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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Realidad. Cap. 24. POV Martín.


Sé que no están muy acostumbradas a los POV's fuera de Kate, pero intentemos esto.
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 Me desperté de golpe debido a que mi cabeza cayó debido a la gravedad. Me había quedado dormido en una silla, con la cabeza apoyada en la pared, la cual se fue resbalando hasta caer y heme aquí. Abrí los ojos poco a poco, los sentía aun muy pesados, pero quería despertarme ya. La vi. Ella estaba sentada de una forma extraña en la silla al lado mío, también durmiendo, solamente que ella había encontrado una posición más placentera y segura.
 Me acomodé en la silla para verla mejor; sus pómulos estaban rosados, sus brazos estaban cruzados sobre su estómago y su cabeza recostada sobre su hombro. Sus parpados temblaban de vez en cuando, por lo que supuse que tendría pesadillas. Me quise acercar inmediatamente, pero me refrené. Había estado refrenándome tanto hacía ella en estos días, había querido decirle tantas cosas, pero al igual que hoy… tampoco lo hice. El silencio me culpaba constantemente, solamente estábamos nosotros dos en la habitación de Scott. Mis padres habían ido a casa a traer algunas cosas a la casa y solamente Kate y yo nos quedamos a velarle el sueño a mi hermanito. ¡Vaya velador! Ambos nos habíamos quedado dormidos. Sonreí para mi mismo.
 Dirigí la vista hacia mi hermano, estaba pálido, pero estaba tranquilo. Qué bueno que él si lo estuviera, porque al menos yo no lo estaba. ¿Cómo podría estarlo? Su salud me tenía bastante inquieto y la proximidad que Kate había tenido en mi vida me tenía al borde la locura. Sabía que no era el momento adecuado para pensar en ella, pero no podía evitarlo teniéndola tan cerca de mí, con su aroma contaminando la habitación de mi hermano. Digo contaminando, porque honestamente aún no sé qué es lo que siento por ella, y aparentemente ella tampoco sabe lo que siente por mí. Pero detesto sentirme así, sentir que mis sentimientos están confundidos, y todo por ella. En ese momento recordé el momento en que la vi… no por primera vez, pero en el momento en que algo creció dentro de mí, algo que me llamaba a ella…
 Fue en el Spring Break del año pasado. Yo trabajaba como bar tender en el bar de la playa en dónde se realizaban las fiestas todas las noches. Pasaba como desapercibido en la escuela por lo que nadie había notado mi existencia como trabajador y no como “festejador”, cuando ella se acercó: llevaba puestos unos shorts de lona, una camiseta de tirantes y se miraba que debajo de su ropa llevaba su traje de baño. Trate de desviar la vista de su cuerpo, por respeto a ella. Tenía el pelo recogido por una cola, y su rostro se miraba demacrado para alguien que había pasado de fiesta en fiesta. Ya la había visto antes, pero nunca se había acercado hacía la barra, lo cual hizo y se sentó enfrente mía.
-¿Te puedo ofrecer algo? –pregunté como quien no quiere la cosa.
 Levantó la mirada. Sus ojos delataron un sentimiento oculto dentro de ella, su mirada denotaba tristeza y puedo jurar que pude ver una lágrima salir de ellos. Sabía, por lo que había visto, que había interrumpido un pensamiento.
-Ah, eh… sí, por favor –dijo con voz dejada –una piña colada. Gracias.
 Me alejé de la barra para prepararle lo que había ordenado, pero mantuve mis ojos fijos en ella. Era linda, por donde uno la viera. Pero había algo más en ella, dejando a un lado su belleza, que me había atraído. Me apresuré con su orden y cuando se la entregué me sonrió a medias. Seguí haciendo mi trabajo con los demás clientes, pero siempre fijándome en ella. Empezó a pedir vodkas, whiskys, tequilas y cosas así, por lo que de verdad me preocupé. Me acerqué al lugar en dónde ella estaba como el pretexto de que limpiaría el área, pero eso no era del todo cierto.
-¿Sabes? –Dijo con una voz más gutural de lo que había sonado antes –Todo está tan mal.
 La típica plática de borrachos. Pero no lo juzgaría, no lo haría.
-Depende de por dónde lo veas –le dije mientras secaba unos cuantos vasos.
-¿A qué te refieres? –su voz sonaba un poco desnivelada.
-Tú decides cómo ver las cosas, tú decides si te afectan o no –honestamente lo que le estaba diciendo estaba saliendo de mis ideales, así pensaba yo, y lo sigo pensando.
