- Trouble - Coldplay.
- On Melancholy Hill - Gorillaz
- Creep - Radiohead
-Aquí “Trouble – Coldplay”.
Me golpeé la cabeza contra el suelo, y sentí como por cada segundo marcado en el reloj se me volvían más pesados los párpados. No me quería sumir en una oscuridad profunda, pero… me estaba arrastrando hacía ella; era su presa y, raramente, me encontraba sin salida…
Abrí los párpados de golpe, sintiéndome más mareada de lo que esperaba. Vi las paredes blancas y sabía que estaba en la enfermería, lo que no sabía era que tenía a la enfermera justo a mi lado, por lo que me asusté y salté en mi mismo lugar, sofocando un grito ahogado.
-No te asustes querida –me tranquilizo la enfermera –, no quiero que se te vuelva a subir la presión.
¿Se me subió la presión? No tenía ni idea de qué había ocurrido luego de mi fallido intento por evitar parecer más tonta encerrada en el baño. Fruncí el ceño cuando un repentino dolor de cabeza me invadió y cuando pude tocar mi frente, sentí una venda pegada con adhesivo, eso debía haber sido el líquido que había sentido. Estaba tan confundida y conmocionada que apenas y podía articular palabra alguna.
-No recuerdas lo que paso, ¿cierto? –inquirió la enfermera con voz dulce.
Avergonzada, negué lentamente.
-Pobre chiquilla –musitó mientras me acarició la coronilla de la cabeza –, te explicaré: asumo que entraste al baño y bueno, esa historia no me la sé tan bien, pero comenzando el segundo periodo unas amigas tuyas venían acompañadas de Sebastián, quien te traía en brazos, diciendo que te habían encontrado inconsciente en el baño. Tu amiga chiquita, creo que se llama Natalia… y la otra, ellas no quisieron hablar hasta que Sebastián se hubiera ido, lo cual costó muchísimo porque se negaba a dejarte sola, luego lo reprendí y le dije que igual no te ibas a despertar en un buen tiempo así que yo lo llamaría en cuanto lo hicieras. El punto es que Natalia y tu otra amiga…
-Luisa –suspiré.
-Si ella, bueno… me comentaron que tuvieron que pedirle a algunos integrantes del equipo de futbol que tumbaran la puerta, porque estaba con llave y fue una horrible sorpresa encontrarte a ti en el suelo y ahí fue cuando llamarón a Sebastián. También me comentaron que les habías mandado un mensaje diciéndoles que en realidad sí te habías quedado encerrada en el baño… pero honestamente, Kate… yo no te creo.
-¿Por qué no me cree? ¿Cree que hice esto a propósito? –hable entrecortadamente debido a mi respiración agitada.
-Nunca fue mi intención darte a entender eso –se disculpó –. Me refiero a que no creo que te hayas quedado encerrada en el baño, más bien creo que te encerraron.
Mi pulso se acelero. ¿Es que acaso ésta mujer era adivina? Cualquiera en mi lugar estaría dispuesta a delatar a Jasmine, y para ser honesta ganas no me faltaron, pero la moral me habló y no quería tener más problemas con ella, no más de los que ya tenía. Había desarrollado en mí una mentalidad de “perfil bajo” para poder sobrevivir a la primaria y a la secundaría, y lo había hecho de maravilla… hasta que apareció la preparatoria y me puso retos contra esa mentalidad, pero yo haría lo que fuera por mantenerla, no era de las que disfrutaba toda la atención en mí.
-¿Qué le hace creer eso? –insinué precavidamente.
-Solo dime Kate, ¿quién se encerraría por querer en un baño? –Lanzó la pregunta capciosa –Y más cuando eres claustrofóbica.
Me sorprendí que supiera todo eso relativamente de mí.
-Solo dime si estoy en lo cierto –pidió.
Y la verdad es que su petición no iba más allá de mis límites, y ella solo pedía que corroborara su sospecha.
-Sí –asentí en susurros.
-¿Quién lo hizo, querida? –dijo tan maternalmente posible, que pude jurar que vi como se le humedecían los ojos.
-No me pida que le diga –pedí –. Es complicado.
-¿Más complicado que esto? –soltó señalándome con sus manos arrugadas. Supuse que mi estado era bastante “complicado”.
-No lo sé –respondí mientras me sentaba en la camilla –, pero ya de por sí es bastante complicado el hecho de que alguien me haya encerrado. Entiéndame, no quiero verme involucrada; lo que menos me gusta es el drama.
-Tienes razón, chiquilla –dijo mientras se frotaba las manos nerviosamente y se dirigía a la puerta –. Espero y hagas que él lo entienda.
