-Me llamo Martín –extendió su mano.
-Kate –dije mientras estrechaba su mano y le sonreía, mientras él hacia exactamente lo mismo.
-¿Eres nueva por aquí? –me pregunto al cabo de un rato.
-¿Por qué lo preguntas?
Vi la hora en mi teléfono y recordé que Natalia y Luisa me esperaban, pero asumí que esta charla no duraría mucho.
-Nunca te había visto por aquí –dijo mientras se disponía a caminar y yo lo seguía.
-Pues –consideré prudente no decir mi exacta ubicación –debería ser yo quién no te ha visto por aquí a ti.
-Me pareces familiar –dijo escudriñándose las sienes –, creo que vamos al mismo instituto.
-¿Enserio? ¿Al Instituto? –era fácil reconocer, pues era el único instituto que había en la ciudad, los demás eran colegíos y eso. Así que era por eso que ya lo había visto antes en algún lugar.
-Eres Kate Johnson, ¿cierto?
-Sí, sí –me parecía bastante ilógico que él me reconociera y yo no, o tal vez me daba pena.
-La hija de Stuart, el abogado, ¿no? –creo que estaba de más asentir a eso –. ¿La novia del nuevo?
Pero la forma en que pronunció “nuevo” no me simpatizó para nada, lo dijo como si esa palabra le provocara asco o nauseas.
-Sí –reafirmé –novia de Sebastián.
-Ah –dijo como quien no quiere la cosa –está bien.
Se comportó un poco cortante cuando justo recibí una llamada.
-¿Diga?
-¿En dónde estás, Katherine? –habló exasperada Luisa. Solamente me hablaba con mi nombre completo cuando estaba realmente furiosa.
-A unas calles, ya llego –hablé quedamente puesto que el grito de Luisa se oyó hasta donde Martín estaba, y él solo rió. Colgué y metí el teléfono en mi bolsillo trasero.
-Vaya, parece que te esperan –comentó Martín.
-Creo que sí.
-Oye, una pregunta –se atrevió a decir –: ¿el nuevo es muy exigente?
-¿Qué quieres decir?
-Digo, es él quién te estaba preguntando en dónde estás, ¿no? –asumió erróneamente.
-No, claro que no –y mi curiosidad despertó –. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque –se miró las manos con temor a lo que yo pudiera pensar –, no sé, es lo que aparenta. Es decir, no habla con nadie en clases y siempre se mantiene solitario.
Fruncí el ceño, pues porque enserio no sabía qué decir. Nunca lo había visto así, siempre asumí que tenía amistades en clases o algo así.
-No me tomes a mal –interrumpió mis pensamientos –, pero creo que aleja a la gente. O creo que la gente le teme a él, no sé.
-Tú estás confundido –repuse mientras me hacía a un lado y me encaminaba hacía mi casa con la esperanza de dejarlo atrás.
-Es Sebastián, ¿cierto? –me gritó sobre los hombros, me detuve y me quedé parada en seco –. Dime si me equivoco.
Regresé solo para verlo a la cara.
-Tú no lo conoces –solté con enojo.
-Créeme, linda –musitó con tono lastimero, como si los recuerdos se estuvieran apoderando de él. De la nada, colocó cuidadosamente un mechón de mi pelo, detrás de la oreja –, lo conozco y te apuesto que hasta más que tú.
-No me interesa saber nada –le repliqué mientras quitaba su mano bruscamente lejos de mi cabello –, y no me digas linda.
Salí de ahí mientras él solo se dedicó a observar mi paso rápido. Crucé la calle y no me molesté en voltear a ver atrás, ni siquiera para ver si me había seguido. Vi el carro de Luisa aparcado en la entrada, y en cuestión de segundos ella y Natalia salieron del carro. Entramos a la casa y no dije ni una palabra, juraba que echaba chispas.
Tiré las llaves en la mesa y fui directamente hacía mi cuarto, gritando y bufando en las escaleras. Quería expresar mi enojo de una manera que no me hiciera llorar y que no me hiciera ver débil.
-¿Qué sucedió? –preguntó Natalia.
Enterré la cara en la almohada mientras Luisa se sentaba a los pies de mi cama y Natalia se sentaba en la silla de mi escritorio.
-Todo está mal, mal, mal, mal –repetí la palabra tantas veces como el aire me lo permitió.