 Ella se quedo pensándolo un rato, era eso o los efectos del alcohol estaban haciendo efecto de manera confusa. Se quedó mirando a la mesa, contemplando al vacío… me causo cierta ternura, pero mi cuerpo se puso rígido al voltear a ver al lado opuesto del bar.
 Ahí se encontraba un tipo bien encarado, me dio mala espina solo en el momento en que lo vi. Tenía los ojos en Kate. El sujeto se la había pasado todas las noches por el bar, haciendo exactamente lo mismo: escogía a una chica, linda en particular, le hablaba tierno, y como la mayoría ya estaban sumamente ebrias, se las llevaba a su habitación del hotel. Lo curioso era que, luego de bajar libros, me di cuenta que este sujeto no estudiaba en el Instituto, lo cual me colmaba los nervios, pues todas decían que sí hacía sus encantos. Y todas salían hasta después del medio día del día siguiente.
 En cuanto vi sus ojos en Kate, sabía que no iba a terminar nada bien esta noche. Empecé a preocuparme, mientras ella se dedicaba a hacer círculos con su dedo sobre la mesa. Me acerqué a ella, con súbito temor dentro de mí ser, con el pretexto de poner un portavasos debajo de su vaso. Cuando regresé mi vista hacia el lugar en dónde este sujeto se encontraba, me abrumó un sentimiento de confusión al ver la silla vacía, tal vez ya se había largado a su habitación con alguien más, y el muy desgraciado no había dejado propina.
 En cuanto la risa de Kate sonó a mis espaldas, un escalofrío recorrió mi espalda. Era una risa coqueta, causada solamente por el comentario de alguien atractivo y varios efectos del alcohol. Me giré fingiendo tranquilidad, y en cuánto vi que este sujeto estaba hablando con Kate, una furia me embargó. Primero que nada, conocía a Kate, de lejos, tenía una o dos clases con ella, pero sabía que era lista, que no se dejaría llevar por un sujeto de ese calibre. Lo que me enfureció más fue de que hasta yo mismo sabía que Kate no estaba en sus cabales como para poder juzgar por si misma lo que no había visto en todas las noches.
 Él se presentó hacía ella con un nombre tan de película ochentera, Sebastián. Y ella se presentó como Kate. Él le preguntó si era la hija del famoso abogado, y ella con desagrado asintió. ¿Así que eso era? Su actitud se debía respecto a algo sobre sus padres, no sabía cómo no lo supe antes. Si bien su padre era un reconocido abogado, su madre  también era sumamente hermosa. De ahí había sacado Kate todos sus atributos y todos lo sabían. Pero también todos sabían que detestaba ser el centro de atención y sus padres la obligaban a serlo todo el tiempo en cuanto ingreso al Instituto. Con el tiempo, ella dejó en claro su descontento y todos le prestaron poca importancia desde entonces.
 Y ella se lo hizo saber también, y él se sintió totalmente avergonzado, o al menos lo aparentó. Luego le pidió preguntarle algo personal, a lo cual ella aceptó, y pude ver en su rostro que se había arrepentido en el mismo instante. Todo lo estaba viendo un poco retirado, pero no tanto, pues sino no oiría de lo que estaba hablando. Él le preguntó muchas cosas que no alcancé a oír debido a la música, pues estaban haciendo un show de karaoke y ella respondía con armonía, un poco confusa, pero le respondía.
 Él se acercó a su oído para susurrarle algo, a lo cuál ella asintió con el ceño fruncido. Asumí que era el sonido. Y de pronto, él la tomó de la mano y ella se dejó; la condujo hasta la entrada del hotel y ella entró; él desapareció por esa puerta, como ella también. Me quedé petrificado, engarroté las manos en la mesa, tratando de no volverme loco y enfatizar tanto el problema. Ella se había ido con él, ella había caído. Y ni siquiera sabía por qué me sentía cómo me sentía. Quería salir corriendo, entrar en esa habitación y hacerla entrar en razón, contarle todas las verdades de Sebastián, que no era más que un cerdo que se aprovechaba de cualquiera.
 No entendía lo que Kate había hecho en mí para que me sintiera de ese modo; había visto a cuántas jovencitas pasar por lo mismo que ella pasó, y ninguna me provocó sentimiento alguno, y Sebastián en ningún momento me provocó ira alguna. No podría saber si todas eran del Instituto, pero sabía que Kate no merecía esto. No merecía ser burlada por un desgraciado, ella no lo merecía. Hundí mis dedos en la mesa del bar, frustrándome más con cada segundo que pasaba. Mientras me calmaba, le pedí a un amigo que me cubriera, que no me sentía bien y me quería despejar. Mi compañero aceptó al verme la cara, no quería ni imaginar qué expresión tendría.