-¿Quién…? –repuse confundida mientras ella abría de par en par la puerta, la cual no había estado cerrada en todo ese tiempo. Sebastián tenía pinta de preocupado y molesto, abrí los ojos sorprendida porque eso quería decir que él había escuchado todo… y lo que me tensó fue que tendría que explicarle… o algo por el estilo.
-¿Usted supo que él estaba ahí? –pregunté horrorizada, con sentimientos de traición que punzaban mis costillas.
-Lo vi llegar justo cuando estábamos hablando –aceptó avergonzada –y no dije nada. Lo siento, Kate.
-¿Ella está lista? –preguntó Sebastián sombríamente, yo sabía que él sabía que no era mi intención contarle el problema original… y de alguna manera me las iba a ingeniar para no contarle la verdad, en serio que era muy innecesario.
-Sí, sí –asintió la enfermera que, de pie, al lado de Sebastián parecía su abuelita. Rebuscó en un botiquín y me entregó unas aspirinas –. Por si tienes dolor de cabeza.
La anciana habló con la cabeza gacha y no me vio a los ojos. Sabía lo que había hecho y sabía en el problema en el que me había metido. Sebastián avanzó hacía mí y me tendió la mano para bajarme de la camilla, sin dirigirme palabra alguna. Él se quedó quieto mientras yo avancé tímidamente hacía la puerta, giré sobre mí misma para ver qué lo demoraba.
-Gracias, Louis –la abrazó tiernamente y beso su coronilla, y ella correspondió a su abrazo de la misma manera; había algo que no entendía todavía.
-De nada, hijo –le respondió.
Y eso era. Louis, la enfermera, se miraba como la abuelita de Sebastián porque en realidad sí era la abuelita de Sebastián. Fue inevitable para mi rostro expresar sorpresa cuando ella me dirigió la mirada una vez que Sebastián se había apartado de ella y me rodeaba con sus rígidos brazos.
-Cuídala –le ordenó Louis a Sebastián cuando salimos de la puerta.
Éste último me llevó hacía mi auto en silencio, no se molestó en proferir sonido alguno y estaba más que claro que yo iba a romper el silencio. Y justo así fue el camino hacía mi casa, incluso cuando me moría por preguntarle que qué había hecho con su auto, o si lo había dejado en el instituto, o si lo iría a traer luego y si era así, cómo se iría. Frustrada como estaba, me limité a morderme la lengua y a tratar de no marearme. Jugueteé dos que tres veces con la gasa y la venda que tenía pegada a la frente para cuando me di cuenta que ya habíamos llegado y una especie de miedo me inundó el cuerpo en cuanto Sebastián haló del freno de mano. Se desabrochó el cinturón y yo hice lo mismo. Me pregunté si se quedaría en el auto o si saldría en ese mismo instante.
-¿Quieres hablar sobre eso? –preguntó hablando toscamente.
-¿Sobre qué? –mantuve la vista fija en el retrovisor de mi puerta.
-Sobre el hecho de que casi mueres en el instituto en ese intento de…
-¿Intento de qué? –lo desafié viendo sus ojos –. ¿Realmente crees que todo esto ocurrió a propósito? No exageres, fue solo accidente. Soy torpe, muuuuuuy torpe –dije alargando la palabra –, soy descoordinada, y aún más. Y si crees que esto fue un “intento de llamar la atención”…
Me interrumpí a mi misma porque estaba llegando al punto de querer llorar, odiaba ser tan malditamente emocional.
-¿Entonces qué fue? –exigió saber.
-Toda mi vida –traté de tragarme las lágrimas y demostrarle mi punto –he odiado ser el centro de atención, no me gusta. He mantenido un “perfil bajo” durante toda mi vida por algo, y todo estaba bien…
No habló, pero vi en su rostro que necesitaba que yo terminara esa frase. Me hundí en mi asiento de la frustración y bufé antes de hablar.
-Y que mi “enemiga natural” –entoné las comillas en el aire –aparezca no lo hace más fácil.
-¿Tu enemiga natural? –bufó como si fuera chistoso –. Oye, espera… ¿Estás hablando de quién te encerró en el baño?
Asentí cuidadosamente viendo la larga calle que se extendía por enfrente de mi vista.
-¿Quién fue? –quiso saber.
-Es mejor si no lo sabes…
-¿Cómo que es mejor? –Enloqueció –No puede ser mejor, Kate. Mírate. ¿Crees que es fácil para mí verte así?
Sus palabras eran tan ciertas que dolían, la verdad era que ni a mí me gustaba verme así.
-Jasmine –susurré.
