un nombre tan de película ochentera, Sebastián. Y ella se presentó
como Kate. Él le preguntó si era la hija del famoso abogado, y ella con
desagrado asintió. ¿Así que eso era? Su actitud se debía respecto a algo sobre
sus padres, no sabía cómo no lo supe antes. Si bien su padre era un reconocido
abogado, su madre también era sumamente
hermosa. De ahí había sacado Kate todos sus atributos y todos lo sabían. Pero
también todos sabían que detestaba ser el centro de atención y sus padres la
obligaban a serlo todo el tiempo en cuanto ingreso al Instituto. Con el tiempo,
ella dejó en claro su descontento y todos le prestaron poca importancia desde
entonces.
Y ella se lo hizo saber
también, y él se sintió totalmente avergonzado, o al menos lo aparentó. Luego
le pidió preguntarle algo personal, a lo cual ella aceptó, y pude ver en su
rostro que se había arrepentido en el mismo instante. Todo lo estaba viendo un
poco retirado, pero no tanto, pues sino no oiría de lo que estaba hablando. Él
le preguntó muchas cosas que no alcancé a oír debido a la música, pues estaban
haciendo un show de karaoke y ella respondía con armonía, un poco confusa, pero
le respondía.
Él se acercó a su
oído para susurrarle algo, a lo cuál ella asintió con el ceño fruncido. Asumí
que era el sonido. Y de pronto, él la tomó de la mano y ella se dejó; la
condujo hasta la entrada del hotel y ella entró; él desapareció por esa puerta,
como ella también. Me quedé petrificado, engarroté las manos en la mesa,
tratando de no volverme loco y enfatizar tanto el problema. Ella se había ido
con él, ella había caído. Y ni siquiera sabía por qué me sentía cómo me sentía.
Quería salir corriendo, entrar en esa habitación y hacerla entrar en razón,
contarle todas las verdades de Sebastián, que no era más que un cerdo que se
aprovechaba de cualquiera.
No entendía lo que
Kate había hecho en mí para que me sintiera de ese modo; había visto a cuántas
jovencitas pasar por lo mismo que ella pasó, y ninguna me provocó sentimiento
alguno, y Sebastián en ningún momento me provocó ira alguna. No podría saber si
todas eran del Instituto, pero sabía que Kate no merecía esto. No merecía ser
burlada por un desgraciado, ella no lo merecía. Hundí mis dedos en la mesa del
bar, frustrándome más con cada segundo que pasaba. Mientras me calmaba, le pedí
a un amigo que me cubriera, que no me sentía bien y me quería despejar. Mi
compañero aceptó al verme la cara, no quería ni imaginar qué expresión tendría.
Caminé despacio por
enfrente de la puerta del hotel por donde Sebastián y Kate acababan de
desaparecer, metí mis manos en los bolsillos y sin querer me mantuve ahí varios
minutos. Parecía centinela en guardia o algo por el estilo, solo que no tenía
sentido alguno. Estaba a punto de dejar mi “guardia” cuando se abrió la puerta
del hotel. Me di la vuelta y en ese momento alguien se topo conmigo, la persona
que había salido lo hizo con estrepitosa velocidad. En cuanto chocó contra mi
pecho, pude escuchar un gruñido de frustración. Era una mujer. Era Kate.
La detuve entre mis
brazos pues sentía que no estaba en las condiciones de sostenerse por si misma,
emocionalmente hablando. Su cara estaba bañada de lágrimas, y parecía
confundida y aturdida. Su cuerpo temblaba, pero no lucho por deshacerse de mis
brazos.
-¿Estás bien? –le pregunté una y otra vez.
-Déjame ir –sollozaba respondiéndome.
No la conocía lo
suficiente como para atreverme a tomar decisiones por ella, pero ella no estaba
del todo cuerda. Recuerdo que luego de forcejear, se acurrucó en mi pecho y me
abrazo por la cintura, y su llanto continuaba. La consolé, y le dije que todo
iba a estar bien, y ella me debatió diciendo que eso no lo podía asegurar.
Luego se hizo el silencio y la llevé de nuevo al hotel. Cuidando todos los
rincones posibles con mi mirada de que el sucio de Sebastián no se atravesara.