 Caminé despacio por enfrente de la puerta del hotel por donde Sebastián y Kate acababan de desaparecer, metí mis manos en los bolsillos y sin querer me mantuve ahí varios minutos. Parecía centinela en guardia o algo por el estilo, solo que no tenía sentido alguno. Estaba a punto de dejar mi “guardia” cuando se abrió la puerta del hotel. Me di la vuelta y en ese momento alguien se topo conmigo, la persona que había salido lo hizo con estrepitosa velocidad. En cuanto chocó contra mi pecho, pude escuchar un gruñido de frustración. Era una mujer. Era Kate.
 La detuve entre mis brazos pues sentía que no estaba en las condiciones de sostenerse por si misma, emocionalmente hablando. Su cara estaba bañada de lágrimas, y parecía confundida y aturdida. Su cuerpo temblaba, pero no lucho por deshacerse de mis brazos.
-¿Estás bien? –le pregunté una y otra vez.
-Déjame ir –sollozaba respondiéndome.
 No la conocía lo suficiente como para atreverme a tomar decisiones por ella, pero ella no estaba del todo cuerda. Recuerdo que luego de forcejear, se acurrucó en mi pecho y me abrazo por la cintura, y su llanto continuaba. La consolé, y le dije que todo iba a estar bien, y ella me debatió diciendo que eso no lo podía asegurar. Luego se hizo el silencio y la llevé de nuevo al hotel. Cuidando todos los rincones posibles con mi mirada de que el sucio de Sebastián no se atravesara. Le pedí a la recepcionista una llave extra, diciéndole que solamente la dejaría en su cuarto pues se sentía muy mal. La recepcionista me dio una mala mirada.
-Creo que voy a vomitar –Kate dijo con voz temblorosa.
 La recepcionista lanzó una mirada de pánico hacia ella, al verla pálida. También vi perlas de sudor en su frente, por lo que de verdad me preocupe. Nos dieron una llave más pronto de lo que había imaginado. En el elevador le rogué a Dios para que Kate no vomitara, y ella se mantenía callada en todo el trayecto. Cuando llegamos a la habitación, ella se lanzó a la cama y abrazó una almohada con las piernas. Se soltó el cabello y cerró sus ojos placenteramente.
-¿Te sientes mejor? –Pregunte – ¿Ya no quieres vomitar?
-Por favor –dijo como si yo hubiera sido el ingenuo todo este tiempo –, esa señora no nos daría la llave a menos que yo estuviera mal.
 Para ser alguien ebria, era bastante lista.
-¿Qué tal los tragos? –pregunté tratando de vengarme de ella.
Hizo un sonido de repugnancia y aun con los ojos cerrados habló.
-Cállate, ¿quieres?
 Me reí. Ella también lo hizo. Luego se hizo silencio, y mi subconsciente se moría por preguntarle qué era lo que había pasado, quería preguntarle la razón del por qué su inestabilidad emocional. Y yo estaba ahí. Viendo cómo se dormía lentamente. Giré el picaporte para salir.
-Gracias –dijo ella arrastrando la palabra.
-De nada –dije volviendo la vista hacia ella. Estaba sentada en la cama, con las piernas entre cruzadas y con la cabeza gacha. Su pelo, enmarañado, le caía de un lado del hombro, y había prendido la lámpara que estaba en la mesa de noche. No pude hacer nada más que acercarme hacía ella. Levantó la mirada conforme me fui acercando y pude ver sus ojos. Esbozó una media sonrisa y yo hice el mejor intento para sacar la mía.
-Me llamo Kate –extendió su mano derecha.
-Yo Martín –estreché su pequeña mano, y tuve miedo de que algo le pasara. De lejos se veía tan frágil… y de repente me inundaba un sentimiento de querer protegerla. Ella sonrió, y ese sentimiento me inundó más aún. Le dije que tenía que irme, y que la dejaría descansar. Ella me agradeció de nuevo y yo salí por esa puerta.