-Saca la cabeza de ahí y habla –ordenó Luisa.
Primero les conté desde el plan de Jasmine, hasta mi descubrimiento de que Louis, la enfermera, era abuela de Sebastián. Luego, de cómo me dolió que Sebastián no creyera capaz a su amiga rubiecita de lo que en realidad había hecho, de mi berrinche y de mi plan de ir a visitar a mi padre. Y también de cómo ese plan había salido tan mal que me arrepentía tanto, comenté de que nunca nos había dicho que venía seguido y lo que había dicho esa zorra de la recepcionista. Y para rematar con broche de oro, lo que ese sujeto Martín había dicho de Sebastián que, aunque no fuera tan importante, me enojó que alguien pudiera pensar así de él.
Y cuando terminé, noté que estaba al borde de las lágrimas y que solamente no estallaba porque tenía que terminar de contar mi relato.
-Espera, espera –habló Natalia –. ¿Estás hablando de Martín Adams?
-No sé ni su apellido –repuse mientras me enjugaba las lágrimas con la mano.
-Creo que es el único Martín que existe en el Instituto –comentó Luisa.
-Pues él está conmigo en mi clase de Español y de Química –Natalia habló quedamente –, y parece agradable.
-Pues es obvio que no lo es –repuso Luisa.
-¿Quieren olvidarse de Martín de una vez por todas? –pregunté exasperada –. Aquí lo que más me duele es el hecho de que mi padre sea casi un completo mentiroso y que Sebastián… ¡agh!
Y me hundí en las sábanas, deseando no poder pensar. De pronto, el teléfono de Luisa sonó y nos espantó a todas por completo. Contestó un poco incómoda.
-¿Diga? –Su semblante se crispó –Sí –no sabía que expresión poner en el rostro –. No lo creo –me pareció extraño y quise saber con quién hablaba –. Entiendes lo que hiciste, ¿cierto? No es algo tan liviano –le hice señas, pero me ignoro –Espera –se puso el teléfono en el hombro mientras nos hablaba –, regreso en un rato.
Salió disparada hacía abajo y no pudimos oír nada más.
-¿Quién crees que sea? –dijo Natalia casi leyéndome el pensamiento.
-No sé –musité mientras me ponía la almohada encima.
-Kate, tranquila –se acercó a mí y se sentó al lado de la cama –. Yo sé que todo puede estar boca abajo, pero hay que aprender a ver que también hay una buena vista de cabeza.
Lo que dijo no tenía mucho sentido, pero a pesar de todo le entendí. Entendí lo que quería decir y el objetivo de su consejo. Saqué mi cara de la almohada y la miré a los ojos.
-Ya no sé nada –repliqué mientras me acercaba a ella y la abrazaba. Ella instintivamente me rodeó con sus delicados brazos y me estrujó contra ella. Ese sentimiento que tienes cuando te abrazan sinceramente me inundó y empecé a llorar. Honestamente ya estaba harta de las malditas hormonas. Cuando de pronto oí que la puerta se cerraba de portazo, ¿a qué hora había sido abierta?
Natalia se separó de mí un poco alarmada, ¿y Luisa? Estaba abajo y no sabía quién diablos había entrado, mi madre no podría ser porque ella no era tan escandalosa, y hubiera empezado a gritar cosas como “Kate, ya vine, ven a ayudarme”. Salí de la cama de un salto y Natalia se quedó a mi lado, avanzamos lentamente hacía la puerta, pero nos detuvimos cuando oímos que dos pares de pies subían por las escaleras. No puedo mentir, estaba asustada hasta los huesos y la expresión en el rostro de Natalia denotaba casi lo mismo. Le dije en señas que se quedara justo detrás de mí y me hizo caso; avancé unos pasos, pero Natalia tomó mi muñeca rogando que no avanzara más, pero me solté y dirigí mi mano hacía la manija de la puerta. Justo cuando la toqué, esta giró y la puerta se abrió bruscamente.
Luisa apareció en la entrada, impactada de que tanto Natalia como yo estuviéramos justo detrás de la puerta. Pero estaba tan impactada que no vi por encima de su cabeza, justo detrás estaba Sebastián con rostro culpable y martirizado, y quién dirigía la vista directamente hacía mí. Todavía no había olvidado cómo me hizo sentir, y el simple hecho de recordarlo me enfurecía más. Luisa se apartó y permitió que él avanzara, pero no vio ningún indicio en mis ojos que lo alentaran así que se quedó parado ahí, viéndome.