Le pedí a la recepcionista una llave extra, diciéndole que solamente la dejaría
en su cuarto pues se sentía muy mal. La recepcionista me dio una mala mirada.
-Creo que voy a vomitar –Kate dijo con voz temblorosa.
La recepcionista
lanzó una mirada de pánico hacia ella, al verla pálida. También vi perlas de
sudor en su frente, por lo que de verdad me preocupe. Nos dieron una llave más
pronto de lo que había imaginado. En el elevador le rogué a Dios para que Kate
no vomitara, y ella se mantenía callada en todo el trayecto. Cuando llegamos a
la habitación, ella se lanzó a la cama y abrazó una almohada con las piernas.
Se soltó el cabello y cerró sus ojos placenteramente.
-¿Te sientes mejor? –Pregunte – ¿Ya no quieres vomitar?
-Por favor –dijo como si yo hubiera sido el ingenuo todo
este tiempo –, esa señora no nos daría la llave a menos que yo estuviera mal.
Para ser alguien
ebria, era bastante lista.
-¿Qué tal los tragos? –pregunté tratando de vengarme de
ella.
Hizo un sonido de repugnancia y aun con los ojos cerrados
habló.
-Cállate, ¿quieres?
Me reí. Ella también lo
hizo. Luego se hizo silencio, y mi subconsciente se moría por preguntarle qué
era lo que había pasado, quería preguntarle la razón del por qué su inestabilidad
emocional. Y yo estaba ahí. Viendo cómo se dormía lentamente. Giré el picaporte
para salir.
-Gracias –dijo ella arrastrando la palabra.
-De nada –dije volviendo la vista hacia ella. Estaba sentada
en la cama, con las piernas entre cruzadas y con la cabeza gacha. Su pelo,
enmarañado, le caía de un lado del hombro, y había prendido la lámpara que
estaba en la mesa de noche. No pude hacer nada más que acercarme hacía ella.
Levantó la mirada conforme me fui acercando y pude ver sus ojos. Esbozó una
media sonrisa y yo hice el mejor intento para sacar la mía.
-Me llamo Kate –extendió su mano derecha.
-Yo Martín –estreché su pequeña mano, y tuve miedo de que
algo le pasara. De lejos se veía tan frágil… y de repente me inundaba un
sentimiento de querer protegerla. Ella sonrió, y ese sentimiento me inundó más
aún. Le dije que tenía que irme, y que la dejaría descansar. Ella me agradeció
de nuevo y yo salí por esa puerta.
Al llegar a la playa,
la mayoría se estaba yendo ya. Eran como las dos de la madrugada y típicamente
esas fiestas eran algo como “hasta que el cuerpo aguante”. El bar estaba totalmente
cerrado, así que era libre de irme a mi habitación. Había sido la última
fiesta, y a la mañana siguiente todos saldrían de vuelta a sus casas. Recuerdo
que al llegar a mi habitación, apenas pude dormir con tanto en la cabeza. No
sabía que podría hacer si volvía a mirar a ese Sebastián, en serio no sabía.
Pero también pensaba en Kate. En lo frágil que parecía, y en las ganas que me
daban de estar con ella. Solamente estar a su lado, no habría necesidad de
hablar. Es más, si ella lo quería podría ser ella la que hablara… pero me
refrené porque ella apenas y me notaba.
A la mañana
siguiente, empaqué mis cosas pues yo también regresaba a mi casa. Conté las
propinas de toda la semana y llevaba una buena ganancia. Al menos, estaba feliz
con eso. Baje con todas las maletas al lobby y ahí estaban todos los
estudiantes, y me mezclé con ellos porque al final eso era: un estudiante. Pero
honestamente, prefería pasar mi Spring Break ganando algo de dinero, que pasármela
emborrachándome todas las noches.
A lo lejos la vi. Llevaba
el pelo enmarañado en una cola alta, unos anteojos de sol, un short de lona y
una playera rosa. Se miraba linda, aun ahí parada sin hacer nada. Dejé mis
maletas en un carrito que llegaría al bus en dónde viajaríamos y decidí
hablarle. En lo que llegaba hacía ella, noté que ella en realidad estaba
buscando a alguien con la mirada. Lo buscaba detrás de ella, al lado de las
columnas de la entrada del hotel, cerca de los baños, en la recepción… y al
parecer no lo encontraba. Un frío asqueroso se apoderó de mí, y lo espanté de
mis extremidades mientras caminaba hacia ella. Ya estaba a medio camino, y si
me regresaba, por lo que fuera que estuviera sintiendo, me vería como un
cobarde.