 Al llegar a la playa, la mayoría se estaba yendo ya. Eran como las dos de la madrugada y típicamente esas fiestas eran algo como “hasta que el cuerpo aguante”. El bar estaba totalmente cerrado, así que era libre de irme a mi habitación. Había sido la última fiesta, y a la mañana siguiente todos saldrían de vuelta a sus casas. Recuerdo que al llegar a mi habitación, apenas pude dormir con tanto en la cabeza. No sabía que podría hacer si volvía a mirar a ese Sebastián, en serio no sabía. Pero también pensaba en Kate. En lo frágil que parecía, y en las ganas que me daban de estar con ella. Solamente estar a su lado, no habría necesidad de hablar. Es más, si ella lo quería podría ser ella la que hablara… pero me refrené porque ella apenas y me notaba.
 A la mañana siguiente, empaqué mis cosas pues yo también regresaba a mi casa. Conté las propinas de toda la semana y llevaba una buena ganancia. Al menos, estaba feliz con eso. Baje con todas las maletas al lobby y ahí estaban todos los estudiantes, y me mezclé con ellos porque al final eso era: un estudiante. Pero honestamente, prefería pasar mi Spring Break ganando algo de dinero, que pasármela emborrachándome todas las noches.
 A lo lejos la vi. Llevaba el pelo enmarañado en una cola alta, unos anteojos de sol, un short de lona y una playera rosa. Se miraba linda, aun ahí parada sin hacer nada. Dejé mis maletas en un carrito que llegaría al bus en dónde viajaríamos y decidí hablarle. En lo que llegaba hacía ella, noté que ella en realidad estaba buscando a alguien con la mirada. Lo buscaba detrás de ella, al lado de las columnas de la entrada del hotel, cerca de los baños, en la recepción… y al parecer no lo encontraba. Un frío asqueroso se apoderó de mí, y lo espanté de mis extremidades mientras caminaba hacia ella. Ya estaba a medio camino, y si me regresaba, por lo que fuera que estuviera sintiendo, me vería como un cobarde.
-Hola –dije.
-Hola –dijo como si se estuviera percatando en mí.
-¿Cómo seguiste? –pregunté, algo que era normal de preguntar.
-Disculpa, ¿qué? –sonaba confundida, se levantó los lentes de sol y los puso en su cabeza, dejando a relucir sus ojos. Tenía unas grandes ojeras.
-Anoche tú…  –fue todo lo que ella me dejó decir.
-Oh, por Dios, ¿anoche? –Se horrorizó – ¿Hablé contigo anoche?
Asentí un poco decepcionado.
-Oh, por Dios, cuánto lo siento –se disculpo honestamente –. Te prometo que a penas recuerdo lo que pasó anoche, creo que me extra limite.
 Reí ante eso porque era cierto, y me causo una punzada de dolor porque para ella la charla de anoche y todo lo que yo creí que habíamos tenido de “conexión” nunca había existido para ella.
-Lo siento –se disculpó de nuevo, causando un poco de irritación en mí – ¿Cuál es tu nombre?
-Ya no importa –dije tratando de no parecer molesto, pero inevitablemente sí lo parecía. Me alejé de ella y fui directamente al baño. Me lavé la cara con agua y me reprendí por dentro por sentir tanta cosa por alguien a quién apenas conocía. Aunque en realidad era mucho más difícil de explicar todo esto.
 Salí del baño, y ella estaba ahí. Es más, estaba viendo hacía el baño; es más, estaba buscando a alguien; es más, me estaba viendo a mí. Por vulnerable que fuera, no iba a hablar con ella. No señor, no lo iba a hacer. Pasé de largo cuando llegué a donde ella estaba y solamente vi cómo ella se animaba y luego bajaba los hombros lentamente. Me sentí culpable, pero si ella no recordaba tampoco lo iba a hacer yo. Era lo más sano para mí… y para ella.
 Desde ese día ha sido una tortura asistir al Instituto. Las primeras semanas, cada vez que salía de clases la encontraba buscándome y yo como niño estúpido, escondiéndome de ella. Digo estúpido porque en realidad si me hubiera gustado que ella buscase de mí algún día, y cuando ese día había llegado yo me estaba escondiendo. Supuse que llego el día en que se cansó y ella siguió con su vida, olvidó mi rostro, terminó el año y todo iba bien.
 Hasta que apareció Sebastián en el Instituto.
 Yo estaba consternado, y más cuando los veía hablar juntos. No recuerdo ni cuál fue mi reacción al enterarme que ya eran oficialmente una pareja. Primero me enfurecí, quise contarle a Kate todo lo que sabía y lo que ella no. Quise. Pero con tanto obstáculo me aburrí, me cansé y me importó poco. Llegué a la conclusión de que todo saldría a la luz, o ella saldría lastimada y pues, sería ella misma quién se daría cuenta el tipo de basura con la que salía.