-¿Qué? –preguntó atónito.
-Ya me oíste –era fastidioso repetir las cosas.
-¿Jasmine? –Parecía realmente confundido – ¿La nueva? ¿Mi amiga?
El modo en que entonó el “mi amiga” me dio nauseas.
-Sí… ¡Jasmine! –Me extralimité a no gritarlo, pero estaba enojada –La rubia, la hipócrita… ¡Ella!
Su rostro se confundió y trato de que se cabeza procesara todas las cosas lo más rápido posible.
-¿Estás segura? –Preguntó de nuevo y yo torcí los ojos –Pudo haber sido una confusión…
-¿Una confusión? –Bufé sin poder controlarme, debido a que sus palabras me dolieron –. ¡Me amenazó, Sebastián! Luego me pegó una bofetada, me lanzó contra el piso, huyó y me encerró. ¿Qué de eso es confuso para ti?
Honestamente, no quería que Sebastián supiera. Implicaba a una de sus “amigas” y estaba segura de que ella había hecho su parte de “dos caras” para sacarme ventaja, y lo había logrado. Estaba furiosa con Sebastián porque no me creyera a mí, según él, “la luz de sus ojos”. Blah. Aunque por un lado, él no tenía tanta culpa puesto que Jasmine, repito, habría hecho su trabajo lavándole el cerebro… ¡Pero igual! Me costaba demasiado entender que no me creyera a mí.
-¿Y sabes algo? –agregué al notar que se quedó absorto en sus pensamientos. Busqué a tientas en mi chaqueta y tomé la llave con fuerza –Si todavía te sientes confundido, ¿por qué no vas tú a preguntarle a ella?
Escupí la pregunta con todo el sarcasmo posible que mi voz pudo denotar, salí del auto dando un portazo mientras Sebastián me gritaba desde adentro y maldecía por lo bajo al tratar de abrir su puerta, pero ésta no tenía seguro y él pensando que sí lo tenía, se lo puso… lo que me hizo ganar tiempo y correr hacía la puerta de mi casa, estaba a metros cuando oí a Sebastián gritándome sobre los hombros. Abrí tan rápido como pude y oí como el “Kate” estaba aún más cerca. Cerré la puerta y lo dejé con la palabra en la boca. Me recosté de espaldas a la puerta mientras oía como Sebastián la golpeaba desesperado, me deslicé hasta el suelo y empecé a llorar. Tiré mi mochila por algún lugar y junté mis piernas para esconder la cara entre ellas y sollozar quedamente sobre los gritos de Sebastián alarmantes.
En cuestión de unos veinte minutos, Sebastián se rindió y no pude oír nada más. Después de una “grave conversación con la puerta” que incluía algo como “Kate, si no me abres tendré que tirar la puerta”, “Ábreme, Kate. Te lo pido”, “Lo siento, mi amor” ó “Tu padre está a unas solas calles y no me cuesta ir a buscarlo”.
Admito que con la última frase introdujo cierto miedo en mí. Él era tan capaz de ir a buscar a mi padre y alertarle de la situación, pero luego recordé que él estaba furioso conmigo, y si lo estaba conmigo era más que seguro que también lo estaba con Sebastián, así que él no se podía dar el lujo de irlo a buscar si se le daba la gana, incluso aunque se tratara de mí. Y cuando él lo pensó, maldijo por lo bajo, pero yo aún lo pude oír.
De pronto, un rectángulo se deslizó por debajo de la puerta. Tenía escrito algo con la letra de Sebastián en él, me deslicé rápido para leerlo:
-Al parecer, no me vas a abrir. Esto no se va a quedar así, Kate. Dejé las llaves de tu auto en el contacto, te llamaré más tarde. Por favor, contesta. Te quiero…
Era casi imposible que alguien me dijera que me quería con semejante berrinche que acababa de hacer. Pero ahí estaba escrito. Suspiré profundo y me puse de pie para aplastar mi ojo en el típico hoyito que estaba en la puerta. Sólo podía ver mi carro… y nada más. Abrí la puerta con cuidado y saqué la cabeza. Vi hacía la derecha: nada, vi hacía la izquierda: la espalda de Sebastián confundida con las de muchas más personas. Se agarraba la cabeza con las manos y justo cruzó hacía la cuadra en dónde estaba su casa.
Me sentí un poco culpable, pero tenía una parte de mí sabía que había hecho lo correcto, porque sí había hecho lo correcto ¿cierto? Necesitaba consultarle a alguien todo esto, caminé hasta la sala que era por donde había terminado mi mochila y saqué mi teléfono. Tenía que llamar a Luisa para contarle, pero no era ni medio día así que ella tendría que estar en el almuerzo con Natalia. Y en serio, necesitaba hablar con ella… o con Natalia. Fui a sentarme a las gradas mientras escribía un texto para Luisa: “Cuando acaben las clases, ven con Natalia. Tengo mucho que contarles”.