Torcí los ojos y, aunque deje la puerta abierta, me fui directamente hacía mi ventana, dándole la espaldas a todos.
-Los dejaremos para que hablen –replicó Luisa. No la miré.
-Pero… -dijo Natalia, me giré en redondo para ver la expresión en su rostro y vi que quería que yo estuviera segura antes de irse. Asentí levemente y ella, a la fuerza, bajo con Luisa a la cocina. Oí como la puerta se cerraba, mientras se hacía un silencio sepulcral solamente interrumpido por la respiración acompasada de Sebastián.
Se acercó poco a poco, pero el sonido de sus pasos sonaban indecisos. Mantuve la vista fija en la ventana, incluso cuando me moría por voltearme y lanzarme a sus brazos, tenía que ser fuerte y tenía que mantener lo que pensaba, me había decepcionado y si yo le importaba tendría que demostrármelo, era eso o terminar. Admito que la última opción debilitó mis rodillas y por poco sentía que caía al suelo.
Y por poco mi fortaleza se rompió cuando él suavemente me rodeó con sus brazos alrededor de mi cintura. Traté de controlarme lo más que podía, y era algo difícil honestamente. Coloco su barbilla en mi hombro, y podía sentir su respiración que me ponía la piel de gallina. Cerré los ojos para poder concentrarme en mi objetivo… pero fue imposible. Me giré y vi sus ojos, y en ese momento juré que nunca lo había visto tan triste, nunca. Ni incluso en el Spring Break, ni cuando los recuerdos abrumadores lo atormentaban. Rodeé su cuello con mis brazos y el rodeo mi cintura con los suyos.
El arrepentimiento era tal en sus ojos, que no podía verlo directamente a ellos por más de cinco segundos así que tuve que girar el rostro y quería soltarme, pero él me lo impidió.
-Mírame –me pidió.
Y obedecí. Lo vi incluso cuando quería resistirme.
-No sabes cuán arrepentido estoy, Kate –susurró –. No quiero perderte, no quiero saber que te lastime y por una estúpida razón.
-Sebastián…
-No soporto la idea de no poder estar junto a ti, Kate –me interrumpió –. Cuando regresé a mi casa me volví loco de tan solo pensar que por no pensar te perdería, regresé corriendo, pero aún así no contestaste. Necesité de una gran tormenta para darme cuenta de lo que tengo… y te tengo a ti.
Y sentía que iba a llorar sobre todo lo que él estaba diciendo, sentía que me estaba haciendo tan feliz con todas esas palabras… y ahí recordé a Martín y las cosas horribles que había dicho… ¿cómo diablos podía decir eso de él?
-Ódiame si quieres, Kate –tomo mi rostro entre sus manos –, pero no me pidas que me separe de ti, porque no lo haré.
Y el tono con que dijo la última frase, fue muy decidido y seguro. Y la verdad es que a ese punto sus palabras ya se habían derretido en mis oídos, y era el momento perfecto para quedarme sin palabras, nótese mi sarcasmo. Me estampé contra sus labios, uniéndolos perfectamente y a ritmo sincronizado. Me apegó más a su cuerpo mientras que yo no oponía resistencia, enrede mis dedos en su cabello mientras él se entrelazaba a mi cintura. De un modo tan inesperado, alzó mis piernas en sus brazos, algo así como cuando los esposos recién casados se dirigen a su dormitorio, pero mi cuerpo era bastante torpe, así que no salió tan “romántico” como se pensaba. Del intento inútil, fue imposible no reírme y Sebastián también se rió, era lindo cuando se reía.
Me llevó a la cama, mientras yo nunca despegué mis ojos de los suyos. Vi un poco de inseguridad, pero quería que esos recuerdos que a veces lo frenaban se disiparan tan pronto en cuanto supiera la seguridad que yo tenía en el momento. Atraje sus labios a los míos y aunque al principio eran rígidos, poco a poco se suavizaron y estaban llenos de vida. Sus manos tenían un serio viaje por todo mi cuerpo, y honestamente ahí fue donde mi inseguridad me abordó hasta el tope. Beso mi cuello torpemente, pero en realidad en vez de causar cualquier otro efecto en mí, me dio cosquillas y empecé a reírme como loca. Él se apartó y me vio mientras me reía, así que no hizo más que acostarse a mi lado y reírse conmigo.