-Hola –dije.
-Hola –dijo como si se estuviera percatando en mí.
-¿Cómo seguiste? –pregunté, algo que era normal de
preguntar.
-Disculpa, ¿qué? –sonaba confundida, se levantó los lentes
de sol y los puso en su cabeza, dejando a relucir sus ojos. Tenía unas grandes
ojeras.
-Anoche tú… –fue todo
lo que ella me dejó decir.
-Oh, por Dios, ¿anoche? –Se horrorizó – ¿Hablé contigo
anoche?
Asentí un poco decepcionado.
-Oh, por Dios, cuánto lo siento –se disculpo honestamente –.
Te prometo que a penas recuerdo lo que pasó anoche, creo que me extra limite.
Reí ante eso porque
era cierto, y me causo una punzada de dolor porque para ella la charla de
anoche y todo lo que yo creí que habíamos tenido de “conexión” nunca había
existido para ella.
-Lo siento –se disculpó de nuevo, causando un poco de
irritación en mí – ¿Cuál es tu nombre?
-Ya no importa –dije tratando de no parecer molesto, pero
inevitablemente sí lo parecía. Me alejé de ella y fui directamente al baño. Me
lavé la cara con agua y me reprendí por dentro por sentir tanta cosa por
alguien a quién apenas conocía. Aunque en realidad era mucho más difícil de
explicar todo esto.
Salí del baño, y ella
estaba ahí. Es más, estaba viendo hacía el baño; es más, estaba buscando a
alguien; es más, me estaba viendo a mí. Por vulnerable que fuera, no iba a
hablar con ella. No señor, no lo iba a hacer. Pasé de largo cuando llegué a
donde ella estaba y solamente vi cómo ella se animaba y luego bajaba los
hombros lentamente. Me sentí culpable, pero si ella no recordaba tampoco lo iba
a hacer yo. Era lo más sano para mí… y para ella.
Desde ese día ha sido
una tortura asistir al Instituto. Las primeras semanas, cada vez que salía de
clases la encontraba buscándome y yo como niño estúpido, escondiéndome de ella.
Digo estúpido porque en realidad si me hubiera gustado que ella buscase de mí algún
día, y cuando ese día había llegado yo me estaba escondiendo. Supuse que llego
el día en que se cansó y ella siguió con su vida, olvidó mi rostro, terminó el
año y todo iba bien.
Hasta que apareció
Sebastián en el Instituto.
Yo estaba
consternado, y más cuando los veía hablar juntos. No recuerdo ni cuál fue mi
reacción al enterarme que ya eran oficialmente una pareja. Primero me enfurecí,
quise contarle a Kate todo lo que sabía y lo que ella no. Quise. Pero con tanto
obstáculo me aburrí, me cansé y me importó poco. Llegué a la conclusión de que
todo saldría a la luz, o ella saldría lastimada y pues, sería ella misma quién
se daría cuenta el tipo de basura con la que salía.
Sepulté todo lo que
había pasado en ese Spring Break, y el que ella entrara en mi vida, y esta vez
de una manera definida, no facilitaba las cosas. El hecho que quisiera pasar
tiempo conmigo, que le interesara la salud de mi hermano, y… ese beso en mi
cocina… definitivamente no definía nada. Estaba más confundido de a como estaba
antes, dejando a un lado el hecho de que ella había terminado con Sebastián,
cualquiera que fuera la razón. Ella estaba afectada, estaba dolida, y en
realidad parecía quererlo.
Y por parte de él
también era lo mismo. Lo observaba de reojo cuando ella estaba en la cafetería
y veía que él la miraba, con dolor, pero con amor al mismo tiempo, ¿cómo podría
ser eso posible? No entendía bien lo que pasaba entre ellos dos, no entendía
exactamente lo que Kate había causado en mí, pero era algo que me hacía querer
estar con ella… por muy torpe, desorientada, y poco coordinada que fuera,
quería estar con ella. Pero parecía que Sebastián opinaba lo mismo que yo.