Y ahí, sentada como estaba, me puse a pensar en muchas cosas, principalmente en lo que Sebastián había dicho. O más bien, en lo que no había dicho, en todo en lo que él no me había creído y hasta en sus “amenazas”. Y como un rayo, una idea cruzó mi mente: él dijo que mi padre estaba a unas calles, y yo pensé en que él estaba furioso conmigo… ¡Tenía que ir a hablar con mi papá!
-Aquí “On Melancholy Hill – Gorillaz”.
Me levanté de un salto de las escaleras y abrí la puerta decidida, luego vi el reloj que estaba en la pared y marcaban las once de la mañana. ¿Qué? ¡No podía ser tan temprano! Cerré la puerta un poco decepcionada e hice cuentas, mi padre estaría en su habitación del hotel sí mucho a las dos de la tarde así que tendría que encontrar qué hacer para ir a las dos en su busca.
Subí las escaleras rápido y entre eso me tropecé, pero subí directamente a mi cuarto. Siempre que no quería pensar, me gustaba entretenerme con algo, lo que fuera… y en ese momento solo podía ver el gran desastre que inundaba mi habitación. Me entretuve una hora entera arreglando mi cama, ordenando viejos cuadernos, viendo anuarios y aunque me pareciera una eternidad el tiempo que había usado, era aun muy temprano así que seguí con el cuarto de mamá. Me volví una maniática total, pero deduje que no tendría que hacer mucho esfuerzo ya que me acababa de golpear la cabeza. En ese momento consideré una buena idea tomar una ducha, así que lo hice. Me sequé el pelo y baje un poco hambrienta, tenía ya solo una hora que esperar lo que fue cierto alivio. Encontré una nota en la mesa cuando me acerqué:
“Kate, fui con Julia y Lucía al centro comercial. De nuevo. Lo siento. Te deje un poco de lasaña en el refrigerador. Te amo.
Torcí los ojos mientras arrugaba el papel en mi mano y caminaba hacía el refrigerado, era la segunda vez en la semana que iban al centro comercial. El hecho no era que fueran y compraran cosas lindas, la cuestión estaba en que lo hacían mientras yo estaba en la escuela. Julia estaba en la universidad y estaba en una especie de receso, esa era la razón por la que se la pasaba en la casa todo el día fastidiando a mi tía Lucía para que hicieran algo, puesto que ella se aburría demasiado rápido.
Cuando calenté mi “almuerzo”, medio lo toqué. Estaba ansiosa viendo el reloj de la cocina y viendo como los minutos transcurrían con una lentitud desesperante. Me decidí a que no pasaría ese tormento, agarré mi plato y me fui hacía la sala a ver un poco de televisión para distraer la mente. Cambié de canales a una velocidad sobrenatural y me detuve en una película romántica clásica: “Orgullo y Prejuicio”. Honestamente, amaba a Jane Austen y esa era mi obra favorita. Terminé de ver la película, pero ya la había visto varias veces antes solo que ahora la diferencia era que yo terminé cubierta de lágrimas, creo que las hormonas me afectaron más de lo debido.
Con los ojos hinchados, vi el reloj y entré en pánico. Ya eran casi las tres. Tenía que agradecerle a esa película que me había quitado la preocupación, pero ahora por el apuro no encontraba mis llaves. Subí a mi habitación para buscar si no estaba en mi suéter y lo único que encontré fue el papel bien doblado con la letra forzada y las palabras dolidas de Sebastián; “dejé tu llave en el contacto”, recordé.
Salí disparada hacía la entrada y me dirigí a mi auto, aunque no sabía si debía caminar o no. Lo pensé muchísimo y abrí la puerta del coche solo para sacar las llaves y disponerme a caminar. Un poco de aire fresco me haría bien y la verdad era que entre más me tardara, mejor. Sí, sí, lo sé, estaba desesperada porque llegara la hora, pero no sabía qué decir y dispuse que en el camino lo descifraría. Está bien, ¿y qué le diría en todo caso? Mi cabeza daba vueltas mientras doblaba la esquina, me toqué la frente del lazo derecho y sentí una punzada en mi herida cubierta por la venda. Gracias a Dios la había cambiado después del baño, sé que mi Stuart me pediría muchas explicaciones, pero trataría de limitarme a ir a lo que iba, o le iba a inventar algo. Sentí algo tan horrible cuando mis pensamientos se enfocaron en la razón por la cual tendría que haber una charla… iba a pasar todo esto por Sebastián, y él no estaba aquí.