-Nunca sale como lo planeo –confesó entre risas.
Me giré para verlo, y él hizo lo mismo.
-Lo sé –admití –, pero la única manera en que llegue es que no lo planees.
Y era cierto, se dice que los mejores momentos no se planean, y tampoco se forjan así que por mi parte ya había dejado de intentar y cuando se diera la oportunidad, pues se daría.
Me recosté en su pecho por un largo rato, mientras mi cabeza subía y bajaba al ritmo de su respiración, cuando recordé a Martín. Incluso aunque había cosas más importantes, me había dejado intrigada lo que había dicho de Sebastián, pero tenía miedo de preguntárselo…
-Luisa me comentó que fuiste a ver a tu papá –rompió el silencio, mientras acariciaba mis brazos.
-Fue un completo desastre –y en una oración se reducía todo. Sabía que no se iba a quedar tranquilo hasta que le comentara toda la historia, pero no estaba de humor para hacerlo y él se dio cuenta.
-Entiendo –dijo con su aliento tan cerca de mi rostro, que pude sentir como despeinaba mis pestañas.
-Pero también paso otra cosa…
-¿Cuál? –quiso saber. Así que Luisa no le había dicho nada de Martín, bastante considerado de su parte aunque hubiera preferido que sí lo hubiera hecho.
-Cuando venía de regreso del hotel, me encontré a un muchacho del instituto, se llama Martín Adams –y en el momento en que mencioné su nombre, su cuerpo se puso rígido.
-¿Y hablaste con él? –preguntó tratando de manejar su tono.
-Pues no mucho –mentí. Honestamente, una parte de mí quería esconder todo eso que había dicho Martín, porque era más que obvio que no era cierto. –, solo me pareció bastante extraño que él si me recordara, me dijo que íbamos al mismo instituto y te juro que yo no tenía ni idea de que él existía.
No dijo nada, por lo que me puse un poco nerviosa. ¿Por qué le afectaría a él que hablara con Martín? ¿Acaso iba a decirme algo que él no quería que yo supiera? Solamente me apretó hacía su cuerpo, y no quise ser una aguafiestas y traer de nuevo el tema, pero estaba más que claro que en algún momento lo traería para discutirlo más, me quedé con algunas dudas igualmente.
Pensé en tal vez hablar con Martín, saber que era lo que sabía sobre Sebastián y tal vez creerle, o tal vez no. Pero era increíble el miedo que sentía, temía encontrar verdades que hubiera preferido que se quedaran ocultas, temía saber cosas que me hicieran desconfiar de Sebastián, o que incluso me hicieran temerle. Lo medité todo tan rápido, y mientras conspiraba contra mis sentimientos decidí que no podía estar ahí, con Sebastián, sabiendo que tal vez todo era mentira…
Y ahí fue donde mi cabeza enloqueció, no estaba segura de si lo que Martín había dicho era del todo verdad, tal vez era un sujeto que no le agradaba a Sebastián y ya. Y honestamente, alejarme de él no sería lo conveniente. Y no lo haría, lo amaba… y quería estar con él, pero mi cabeza estaba tan atormentada que mejor salí de la cama y bajé hacía la cocina. No me molesté en ver si Sebastián me seguía, quería bajar y despejarme un poco la cabeza.
Cuando bajé, vi a Natalia viendo televisión y a Luisa con la cabeza metida en el refrigerador.
-No hay nada bueno de comer ahí –repuse y sorprendí a Luisa, quién por la sorpresa se golpeó en la parte de arriba del refrigerador.
-¿Bajaste? –Natalia se acercó a mí.
-¡No! –Repuse sarcásticamente –Solamente soy una ilusión.
-Ja, ja –rió falsamente Luisa –Qué chistosa.
Me fui al sillón con Natalia y recosté la cabeza un rato, cuando oí los pasos en las escaleras. Las tres dirigimos la mirada hacía ellas y Sebastián puso cara de duda, aunque luego se rió y todos seguimos en lo mismo. Como a los quince minutos, la mamá de Natalia llamó preguntando si ella se encontraba con nosotras, al parecer estaba histérica y lo lamentábamos por ella, aunque ya había aprendido a sonreírle a cosas como esa. Luisa se fue también puesto que tenía que ir a dejar a Natalia a su casa y no se iba a molestar en regresar.