-¿Martín? –su voz me sacaba de mis pensamientos, constantemente.
Y ese fue el momento
en que entré en sí. Aun seguía en la habitación de mi hermanito, él seguía
dormido, pero Kate estaba despierta, y me estaba viendo, y era quién me había
hablado.
-¿Qué?
-Dios, creí que estabas algo ido –admitió sonriendo
tímidamente.
-¿Por qué? –me había acostumbrado a ser frío con ella, a no
demostrar que sentía algo por ella, si es que podía saber con certeza qué era
lo que sentía.
-No lo sé, estabas tan sumido en tus pensamientos –se mordió
el labio.
-No me hagas caso –era raro que aun siendo un poco cortante
y frío, ella aún me hablase normal… a veces hasta pensaba que hacía que yo le
interesase más. Y yo sabía que le interesaba, de lo contrario no me habría
dejado besarla en la cocina. No lo habría hecho simplemente. Suspiré ante el
recuerdo.
-Tus padres acaban de venir –me sacó de nuevo de mis
pensamientos –. Dicen que es mejor que nos vayamos a casa.
Tenía razón, teníamos
que ir a casa. Estaba oscureciendo y no quería meter a Kate en problemas.
Asentí, besé a mi hermanito en la frente y me despedí. Cuando iba a salir por
la puerta, me detuve, y la miré mientras se acercaba a la camilla. Tomó la mano
de Scott entre las suyas, la vio con tristeza y pude jurar ver una lágrima
rodar por su mejilla. Era raro verla tan conmovida por alguien a quien acababa
de conocer. Y era doloroso porque podría ser que ese lazo afectuoso que tenía
con mi hermano, la siguiera metiendo en mi vida… Cosa que honestamente, no
quería. Se acercó hacía mí, y pude ver sus ojos cristalinos. Y no lo pude
evitar: la abracé. La abracé tan fuerte cómo ella quisiera que la abrazaran y
tan largamente como yo quería tenerla entre mis brazos.
Lucho por no llorar,
pero terminó vencida. Sollozo quedito, sabía que no quería despertar a mi
hermano. La saqué de ahí y la llevé, aun con mi brazo alrededor de ella, a la
cafetería. Cuando se calmó, se limpió el rastro de lágrimas que había en sus
mejillas y la hice sentarse en una mesa de la cafetería. Ordené dos cafés y
cuando me los entregaron regresé para sentarme frente a ella. Tomó el suyo, me
agradeció por lo bajo y entorno el vaso plástico con sus manos, parecía tener
frío.
-¿Por qué estabas llorando? –pregunté sin siquiera poder
considerar la respuesta, o su reacción.
Ella me vio con cara
confundida, como si fuera obvio el por qué. Y aunque lo era, estaba seguro de
que había algo más.
-Le prometí algo a tu hermano –habló pausadamente.
-¿Qué fue? –quise saber.
Tomó aire, y cerró
los ojos. Sabía que era algo bastante grande para que ella se pusiera así.
-Le prometí aceptar su muerte –habló con los ojos cerrados,
con la voz temblorosa y supe que en realidad le tendría que haber costado
prometerle eso; abrió los ojos y siguió hablando –. Lo hice porque él me lo pidió,
y fue tan duro. Sabes que no lo conozco mucho, pero él ya está resignado… Se
mira tan maduro, y ni siquiera yo era así de madura a su edad. Ni lo soy aun
ahora.
Agaché la vista. Me
estaba hablando de mi hermano, yo no podría aceptar su muerte nunca. Siempre
lucharía con la idea y con el pensamiento de que, aun cuando no esté en vida,
estará aquí, conmigo. Ella puso sus manos sobre las mías, y la vi. Y hablé.
-Él ha sido más que un hermano para mí –empecé a escupir
palabras. Empecé a desahogar todo, y absolutamente todo –, él ha sido mi mejor
amigo, mi cómplice, mi confesor, mi ayudante, mi psicólogo, y me atrevería a
decir que yo también lo he sido para él. ¿Has visto cómo algunos hermanos no se
llevan bien? Pues nosotros no somos así. Mi compañero de toda la vida… él no se
puede ir, tú no me puedes pedir que acepte que se irá, porque no puedo.