Me molesté demasiado que Sebastián se pusiera del lado de Jasmine, y por un lado… ya lo veía venir. Por eso era exactamente la razón principal por la cual lo quería dejar afuera de esto, hablando también que el asunto no tenía nada que ver con él… en teoría. Porque Jasmine había hecho todo eso porque no había logrado engatusar a Sebatián, y me quedaba claro. Aún así, no cabía la forma de que él pudiera estar de su lado, y eso fue algo que me había dolido muchísimo.
Me sequé una lágrima en cuanto entre al vestíbulo y me dirigía hacía la recepción. La recepcionista tecleaba a gran velocidad con sus uñas pintadas de color rojo intenso. Me acerqué esperando a que levantara la vista del documento que leía profundamente con el ceño fruncido. Tamborileé los dedos sobre el escritorio y ella continuó ignorándome:
-¿Disculpe? –carraspeé.
Ella me miró por encima de sus gafas cuando habló:
-¿Se te ofrece algo?
-Eh, sí. ¿Me podría decir en qué habitación se hospeda Stuart Johnson?
-Esa información es clasificada –dijo mientras volvía a teclear a velocidad sobrehumana.
-Usted no entiende –dije tratando de no enfadarme –, él es mi padre.
-¡Já! –se mofó torpemente –Stuart Johnson no tiene hijos –me miró de reojo como si estuviera viendo algo podrido –, y menos hijas. Nunca nos lo ha comentado, y eso que me incluyo entre el círculo de amigos que frecuenta cuando viene a Los Ángeles.
Sentí algo en mis costillas, como una punzada.
-¿Y viene seguido? –pregunté ausente.
-Varias veces al mes –siguió tecleando despreocupada –, y siempre se queda aquí en este mismo hotel. Por eso te digo, niña, que si Stuart tuviera hijos, ya lo hubiera mencionado.
-¿Te habló de su esposa? –repuse.
-¿Ex-esposa? –Me miró por un milisegundo y luego volvió a lo suyo –Sí, nos comentó del divorcio y todos pudimos ver qué realmente le afectó, pero honestamente él debería continuar con su vida; es joven, exitoso y, aquí entre nos, bastante atractivo. Qué tonta fue su ex-esposa.
Quería propinarle un golpe a esa recepcionista más de lo que se merecía, pero me controlé. Aunque mi boca no.
-Pequeña zorra –susurré por lo bajo.
-¿Qué dijiste? –habló ella alterada.
-Nada –solté mientras marcaba el número de mi padre un poco molesta. O dolida. Esa mujerzuela tenía claras intenciones con mi padre, pero yo rechazaba la idea de imaginar a mi padre con otra que no fuera mi madre, simplemente no podía imaginarlo. Y que mi padre nunca haya comentado sobre mi existencia me hacía sentir pequeña e incluso insignificante en su vida. Y la verdad era que era más o menos así. Por eso exactamente había querido hacerle saber sobre Sebastián, y que él reaccionara de la forma en que lo hizo complicó todo. Y que ahorita estuviera furiosa con Sebastián me estrujó mucho más el corazón…
-¿Diga?
-¿Papá? –dije sofocando las lágrimas.
-¿Kate? –no pudo ocultar su asombro.
-Papá, dime el número de tu habitación –me giré para que la recepcionista no oyera –. Estoy en el vestíbulo.
-Trescientos seis –musitó sin expresión alguna en su voz.
-Subo enseguida –y colgué. Me dirigí hacía la recepcionista para hablarle –. ¿En qué piso quedan las habitaciones trescientos?
-En el sexto –afirmó sin mirarme, luego razonó y me miró –, ¿por qué?
-Porque ahí está mi padre –dije mientras guardaba escandalosamente mi teléfono para que se diera cuenta de que había hablado con él –. Ya sé el número de su habitación, pero de todos modos gracias… aunque mi padre fue más útil. Con permiso.
Y me alejé viendo como su rostro se crispaba del enojo. Presioné el botón del elevador una vez, luego otra y luego otra, como si la simple idea de presionarlo lo haría llegar más rápido. Cuando se abrieron las puertas, esperé a que la multitud bajara y a que otra multitud subiera… y de último yo. El botones nos preguntó a cada uno que piso y mientras subíamos no podía alejar la vista de la mini pantallita que está ubicada por encima de las puertas de éste mismo.
-Aquí “Creep – Radiohead”.