 Sepulté todo lo que había pasado en ese Spring Break, y el que ella entrara en mi vida, y esta vez de una manera definida, no facilitaba las cosas. El hecho que quisiera pasar tiempo conmigo, que le interesara la salud de mi hermano, y… ese beso en mi cocina… definitivamente no definía nada. Estaba más confundido de a como estaba antes, dejando a un lado el hecho de que ella había terminado con Sebastián, cualquiera que fuera la razón. Ella estaba afectada, estaba dolida, y en realidad parecía quererlo.
 Y por parte de él también era lo mismo. Lo observaba de reojo cuando ella estaba en la cafetería y veía que él la miraba, con dolor, pero con amor al mismo tiempo, ¿cómo podría ser eso posible? No entendía bien lo que pasaba entre ellos dos, no entendía exactamente lo que Kate había causado en mí, pero era algo que me hacía querer estar con ella… por muy torpe, desorientada, y poco coordinada que fuera, quería estar con ella. Pero parecía que Sebastián opinaba lo mismo que yo.


-¿Martín? –su voz me sacaba de mis pensamientos, constantemente.
 Y ese fue el momento en que entré en sí. Aun seguía en la habitación de mi hermanito, él seguía dormido, pero Kate estaba despierta, y me estaba viendo, y era quién me había hablado.
-¿Qué?
-Dios, creí que estabas algo ido –admitió sonriendo tímidamente.
-¿Por qué? –me había acostumbrado a ser frío con ella, a no demostrar que sentía algo por ella, si es que podía saber con certeza qué era lo que sentía.
-No lo sé, estabas tan sumido en tus pensamientos –se mordió el labio.
-No me hagas caso –era raro que aun siendo un poco cortante y frío, ella aún me hablase normal… a veces hasta pensaba que hacía que yo le interesase más. Y yo sabía que le interesaba, de lo contrario no me habría dejado besarla en la cocina. No lo habría hecho simplemente. Suspiré ante el recuerdo.
-Tus padres acaban de venir –me sacó de nuevo de mis pensamientos –. Dicen que es mejor que nos vayamos a casa.
 Tenía razón, teníamos que ir a casa. Estaba oscureciendo y no quería meter a Kate en problemas. Asentí, besé a mi hermanito en la frente y me despedí. Cuando iba a salir por la puerta, me detuve, y la miré mientras se acercaba a la camilla. Tomó la mano de Scott entre las suyas, la vio con tristeza y pude jurar ver una lágrima rodar por su mejilla. Era raro verla tan conmovida por alguien a quien acababa de conocer. Y era doloroso porque podría ser que ese lazo afectuoso que tenía con mi hermano, la siguiera metiendo en mi vida… Cosa que honestamente, no quería. Se acercó hacía mí, y pude ver sus ojos cristalinos. Y no lo pude evitar: la abracé. La abracé tan fuerte cómo ella quisiera que la abrazaran y tan largamente como yo quería tenerla entre mis brazos.
 Lucho por no llorar, pero terminó vencida. Sollozo quedito, sabía que no quería despertar a mi hermano. La saqué de ahí y la llevé, aun con mi brazo alrededor de ella, a la cafetería. Cuando se calmó, se limpió el rastro de lágrimas que había en sus mejillas y la hice sentarse en una mesa de la cafetería. Ordené dos cafés y cuando me los entregaron regresé para sentarme frente a ella. Tomó el suyo, me agradeció por lo bajo y entorno el vaso plástico con sus manos, parecía tener frío.
-¿Por qué estabas llorando? –pregunté sin siquiera poder considerar la respuesta, o su reacción.
 Ella me vio con cara confundida, como si fuera obvio el por qué. Y aunque lo era, estaba seguro de que había algo más.
-Le prometí algo a tu hermano –habló pausadamente.
-¿Qué fue? –quise saber.
 Tomó aire, y cerró los ojos. Sabía que era algo bastante grande para que ella se pusiera así.
-Le prometí aceptar su muerte –habló con los ojos cerrados, con la voz temblorosa y supe que en realidad le tendría que haber costado prometerle eso; abrió los ojos y siguió hablando –. Lo hice porque él me lo pidió, y fue tan duro. Sabes que no lo conozco mucho, pero él ya está resignado… Se mira tan maduro, y ni siquiera yo era así de madura a su edad. Ni lo soy aun ahora.