Sebastián estaba sentado en el sofá mientras yo buscaba algo de comer cuando mi madre, mi tía Lucía y Julia entraron por la puerta escandalosamente con varias bolsas colgando de sus manos.
-Hola, Sebastián –saludaron cada una mientras subían las escaleras. Él me miró pero yo hice de la que no vi, así que se acercó hacía mí.
-Me tengo que ir –me susurró mientras me abrazaba.
-¿No te puedes quedar un poco más? –supliqué.
-No puedo –parecía bastante apenado.
-Está bien –lo acompañe hasta la puerta, tomando su mano.
-¿Te veo mañana en el Instituto? –preguntó cuando abrió la puerta y salía hacía el umbral.
-Creo que sí –musité mientras me paraba de puntillas para besarlo –. No te vas a librar de mí tan fácil.
-No planeo hacerlo –susurró. Me sonrió y se fue alejando poco a poco, cruzando hacía la calle en donde él vivía.
Entré y cerré la puerta, quería saber qué diablos habían comprado las mujeres de la casa y subí las escaleras. Todas estaban reunidas en el cuarto de mi madre.
-¿Qué has estado haciendo, Kate? –habló con sospecha ésta última mientras se quitaba la chaqueta.
-¿A qué te refieres?
-Todo por aquí está muy limpio, y ni hablar de tu cuarto –seguía sorprendida, y no estaba entre mis planes comentarle sobre lo que había sucedido, tanto con Jasmine como con papá.
Lucía y mi madre bajaron, y estaban hablando sobre algo que había ocurrido. Consideré prudente contarle aunque fuera un poco de la historia a Julia y mientras lo hacía, ella no salía del asombro.
-Tú nada más tienes que decirme quién es esa tal Jasmine y yo me encargo –replicó con un tono de rudeza fingido –, aunque debe ser fácil, una rubia oxigenada e hipócrita.
-No, no, no –me dirigí hacía la ventana de mi cuarto –, era por eso exactamente que no quería que Sebastián se enterara y ya ves cómo terminó todo.
-Pero arreglaron las cosas, ¿no? ¿O quién estaba abajo cuando venimos era un holograma?
-No seas tonta –reí mientras me sentaba en la orilla de la cama, pensativa –, pero entiendes mi punto. Y ahora muchísimo menos quiero comentar lo de papá.
Ella se acercó y siempre daba a entender que cuando no decía nada era porque no sabía qué decir, y honestamente el silencio era mejor que las palabras.
-Es que tú no sabes cómo me dolió saber que ha estado cerca quién sabe por cuánto tiempo –se me llenaron los ojos de lágrimas y la garganta se me cerró –. ¿¡Y luego él habla de “apartarlo de su vida”!?
-Mira, Kate –me sujetó por los hombros –, lo que necesitas ahora es calmarte y respirar. Culparte o atacarte con preguntas no es lo más sabio ahora. Comprendes eso, ¿verdad?
Asentí con la mirada gacha, odiaba que tuvieran que ponerme los pies sobre la tierra alguien más que no fuera yo… un poco egoísta lo sé, pero al final siempre terminaba agradeciéndoselo a la persona que lo hacía, en este caso: Julia.
-¿Quieres un té? –Preguntó, pero luego saltó de la cama hacía la puerta y afirmó, sin ningún signo de pregunta –: Necesitas un té.
-De canela, por favor –le sonreí.
-Ahorita vengo –y salió disparada hacía las escaleras.
Y miré el techo. Así es señoras y señores, Kate Johnson está mirando el techo, reí mientras la estúpida imitación de un narrador golpeteaba mi cabeza una y otra vez. Como si fuera toda una loca riéndome por nada, salí de la cama y abrí la puerta porque decidí que quería bajar. Pero no se oía nada, solo se oía un silencio sepulcral y me preocupe. Salí de mi habitación cerrando la puerta y bajando directamente, pero oí la voz de Lucía que estaba realmente enfadada, pensé que estaría reprendiendo a Julia, pero ella nunca le hablaría de la forma en que lo hizo, parecía que a la persona a quién se dirigía le causaba asco.