El elevador se detuvo en el piso seis y salí de él, igual que un señor que vestía un traje y una señora con un vestido pomposo. Ellos salieron sabiendo lo que buscaban, mientras que yo me quedé parada y oía como las puertas del ascensor se cerraban detrás de mí. Por un momento me arrepentí de haber ido al hotel, pero me armé de valor y busqué la habitación trescientos seis. Cuando la encontré, me quedé pasmada mientras veía el número ahí clavado en la puerta, sentía que se adhería más y más a ésta y… estaba perdiendo la cabeza.
Toqué dos veces con los nudillos esperando ver su rostro alegre que ponía cada vez que me miraba, pero solamente me encontré con un rostro vacío de emociones e indiferente a mi presencia.
-Pasa –habló con voz ronca mientras no me dirigía la mirada. Entré con temor de que hubiera alguien ahí porque escuchaba voces, pero era solamente el televisor. Mi padre tenía una camisa de vestir, de las que siempre usaba cuando se iba a trabajar, arremangada debido a que estaba cocinando. Me sorprendió ver que la habitación era bastante grande que hasta cocina tenía incorporada. Mi padre estaba teniendo un intento de cocinar pasta, tenía varias salsas de bolsita a un lado de la estufa y tenía unos espaguetis en una olla.
-¿Desde cuándo cocinas? –repuse mientras me reía en un intento de hacer más agradable el ambiente.
-Desde siempre –dijo un poco menos frío –. Lo que pasa es que tú nunca me diste la oportunidad de demostrarlo.
Sonó como algún pensamiento que tenía reprimido dentro, lo ignoré mientras me acercaba a la refrigeradora para sacar una cebolla y ayudar a hacer la salsa. Busqué un ajo, una tabla de picar y un cuchillo.
-¿Qué haces? –me preguntó él confundido desde la hornilla donde vigilaba los fideos.
-Te ayudo, ¿qué no ves? –agregué un poco de sarcasmo, puesto que él lo adoraba viniendo de mí. Sonrió curvamente y me gocé del “gran” avance que habíamos hecho.
-Y, ¿cómo estuvieron las clases hoy? –preguntó sin dirigirme la mirada.
Buena pregunta, el hecho era que no había ido a ninguna clase el día de hoy por la misma razón por la cual tenía una venda en la cabeza.
-En realidad, no fui –admití –. Bueno sí fui, pero tuve que regresar…
-¿Por eso? –dijo señalando con su paleta mi venda.
Asentí.
-¿Qué te paso? –quiso saber. Y aquí era donde tenía que inventar mi coartada en general.
-Pues, veras: iba corriendo para la clase de Biología que tenía al primer periodo, y pues admito que iba un poco tarde, pero no tanto. Cuando pasé cerca del baño, no noté que estaba mojado y me resbalé y me golpeé la cabeza. Quedé inconsciente por un periodo entero.
Agregué la última frase para hacerlo ver más interesante, pero su rostro denotó un poco de preocupación.
-¿Tarde, eh? –Dijo concentrándose en los espaguetis –Tú nunca llegas tarde…
Dejó la frase en el aire, y mientras yo terminaba de picar el ajo y sacaba una cacerola dije:
-Hay una primera vez para todo.
-Apuesto que ese chico, Sebastián, tuvo que ver en todo esto –lo soltó de lo más normal, mientras que a mí la sola pronunciación de su nombre me punzaba el pecho.
-Pues no –miré sus ojos para que viera la sinceridad de los míos –, en realidad él ya estaba en su clase cuando eso pasó y fue él quien me trajo a la casa…
Pero él estaba viendo lo que yo hacía, y me detuvo.
-Así no hago yo la salsa –frenó mi muñeca justo cuando iba a dejar caer la cebolla.
-Papá, sé que así no la haces tú, pero va a quedar…
-Así no la hago yo –repitió.
Me molesté. Me solté de su puño y tiré la cebolla por toda la tabla de picar y aun así cayó al piso, solté el cuchillo y volví a meter la cacerola en su lugar.
-Está bien –grité –, como quieras.
Me alejé de él y fui a la sala a apagar la televisión puesto que ya estaba harta de hacer charla e iba a ir al punto.
-Oye, ¿por qué lo apagas? Ese programa…
-No me importa tu programa –solté –. Vine a hablar, y eso haré.
-Si esto es sobre Sebastián no creo que valga la pena hablarlo porque…
-¡Claro que vale la pena, papá! –Exclamé –Aun no comprendo por qué reaccionaste de esa manera el sábado…
-Cuando tengas a un hijo que te excluye de tu vida, hablamos –me interrumpió bruscamente casi gritando las palabras. Fue como una bofetada para mí, puesto que me estaba echando en cara que lo mío con Sebastián estaba mal, y también porque se sentía herido… por mí.