 Agaché la vista. Me estaba hablando de mi hermano, yo no podría aceptar su muerte nunca. Siempre lucharía con la idea y con el pensamiento de que, aun cuando no esté en vida, estará aquí, conmigo. Ella puso sus manos sobre las mías, y la vi. Y hablé.
-Él ha sido más que un hermano para mí –empecé a escupir palabras. Empecé a desahogar todo, y absolutamente todo –, él ha sido mi mejor amigo, mi cómplice, mi confesor, mi ayudante, mi psicólogo, y me atrevería a decir que yo también lo he sido para él. ¿Has visto cómo algunos hermanos no se llevan bien? Pues nosotros no somos así. Mi compañero de toda la vida… él no se puede ir, tú no me puedes pedir que acepte que se irá, porque no puedo.
 La voz me temblaba estrepitosamente, ella se acercó hacía mí en la silla que tenía al lado mío y me abrazó fuertemente. Sabía que no era ningún consuelo porque ella también lloraría en cuestión de segundos, pero me brindaba apoyo cuando nadie fuera de mi familia sabía esto. Ni siquiera sabía por qué principalmente le había contado todo, pero estaba feliz de haberlo hecho… porque la tenía ahí. Acarició mi pelo, tomó mis manos y empezó a susurrar muchas cosas que no entendía, no quería entender. Yo estaba entre mi propio debate interno, y no veía cómo entenderla.
-Vamos –dijo cuando me tranquilicé un poco –, te llevaré a casa.
 Fuimos hacia el estacionamiento, aun me tenía abrazada. Recuerdo que al entrar al hospital la tomé de la mano, me aproveché de la situación y sonreí al pensar vagamente que ella también se estaba aprovechando. Luego, me reprendí de nuevo porque no era momento para pensar en eso. Ya en el auto, prendimos la calefacción y ella espero un momento para arrancar. En la carretera el trayecto ocurrió en silencio. De vez en cuando la miraba de reojo, de vez en cuando sabía que ella también lo hacía. Cuando llegamos a mi casa, ambos salimos del auto aunque solamente fuera yo quien vivía ahí. Se quedó justamente afuera de su puerta, pero no se movió. Saqué las llaves del bolsillo de mi chaqueta y cuando volteé a verla, ella seguía ahí.
-¿Te gustaría pasar? –pregunté dudando. Ya era tarde, no tanto como para ser media noche, pero ya estaba totalmente oscuro y pensé en su mamá, quien tal vez se preguntaría en dónde había estado en todo el día.
 No dijo nada, solamente caminó hacía la puerta y entró a mi casa. Me dirigí a la cocina para ver si había algo de comer, aunque la verdad no tenía hambre. Estaba pensando más en Kate. Ella se quedó en la sala, viendo las fotos familiares y pude escucharla soltar uno que otro suspiro. Me acerqué a ella, cuidadosamente, y observé lo que ella estaba observando.
-¿En qué piensas? –quise saber. Se miraba tan absorta en sus pensamientos que me causaba tanta curiosidad saber en qué pensaba.
 Se rio, como si se estuviera avergonzando de lo que estaba pensando. Negó con la cabeza.
-Vamos, dime –insistí.
-Estaba pensando –comenzó pausadamente, mientras el color se le subía a las mejillas –en que te miras muy apuesto en esa foto.
 Me reí también, porque por un momento pensé que me estaba tomando el pelo. Pero en realidad lo pensaba. Era sumamente tonto estar pensando este tipo de cosas en situaciones como estas, pero a veces creía que podría ser la mejor manera de olvidar todo por un rato. Además, estar con ella de verdad me hacía olvidar muchas cosas por un rato. Ella también se rio, avergonzada. Y ella sabía que estaba ruborizada, porque estaba tratando de esconder sus mejillas. La tomé por la cintura, para tenerla cara a cara. Sus ojos me vieron, temerosos de mis acciones, pero no quería hacer nada malo y últimamente era tan difícil que ella lo entendiera. Puso sus manos en mis hombros, y hasta ahí todo iba bien.
 Incliné mi cabeza y apoyé mi frente sobre la suya, ella cedió. Manteníamos los ojos fijos en los del otro y no sé por qué me provocaron ganas de besarla. Y el impulsó fue más fuerte que mi voluntad. Me acerqué un poco a su boca…
-No –dijo con todo fuerte.
 Me alejé, pero ella aun tenía sus manos en mis hombros.
-Lo siento –susurré.