-¿Qué estás haciendo aquí? –exigió saber.
¿Y mi madre? ¿Dónde estaba? De nuevo se hizo un silencio horrible.
-Dime, Stuart, ¿qué haces aquí? –Lucía se controló solo porque sabía que debía hacerlo. Y el mundo entero se vino encima de mí. ¿Papá estaba aquí? ¿Qué quería?
En ese momento, retrocedí en las escaleras y caí de sentón, para mi suerte no proferí ningún sonido, de lo contrario realmente estaría frita.
-Hola Celeny –habló papá, ignorando por completo a mi tía. ¿Y mamá? No podía ni imaginar la expresión en su rostro, sabría que tendría que ser una calmada, pero por dentro sabía que estaba destrozada.
Y otra vez: silencio. Oí unas pisadas que subían las escaleras y me espanté y poco a poco fui subiendo de espaldas, sintiendo temor en mi rostro, pero cuando quién subía las gradas apareció me tranquilice un poco.
-Kate, ¿qué haces aquí? –susurró Julia un poco confundida y aturdida.
Puse mi dedo índice en mi boca, indicándole que hiciera silencio. La arrastré hasta mi cuarto en cuestión de segundos y cerré la puerta con cuidado.
-¡Tu padre está aquí! –exclamó sorprendida.
-¿Y crees que no me he dado cuenta? –pregunté sarcásticamente exasperada.
-Quiere hablar contigo –repuso Julia.
-¡¿Qué?! ¿Eso dijo?
-No –Julia estaba paseándose por toda la habitación y me ponía cada vez más nerviosa –, pero lo imagino. Nunca se han peleado en gran magnitud como ahora, ¿cierto?
Y tenía razón. Pero si hablaba con él, o si incluso lo miraba, me derrumbaría. La herida que me había causado seguía fresca, tal y como los recuerdos en mi cabeza. Y a esos recuerdos se le sumaba la ira y el enojo… y no terminaba nada bien.
-No voy a hablar con él –afirmé. Estaba tan segura de eso de cómo me llama Katherine Johnson.
-¿Así? ¿Y cómo lo vas a impedir? –quiso saber Julia –. Si lo que quiere es hablarte, no tarda tu madre o la mía en venir a buscarte, Kate. ¿Qué harás? ¿Huir?
Y como si la respuesta cayera del cielo, puse sentir cómo se me iluminó el rostro cuando ella propuso la última opción, y como si leyera mi pensamiento, Julia rápido agregó:
-Debes estar loca –exclamó en negativa.
-¡Claro que sí! –y no perdí segundo en pensarlo, tomé mi suéter y mientras me lo ponía le dije –: Iré a dar una vuelta por el vecindario, me iré en carro no te preocupes. Cuando me busquen, tú te harás la vaca y cuando Stuart se haya ido, me mandas un texto y así ya puedo regresar.
-¿Y qué te dirá tu madre? –preguntó preocupada.
-De eso me ocupo luego –me paré en la puerta –. Lo que me preocupa ahora es alguien más. ¿En dónde están?
-Cuando me vine estaban en la cocina, pero… -y no le di tiempo a terminar. Salí sigilosamente del cuarto, bajando las gradas y era correcto, estaban en la cocina. Mientras avancé hacía la puerta, oí como Stuart empezaba su charla un poco incómodo.
-Por si no sabían, Kate vino a visitarme hoy al hotel.
-¿Estás en la ciudad? –preguntó atónita mi mamá. Pobre, pero yo sabía cómo se sentía.
De lo decepcionada que estaba, olvidé no hacer ruido al cerrar la puerta y, aunque ya estaba afuera, oí como en la cocina se estremecían y cómo mi tía Lucía le gritaba a Julia para que bajara.
-¡Maldición! –solté mientras empezaba a correr, ni tiempo me daba para arrancar el carro pues oí una pisadas que se dirigían hacía la ventana y se miraban que el auto no estaban, ¡Oh, Dios!
Corrí mientras miraba hacia atrás para asegurarme que el plan había funcionado, cuando de repente me topé con la espalda dura de alguien y caí al suelo. Pude sentir que mi obstáculo no sufrió vestigio alguno, y me dije que realmente necesitaba dejar de ver hacia atrás.
-Oye, lo siento. No te vi –dijo una voz familiar – ¿Tú?