-¿Excluirte de mi vida? –pregunté como si me hubieran dicho algo absurdo, y en realidad lo era –Yo no te quiero excluir de mi vida, papá. Te dije de Sebastián porque quería que estuvieras al tanto de que soy feliz, que mi vida está bien… Además –sabía que me iba a arrepentir de lo que iba a decir, pero no me pude frenar –, ¿quién es el que excluye a quién?
-No comprendo –frunció el ceño.
-Hablas de excluir cuando ¡tú mismo nos excluyes a nosotras, papá! –Noté que estaba casi gritando – ¿Por qué nunca nos habías dicho que venías seguido a la ciudad?
Su cara se crispó y evito por completo mi mirada.
-¿Y aun, papá, hospedándote en este hotel, a unas calles de nosotros? –mi tono nunca cambió, pero era cierto: era lo más absurdo que había tratado de asimilar hasta el día de hoy.
-Kate, yo…
-Si era por mí mamá, de acuerdo –traté de comprenderlo, traté de entender que tal vez no quería verla todo el tiempo puesto que estaba en el proceso de “olvidar y superar” –, pero si tampoco hiciste el intento de verme a mí, que soy tú hija… ¡Entonces no me vengas con que te excluyo de mi vida!
Salté del banquillo en donde estaba sentada, y corrí a la puerta mientras la cerraba de portazo detrás de mí y corría hacía el ascensor. Escuché mi nombre por detrás, pero las lágrimas lo silenciaron. Para mi suerte, el ascensor estaba abierto y solo iba una pareja. Entré con las lágrimas desbordándose, pero me limité a no verlos. Me observaron por unos segundos y luego bajaron en el piso cuatro. Recosté la cabeza sobre la pared del ascensor sin importarme que los surcos de lágrimas se vieran.
-¿Se encuentra bien? –preguntó el botones preocupado, un anciano con cara llena de amor.
Negué con la cabeza, porque tenía miedo de que se me quebrara la voz, pero… Ya estaba yo ahí, llorando en público debido a que estaba realmente cansada, ¿en qué otro modo me podría ver más débil?
-Hoy no fue mi día –dije susurrando.
-Ánimo, linda –sonrió el anciano inspirando tanta ternura –. Cuando llegas a mí edad, te arrepientes de todas las lágrimas que derramas y de todas las oportunidades que no viste.
-El problema es –suspiré –que no le encuentro ninguna oportunidad a todo esto.
-Eso, querida, es algo que solo el tiempo revela –me sonrió y las puertas se abrieron.
-Gracias –exclamé y hubiera dado lo que fuera por quedarme ahí, en donde me sentía bien.
Salí del ascensor al vestíbulo y traté de no ver a la recepcionista, porque tenía los ojos rojos. Mi teléfono vibró en mi bolsillo y juré que si era mi padre, tiraría hasta el aparato. Pero era Natalia.
-¿Diga?
-¿Kate, en dónde estás? –oí a lo lejos la voz de Luisa.
-¿En donde están ustedes?
-Enfrente de tú casa –habló Natalia –llevamos quince minutos tocando y nadie abre.
En todo lo que hablaba me detuve a metros de la puerta, cuando oí que mi padre gritaba desde atrás mi nombre, salí disparada.
-Ya voy –le grité al teléfono y colgué.
Salí corriendo y esquivé a varias personas que me injuriaron cosas inentendibles. Podía oír a mi padre seguirme, pero sabía que no iba a lograr seguirme el paso. Aceleré un poco y pude ver la esquina y sabía que ahí ya estaría a salvo porque estaba a unas cuantas calles de mi casa. No me quise arriesgar a mirar atrás, siempre se me había enseñado que eso era debilitar tu posición… o algo así. Pero al estar cerca de doblar la esquina, no pude evitar y volteé. No vi absolutamente nada porque en ese momento, alguien se impactó con tanta fuerza conmigo… que caí al suelo, y la otra persona igual. Me golpeé la cabeza en el mismo lugar que ya me había lastimado en la mañana, pero me preocupaba más que mi padre me alcanzara.
Cuando pude ver bien quién era mi obstáculo, observé que era un chico. Cuando se paró me di cuenta que era alto, de cabello castaño oscuro, un poco pálido, ojos claros y su rostro estaba confundido, yo podía jurar que lo conocía de algún lugar, pero no recordaba y no quería utilizar mal mi tiempo. Me ofreció su mano para poder levantarme.