-Me tengo que ir –dijo un poco exaltada. Se alejó de mi y una idea loca cruzó mi cabeza mientras ella cruzaba la sala, dirigiéndose a la puerta.
-Te puedes quedar, si quieres –y otra vez, las palabras salían como un vomito asqueroso. Debía aprender a controlarme.
Kate se detuvo con la mano en el picaporte, mi propuesta la había exaltado tanto como se exaltaría cualquiera. Giro lentamente sobre sí y me vio con una mirada que no había visto jamás en ella… solo aquella noche del Spring Break.
-Otro día –dijo, sonrió y salió por esa puerta.
 Había sido un día de locos, me sentía un poco cansado y el hambre escaseaba. Estaba solo en mí casa, por lo que subí y me di una ducha bien caliente y súper larga. Mi mente necesitaba procesar todo lo que había ocurrido hoy, y no quería hacerlo cuando ya estuviera a punto de ir a dormir. Es más, al día siguiente tenía clases y no me podía dar el lujo de no dormir. Tomé un vaso de leche y luego me preparé para dormir. Ya en mi cama, por tan difícil que sonara, no me costó para nada dormir. Caí enseguida. El asunto estaba en que tuve pesadillas toda la desgraciada noche.
 La mayoría residían en el hospital. Me perdía en el buscando la habitación de Scott, sentía que me faltaba el aire y eso me impedía correr, pero también sentía la necesidad de seguir corriendo y la pesadilla no terminaba hasta que yacía en el piso, desmayándome a causa de la falta de aire. Otra fue en la playa del Spring Break, no había absolutamente nadie más que yo. Estaba desierta la playa, y un frío escalofriante me inundó de pies a cabeza. Ese lugar no me gustaba.
 La última pesadilla fue la peor. En ella estaba Kate, y estábamos caminando juntos por la misma playa que había soñado antes. Caminábamos en silencio como siempre lo hacíamos, ella tenía ropa ligera a pesar de que había frío, pero se miraba hermosa. Con el aire alborotándole los cabellos, se mantenía viendo sus pies pisando la arena. Fije la vista al frente y vi que la playa se extendía, y una sensación de felicidad se apoderaba de mí, por lo que se la quise compartir a Kate. Me detuve, y ella confundida, hizo lo mismo.
-¿Qué ocurre? –preguntó.
-Soy feliz –le dije sin antecedente ni anticipaciones. Ella soltó una risita.
-Yo también soy feliz –coincidió.
-Aquí contigo, soy feliz –dije. Independientemente de lo que sintiera por ella, me hacía sentir bien estar cerca de su presencia.
 Ella sonrió con vigor, pero la tristeza se acercaba en sus ojos. Me acerqué hacía ella, como tratando de ahuyentar cualquier sombra de ella. La tomé entre mis brazos y la bese como nunca pensé hacerlo. Ella me correspondió el beso. Entorné mis manos a su cintura y ella me acercó entrelazando sus brazos por detrás de mi cuello. Quise explorar su espalda, pero no sentí que fuera correcto, el beso era tierno y dulce, y significaba amor por ambas partes… no quería arruinarlo por muy sueño que fuera.
 Poco a poco, se alejó de mí y recuperando el aire, siguió caminando por la playa. Aun no entendía muy bien lo que pasaba. La seguí. Y ella seguía caminando, sin decir palabra alguna, sin siquiera cruzar miradas conmigo. Parecía dubitativa, parecía confusa y un poco excitada. Era tan difícil prever cualquier emoción en cualquier mujer. Eso era como una regla.
 De la nada, Kate se detuvo y me miró. Con ojos penetrantes, duros y para nada dulces. Me miro como si yo fuera su enemigo de toda la vida, aquel némesis que esperas con ansias volver a topártelo en la vida para demostrar que eres mejor… ella tenía esa mirada. Admito que el miedo me embargó un poco, pero luego lo deseché. El sentimentalismo me había desviado de lo que único que había estado haciendo bien las últimas semanas: ser frío y cortante con ella.
 Me paré frente a ella, casi con la misma mirada que quemaba. Fruncí el ceño, si lo que quería era hablar, que lo hiciera rápido. Su voz sonó totalmente extraña y desconocida para mí.
-Haces mal y lo sabes –me miraba tan cruelmente que dolía, pero no podía permitir que se notara mi dolor –. Tan iluso que eres.
Soltó una risotada.
-¿Qué quieres decir?