La voz me temblaba
estrepitosamente, ella se acercó hacía mí en la silla que tenía al lado mío y
me abrazó fuertemente. Sabía que no era ningún consuelo porque ella también
lloraría en cuestión de segundos, pero me brindaba apoyo cuando nadie fuera de
mi familia sabía esto. Ni siquiera sabía por qué principalmente le había
contado todo, pero estaba feliz de haberlo hecho… porque la tenía ahí. Acarició
mi pelo, tomó mis manos y empezó a susurrar muchas cosas que no entendía, no
quería entender. Yo estaba entre mi propio debate interno, y no veía cómo
entenderla.
-Vamos –dijo cuando me tranquilicé un poco –, te llevaré a
casa.
Fuimos hacia el
estacionamiento, aun me tenía abrazada. Recuerdo que al entrar al hospital la
tomé de la mano, me aproveché de la situación y sonreí al pensar vagamente que
ella también se estaba aprovechando. Luego, me reprendí de nuevo porque no era
momento para pensar en eso. Ya en el auto, prendimos la calefacción y ella espero
un momento para arrancar. En la carretera el trayecto ocurrió en silencio. De
vez en cuando la miraba de reojo, de vez en cuando sabía que ella también lo
hacía. Cuando llegamos a mi casa, ambos salimos del auto aunque solamente fuera
yo quien vivía ahí. Se quedó justamente afuera de su puerta, pero no se movió.
Saqué las llaves del bolsillo de mi chaqueta y cuando volteé a verla, ella
seguía ahí.
-¿Te gustaría pasar? –pregunté dudando. Ya era tarde, no
tanto como para ser media noche, pero ya estaba totalmente oscuro y pensé en su
mamá, quien tal vez se preguntaría en dónde había estado en todo el día.
No dijo nada,
solamente caminó hacía la puerta y entró a mi casa. Me dirigí a la cocina para
ver si había algo de comer, aunque la verdad no tenía hambre. Estaba pensando
más en Kate. Ella se quedó en la sala, viendo las fotos familiares y pude
escucharla soltar uno que otro suspiro. Me acerqué a ella, cuidadosamente, y
observé lo que ella estaba observando.
-¿En qué piensas? –quise saber. Se miraba tan absorta en sus
pensamientos que me causaba tanta curiosidad saber en qué pensaba.
Se rio, como si se
estuviera avergonzando de lo que estaba pensando. Negó con la cabeza.
-Vamos, dime –insistí.
-Estaba pensando –comenzó pausadamente, mientras el color se
le subía a las mejillas –en que te miras muy apuesto en esa foto.
Me reí también,
porque por un momento pensé que me estaba tomando el pelo. Pero en realidad lo
pensaba. Era sumamente tonto estar pensando este tipo de cosas en situaciones
como estas, pero a veces creía que podría ser la mejor manera de olvidar todo
por un rato. Además, estar con ella de verdad me hacía olvidar muchas cosas por
un rato. Ella también se rio, avergonzada. Y ella sabía que estaba ruborizada,
porque estaba tratando de esconder sus mejillas. La tomé por la cintura, para
tenerla cara a cara. Sus ojos me vieron, temerosos de mis acciones, pero no
quería hacer nada malo y últimamente era tan difícil que ella lo entendiera.
Puso sus manos en mis hombros, y hasta ahí todo iba bien.
Incliné mi cabeza y
apoyé mi frente sobre la suya, ella cedió. Manteníamos los ojos fijos en los
del otro y no sé por qué me provocaron ganas de besarla. Y el impulsó fue más
fuerte que mi voluntad. Me acerqué un poco a su boca…
-No –dijo con todo fuerte.
Me alejé, pero ella
aun tenía sus manos en mis hombros.
-Lo siento –susurré.
-Me tengo que ir –dijo un poco exaltada. Se alejó de mi y
una idea loca cruzó mi cabeza mientras ella cruzaba la sala, dirigiéndose a la
puerta.
-Te puedes quedar, si quieres –y otra vez, las palabras
salían como un vomito asqueroso. Debía aprender a controlarme.