Y para cuando me levanté y pude verle el rostro, me fue inevitable no torcer los ojos.
-¿Tú otra vez? –reclamé.
-Oye, yo soy quién debería estarse quejando –replicó.
Oí cómo alguien se aproximaba en pasos, por lo que me arrastré junto con él hacia un restaurante que había ahí cerca. No podía dejarlo ahí, expuesto y siendo evidencia; si alguien le preguntaba si me había visto, por lo peculiar el respondería que sí y les guiaría en mi dirección haciendo exactamente lo opuesto a lo que yo tenía planeado. Si yo me hundía, él se hundía conmigo.
-¿Por qué siempre estás huyendo de alguien o algo? –preguntó sarcásticamente por lo bajo mientras yo sacaba la cabeza y me aseguraba que no había nadie siguiéndome el rastro. Pero era solamente un señor de traje paseando a su perro.
-Falsa alarma –suspiré mientras trataba de que mi respiración se acompasara un poco.
-No me has respondido –insistió –. ¿Qué acaso no te dedicas a otra cosa que estar huyendo? Y a todo esto, ¿de qué huyes?
-Créeme, esto de “huir” –entoné las comas en el aire –no se me da muy bien.
No quería ser descortés, pero tampoco le iba a explicar el gran drama que tenía en casa. Aparte, me recordé a mí misma, se suponía que no quería hablar con ese sujeto quién inventó reverendas barbaridades de Sebastián, pero me tenía que asegurar que si venían en mi busca, no se lo toparían y no revelaría mi posición. ¡Santo Dios! Empezaba a sonar como general o algo por el estilo.
Nos quedamos unos minutos sin decir nada, afuera del restaurante, y no me atreví a decir nada. Si bien podría pasar media hora no me importaba, solo necesitaba un lugar, no muy lejos de casa para pasarla.
-Esto va contra mis principios –habló Martín con voz ronca –y me estoy helando aquí afuera. ¿Te parecería bien tomar una taza de café conmigo? ¿O tienes que volver a huir?
Su broma no causaba gracia, pero al mismo tiempo sí. Sonreí y acepté, solamente era una taza de café y yo estaba necesitada de cafeína. Entramos al restaurante y nos sentamos en una mesa para dos. Martín ordenó un Capuccino, mientras que yo un Caramell Macciato. En cuanto el mesero se fue, el silencio sepulcral reinó entre nosotros, y solamente fue interrumpido por mis pensamientos y esto conllevó a lo que dije:
-¿Por qué dijiste que era contra tus principios invitarme a una taza de café haya afuera? –pregunté.
Honestamente, no era la clase de preguntas que se le hacía a un desconocido que quieres conocer, pero el punto era que yo no quería conocer a Martín. Sentí cómo Sebastián se puso rígido al mencionar su nombre, por lo que significaba que, independientemente de lo que Martín estuviera diciendo sobre él, ellos dos no se simpatizaban.
-Porque me prometí nunca querer entablar una amistad contigo –habló como si estuviera diciendo cualquier cosa, como si estuviera comentado el resultado del último partido de su equipo de futbol favorito.
Me pareció desconcertante por un lado, puesto que no le conocía, pero luego quise saber más.
-¿Y por qué? ¿Qué acaso te he hecho algo malo?
Y no respondió.
-Martín –empecé.
-No, Kate –repuso –. Nunca me has hecho algo malo.
-¿Entonces?
Parecía que mi impaciencia por saber sobre el tema lo desesperaba, parecía que estaba luchando con algo que él había luchado hace mucho tiempo, pero en silencio.
-Mira, Kate, yo no debería estar hablando contigo. Quiero decir, esto no… -empezó.
-No –le interrumpí –, mira tú: si estás evitándome por Sebastián déjame decirte que estás mal. Independientemente de lo mal que ustedes se lleven o de lo indiferente que se traten, a mí no me importa. No me voy a meter en sus asuntos, ¿sí? No veo cuál es el problema.
Me quejé y quejé, mientras él solamente me observaba, lo cual sentí al principio como un poco perturbador, pero luego ignoré.
-No estoy diciendo que quiera ser tu amiga, particularmente –continué –, pero tampoco es para que me trates con tanta indiferencia.
Y él se rió, como si le estuviera contando un chiste.