-¿Cómo puedes tú creer, honestamente, que yo me fijaría en ti algún día? –Lanzó el primer dardo – ¿Cómo puedes tú creer que realmente yo siento algo por ti? –En mi subconsciente yo sabía que todo esto era un sueño – ¿sabes por qué no me quedé esta noche contigo? Porque no quería. Esa es la verdad. No quería, y no quiero. Tu simple presencia me desespera.
-Si es así por qué no te vas ya –refuté, enojado. Era inútil enojarme con ilusiones de mi cabeza.
-Me iría, pero es divertido vivir en tu cabeza –soltó de nuevo la risotada –. Para serte sincera, Sebastián besa mejor que tú.
-Pues vete ya –respondí mal encarado.
-¿Quieres que me vaya de verdad? –preguntó acercándose hacía mí, tan cerca que el olor que emanaba su cuerpo podía ser inhalado con tanta claridad. Y me lo cuestioné, ¿quería yo de verdad que se fuera? Por debatiente que fuera eso, mi orgullo estaba demasiado lastimado y mi verdad estaba demasiado oculta –. Ya sabía que no.
 Se acercó de nuevo a mí, acercó sus labios cerca de los míos. Lo hizo precisamente para que yo pudiera escuchar con claridad lo que diría por último.
-No eres como él.
Cerré mis ojos, para no darle el gusto de ver el enojo en mis ojos. ¡Claro que no era como él! No era un sucio asqueroso vago que se la pasaba jugando con todas. No lo hacía. Y cuándo ya había pensando en una respuesta lo suficientemente inteligente para responderle, un hoyo negro me tragó. Y fui cayendo por él… Hasta que desperté.
 Desperté con toda la camiseta del pijama llena de sudor, me sentía cansado y bastante abrumado. Un poco de luz entraba por mi ventana anunciándome el nuevo día. Un no tan buen día. Odiaba soñar cosas así porque me ponían de mal humor, y comenzaba mal el día.
 No sabía qué era lo que sentía por Kate. No lo sabía. Y tampoco sabía si ella sentía siquiera algo por mí, o solo era un poco de mi imaginación. No quería perderla, porque le daba un poco de realidad a mi vida en estos momentos… pero ¿y qué pasaría cuando estos momentos acabaran? Como fuera que acabaran, ¿qué sería de nosotros? ¿Ella se iría? ¿Yo la dejaría ir? O, ¿tomaría el camino fácil y me iría por donde vine? No sabía precisamente qué pasaría, lo único que sí quería era pelear por ella… por loco que sonara, no la quería perder. Ya era cuestión de ella si me quería en su vida o no, pero mientras tanto me quedaría ahí, esperándola.



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Les digo que fue tan divertido para mí escribir desde el punto de perspectiva masculina. Pos, pues... ya está el cap weyes, y ya saben la famosisisima verdad. A ver en qué acaba todo este embrollo.

Y como símbolo de buena suerte o lo que quieran, me quebré dos uñas con tal de publicar el 12/12/12. Porque es una fecha super importante que no se repetirá en 88 u 82 años, si no estoy mal. ¿Cómo pasaron este miércoles? Yo me la pasé viendo el#121212Concert, y eso hago, in fact. 

Bueno, chiquillas hermosas. Amo sus comentarios, por lo que quiero que me digan si les gusta cómo va quedando la historia o si les gusta este tipo de POV's, no sé. Diganme. También si se tiraron un pedo o algo re loco. Lo que quieran. 
Gracias por su infinita lealtad y que Dios las acompañe siempre. 
Btw, díganle al 21 de diciembre si vi caer la cabeza de Carlisle en BD2, no le tengo miedo a él. jajaja
Es cierto, guey .____.
Saluditos amores, de mi vida. 
Majo.


¿Dejas de creer en la luna cuando sale el sol?

1 comentario:

  1. Majo..!!!
    Creo que ya te lo eh dicho muchas veces pero
    creo que no me cansare de hacerlo Jejejejejeje
    Me encanta como escribes..!!! Y este cap. es
    mejor de lo que esperaba, sería interesante ver
    cual es el POV de Kate de la última escena Jejeje
    Bueno mujercita te dejo y te deseo un Feliz Año
    Nuevo...!!!
    Te mando muchos besos y abrazos y ojalá y puedas
    Subir un capítulo antes de que termine el año =)
    Ok creo que eso tiene un gran nivel de dificultad
    Jejejejejeje pero no tardes mucho pequeña.
    Nos vemos..!!!
    -Alex-

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