Kate se detuvo con la mano en el picaporte, mi propuesta la
había exaltado tanto como se exaltaría cualquiera. Giro lentamente sobre sí y
me vio con una mirada que no había visto jamás en ella… solo aquella noche del
Spring Break.
-Otro día –dijo, sonrió y salió por esa puerta.
Había sido un día de
locos, me sentía un poco cansado y el hambre escaseaba. Estaba solo en mí casa,
por lo que subí y me di una ducha bien caliente y súper larga. Mi mente
necesitaba procesar todo lo que había ocurrido hoy, y no quería hacerlo cuando
ya estuviera a punto de ir a dormir. Es más, al día siguiente tenía clases y no
me podía dar el lujo de no dormir. Tomé un vaso de leche y luego me preparé
para dormir. Ya en mi cama, por tan difícil que sonara, no me costó para nada
dormir. Caí enseguida. El asunto estaba en que tuve pesadillas toda la
desgraciada noche.
La mayoría residían en
el hospital. Me perdía en el buscando la habitación de Scott, sentía que me
faltaba el aire y eso me impedía correr, pero también sentía la necesidad de
seguir corriendo y la pesadilla no terminaba hasta que yacía en el piso, desmayándome
a causa de la falta de aire. Otra fue en la playa del Spring Break, no había
absolutamente nadie más que yo. Estaba desierta la playa, y un frío
escalofriante me inundó de pies a cabeza. Ese lugar no me gustaba.
La última pesadilla
fue la peor. En ella estaba Kate, y estábamos caminando juntos por la misma
playa que había soñado antes. Caminábamos en silencio como siempre lo hacíamos,
ella tenía ropa ligera a pesar de que había frío, pero se miraba hermosa. Con
el aire alborotándole los cabellos, se mantenía viendo sus pies pisando la arena.
Fije la vista al frente y vi que la playa se extendía, y una sensación de
felicidad se apoderaba de mí, por lo que se la quise compartir a Kate. Me
detuve, y ella confundida, hizo lo mismo.
-¿Qué ocurre? –preguntó.
-Soy feliz –le dije sin antecedente ni anticipaciones. Ella
soltó una risita.
-Yo también soy feliz –coincidió.
-Aquí contigo, soy feliz –dije. Independientemente de lo que
sintiera por ella, me hacía sentir bien estar cerca de su presencia.
Ella sonrió con
vigor, pero la tristeza se acercaba en sus ojos. Me acerqué hacía ella, como
tratando de ahuyentar cualquier sombra de ella. La tomé entre mis brazos y la
bese como nunca pensé hacerlo. Ella me correspondió el beso. Entorné mis manos
a su cintura y ella me acercó entrelazando sus brazos por detrás de mi cuello.
Quise explorar su espalda, pero no sentí que fuera correcto, el beso era tierno
y dulce, y significaba amor por ambas partes… no quería arruinarlo por muy
sueño que fuera.
Poco a poco, se alejó
de mí y recuperando el aire, siguió caminando por la playa. Aun no entendía muy
bien lo que pasaba. La seguí. Y ella seguía caminando, sin decir palabra
alguna, sin siquiera cruzar miradas conmigo. Parecía dubitativa, parecía
confusa y un poco excitada. Era tan difícil prever cualquier emoción en
cualquier mujer. Eso era como una regla.
De la nada, Kate se
detuvo y me miró. Con ojos penetrantes, duros y para nada dulces. Me miro como
si yo fuera su enemigo de toda la vida, aquel némesis que esperas con ansias
volver a topártelo en la vida para demostrar que eres mejor… ella tenía esa
mirada. Admito que el miedo me embargó un poco, pero luego lo deseché. El
sentimentalismo me había desviado de lo que único que había estado haciendo
bien las últimas semanas: ser frío y cortante con ella.
Me paré frente a
ella, casi con la misma mirada que quemaba. Fruncí el ceño, si lo que quería
era hablar, que lo hiciera rápido. Su voz sonó totalmente extraña y desconocida
para mí.
-Haces mal y lo sabes –me miraba tan cruelmente que dolía,
pero no podía permitir que se notara mi dolor –. Tan iluso que eres.
Soltó una risotada.
-¿Qué quieres decir?