-¿Qué es tan gracioso? –exigí saber.
-Tienes la misma actitud que tenías esa noche –soltó desviando la mirada. Desviando la mirada, de mí.
-¿Qué noche? –Estaba un poco confundida –Martín, ¿de qué hablas?
Y luego como si todo hubiera cobrado sentido, se incorporó en su asiento y me vio fijamente cuando habló.
-¡Claro! Por eso es que no me recuerdas… -parecía más como si estuviera hablando consigo mismo – Cómo serías capaz de recordar algo si estabas ebria…
-¡¿Ebria?! –me espanté de la sola palabra. Sí, no era una santa, pero tampoco era una pérdida. La única vez que me había puesto así fue para… En ese momento me helé por completo – ¿Qué quieres decir?
-No me recuerdas, ¿cierto? –insistió viéndome directamente a los ojos. Y me di cuenta que tenía unos ojos verde/azules.
-No, para nada –pero eso no me importaba, necesitaba saber cómo supo del Spring Break.
-Por eso es que no recuerdas lo que hizo Sebastián –dijo mientras parecía encontrarle sentido a todo.
-¿Qué diablos quieres decir? –exigí casi con lágrimas en los ojos. Se alarmó porque no quería que hiciera una escena en medio del restaurante. Pero gracias a Dios, estábamos casi al fondo.
-Kate, Kate, tranquila –dijo tomándome las manos –. Mírame a los ojos.
Y vi sus ojos. Mientras trataba de descifrar realmente de qué color eran, un recuerdo me azotó la cabeza. Ahí estaba yo, un poco subida de tragos, en la barra que estaba instalada en la playa en dónde era la última fiesta del Spring Break. Justo antes de que Sebastián se acercara a hablarme. Yo estaba charlando armoniosamente con el bar ténder, pero no de la manera en que cualquier facilona lo haría, sino de una forma amigable. El rostro de éste era un poco borroso, pero cuando poco a poco me fui acercando pude ver sus ojos. Unos ojos que no sabía si eran verdes o azules, los podría llamar verde/azules…
Y sofoqué un grito. Abrí los ojos como platos. Tenía esos mismos ojos delante de mí. Martín. Él estaba ahí, en el Spring Break. Y me daba por ignorante sobre todo lo que paso esa noche, si es que sabe realmente lo que paso esa noche. Martín era el bar ténder…
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¡Feliz Navidad a todas! Okno, es ¡Feliz Noche Buena! Je. Quería publicar hoy para desearles una excelente Navidad rodeada de felicidad con sus familiares :D [Los agradecimientos por estar conmigo, en lo personal, los pondré para año Nuevo]
De todos modos, no falta la entrada en dónde no agradezca y esta no será la excepción. ¡Miles de gracias! Aún no entiendo como siguen aquí, cosillas, pero igual. Les tengo un profundo cariño, porque solamente ustedes leen mis locuras y mis incoherenciadas.
También le agradezco a todas las que comentaron el cap anterior, aunque solo fueron cuatro, me sacaron las sonrisas. Y, Nahara, ya extrañaba ver tus comentarios. Gracias por eso tan lindo que dijiste :')
One last thing, tengo nuevo twitter. Me aburrí del otro. Siganme :D @IamDreaming_
Bueno y no me pondré más cursi solo porque es muy temprano para eso. Pasensela increíble, las quiero, las amo. <3
Love will be echo in your ears.
Hola (:
ResponderEliminarOHH por dios como martin va a ser el bartender?
O:O
tienes que publicar pronto, el muñequito tiene pircing's (:
Comentario random
byeee
poublica pronto
martin o_O
ResponderEliminarsiento que ese chico sabe más de lo que debería u.u
más!!!
estoy intrigada xD
creepy, creepy…
Feliz Navidad igual! y espero con ansias el proximo cap. :)
Copos de nieve!
Me encanto el capitulo
ResponderEliminarespero que publiques pronto
porque esto se esta poniendo
muy interesante...
Me encanta como escribes
abby(:
h°Oola Majo!!!!!
ResponderEliminarGrax x el cap.
de vrdd me hiciste el día
jjejejejeje
cada vez que
escribes algo
me dejas más
intrigada =P
me encanta la forma
en la que escribes
te am°Oo mujer
jejejeje no pares
bueno nos vemos
un beso >.<
xoxo