-Gracias –dije mientras me ponía en pie y seguía dispuesta a salir disparada.
-Oye, venías hecha una bala –exclamó con voz ronca, profunda… una bonita voz.
Me molestó que el sujeto este buscara plática cuando yo estaba tratando de “huir”.
-Ese era el plan –repuse alejándome lentamente, para que no se viera descortés, pero lastimosamente mi sentido del horizonte viró y me tambaleé. Este muchacho me sostuvo por los brazos y lo hizo hasta que pudiera tener buen equilibrio.
-Oye, deberías esperar un momento si es que quieres seguir en la carrera –esbozó una sonrisa y yo le respondí con una tímida. Giré en dirección hacia la calle del hotel y no vi a nadie, bueno sí… vi a muchísima gente, pero no estaba mi padre ahí. Y ya que ya no estaba ahí, decidí despreocuparme un poco y caminar tranquilamente hacía mi casa.
-Tienes razón –suspiré cuando sentí una punzada fuerte en mi cabeza, pero no la toqué por miedo a llegar a obtener más atención de la debida con este sujeto.
-Me llamo Martín –extendió su mano.
-Kate –dije mientras estrechaba su mano y le sonreía, mientras él hacia exactamente lo mismo…
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¿Les gustan los caps así de largos? ¿O regreso a la misma cantidad? Diganme :c
Bueno, ustedes no tienen ni idea de lo *inserte sentimiento de alegría infinita aquí* que me hicieron al leer sus comentarios, enserio chicas. ¡Son lo maximo! Gracias a todas y a cada una porque enserio me dieron muchísimas motivaciones y razones para seguir escribiendo y para sacar el cap rapidín. Siempre les agradeceré que me apoyen de esta manera y... ¡ay por Dios! ya me puse cursi... Y hablando de eso, la parte en donde Kate mira "Orgullo y Prejuicio" y llora desconsoladamente fue real... bueno, en parte: me pasó a mí hace unos días, y hoy en la mañana también. La están pasando seguido en el cable y la primera vez que la vi sí me eché unas lágrimas que ¡ja! mi mamá pensó que algo serio me había pasado, pero esa película me enamora... o/ manita arriba a quién le pase lo mismo.
-Chicas, otra cosa... leyendo los comments me quedó así como que "Ow, ella es una hermosa." Pero cuando llego al final, me quedo en que la hermosa chica que comentó se llama "Anónimo" -.- ironía porque hay como tres que se llaman así por aquí. Así que no sé si serían hermosas y dejarme su nombre, así cuando gane algún premio yo no tenga que decir: "Le agradezco a Anónimo 1, Anónimo 2 y a Anónimo 3" Okaay, no se crean x)
-One last thing, Anónima (la chica que cree que yo escribo en The Reneesme Cullen Story): Yo no soy la escritora, yo solo soy amiga de la escritora. :D
Bueno, creo que eso es todito, las quiero infinitamente.
-Majo.García.
Quiero que comprendas que sin tí, yo no soy yo.
estuvo increible
ResponderEliminarx mi normal la cantidad,
:D ayy, me dio colera que Sebastian se quedara como estu.. pensando, debio creer en Kate
pero = estubo re lindo casi me pongo a T.T cuando Kate se pelea con su pa.
PDT: yo tambien me apellido Garcia
PDT2: pude ser la 1° en comentar al finnnnn
de tu mayor fan anonimaaa
JIMENITAAA XOXO
me encanta! :)
ResponderEliminarsebas :3
es tan lindo… pero a veces no lo entiendo…
en fin, levanto la mano como tu! o/
xD
Me gustan los caps largos, pero como quieras… :)
Sonrisas espolvoreadas!
Ohh, por dios casi lloro, mis ojitos se pusieron todos vidriosos, majo esta genial capituls largos, pobre kate hoy completamente no fue su dia, escrobe pronto
ResponderEliminarbye
cierto: o/ esa pelicula es toda
nonoo no podes,de verdad sos muy buena para esto.
ResponderEliminarme encantaria poder hacer lo mismo, escribir qe es algo que de verdad me encanta. pero ya lo he intentado y la verdad es que no sirvo.
lei los dos capitulos en una sola noche, y la verdad que me han encantado..
sinceramente me puse re feliz cuando vi que volvistes a publicar en el blog, de verdad no podes desperdiciar este gran talento que tenes solo por recuerdos malos. ya pasaran, te lo digo yo que me ha pasado muchas veces. no te tires abajo solo por eso.
segui asi, y mcuha suerte
nahara
¡Qué genial! Ojalá pudiera escribir así :c . Un beso Majo :3
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