-¿Cómo puedes tú creer, honestamente, que yo me fijaría en ti
algún día? –Lanzó el primer dardo – ¿Cómo puedes tú creer que realmente yo
siento algo por ti? –En mi subconsciente yo sabía que todo esto era un sueño –
¿sabes por qué no me quedé esta noche contigo? Porque no quería. Esa es la
verdad. No quería, y no quiero. Tu simple presencia me desespera.
-Si es así por qué no te vas ya –refuté, enojado. Era inútil
enojarme con ilusiones de mi cabeza.
-Me iría, pero es divertido vivir en tu cabeza –soltó de
nuevo la risotada –. Para serte sincera, Sebastián besa mejor que tú.
-Pues vete ya –respondí mal encarado.
-¿Quieres que me vaya de verdad? –preguntó acercándose hacía
mí, tan cerca que el olor que emanaba su cuerpo podía ser inhalado con tanta
claridad. Y me lo cuestioné, ¿quería yo de verdad que se fuera? Por debatiente
que fuera eso, mi orgullo estaba demasiado lastimado y mi verdad estaba demasiado
oculta –. Ya sabía que no.
Se acercó de nuevo a
mí, acercó sus labios cerca de los míos. Lo hizo precisamente para que yo
pudiera escuchar con claridad lo que diría por último.
-No eres como él.
Cerré mis ojos, para no darle el gusto de ver el enojo en
mis ojos. ¡Claro que no era como él! No era un sucio asqueroso vago que se la
pasaba jugando con todas. No lo hacía. Y cuándo ya había pensando en una
respuesta lo suficientemente inteligente para responderle, un hoyo negro me
tragó. Y fui cayendo por él… Hasta que desperté.
Desperté con toda la
camiseta del pijama llena de sudor, me sentía cansado y bastante abrumado. Un
poco de luz entraba por mi ventana anunciándome el nuevo día. Un no tan buen
día. Odiaba soñar cosas así porque me ponían de mal humor, y comenzaba mal el
día.
No sabía qué era lo
que sentía por Kate. No lo sabía. Y tampoco sabía si ella sentía siquiera algo
por mí, o solo era un poco de mi imaginación. No quería perderla, porque le
daba un poco de realidad a mi vida en estos momentos… pero ¿y qué pasaría
cuando estos momentos acabaran? Como fuera que acabaran, ¿qué sería de
nosotros? ¿Ella se iría? ¿Yo la dejaría ir? O, ¿tomaría el camino fácil y me
iría por donde vine? No sabía precisamente qué pasaría, lo único que sí quería
era pelear por ella… por loco que sonara, no la quería perder. Ya era cuestión
de ella si me quería en su vida o no, pero mientras tanto me quedaría ahí, esperándola.
Y como símbolo de buena suerte o lo que quieran, me quebré dos uñas con tal de publicar el 12/12/12. Porque es una fecha super importante que no se repetirá en 88 u 82 años, si no estoy mal. ¿Cómo pasaron este miércoles? Yo me la pasé viendo el#121212Concert, y eso hago, in fact.
Bueno, chiquillas hermosas. Amo sus comentarios, por lo que quiero que me digan si les gusta cómo va quedando la historia o si les gusta este tipo de POV's, no sé. Diganme. También si se tiraron un pedo o algo re loco. Lo que quieran.
Gracias por su infinita lealtad y que Dios las acompañe siempre.
Btw, díganle al 21 de diciembre si vi caer la cabeza de Carlisle en BD2, no le tengo miedo a él. jajaja
Es cierto, guey .____.
Saluditos amores, de mi vida.
Majo.
¿Dejas de creer en la luna cuando sale el sol?
Majo..!!!
ResponderEliminarCreo que ya te lo eh dicho muchas veces pero
creo que no me cansare de hacerlo Jejejejejeje
Me encanta como escribes..!!! Y este cap. es
mejor de lo que esperaba, sería interesante ver
cual es el POV de Kate de la última escena Jejeje
Bueno mujercita te dejo y te deseo un Feliz Año
Nuevo...!!!
Te mando muchos besos y abrazos y ojalá y puedas
Subir un capítulo antes de que termine el año =)
Ok creo que eso tiene un gran nivel de dificultad
Jejejejejeje pero no tardes mucho pequeña.
Nos vemos..!!!
-Alex-