-¿Sebastián? –dije retirándome de su hombro.
-Dime –dijo viéndome a los ojos.
-¿Qué somos? –hablé. Y por primera vez, tuve el valor suficiente para hablar… y no me faltaron palabras.
-¿Sabes? –Dijo tomando mi mano –Estaba esperando a que me lo preguntaras.
Debo admitir que sentí que se me estrujaba todo. Había tenido experiencias previas a esta, pero aún así, supongo que nada te prepara para la sorpresa. Me limité a quedarme callada, quería que entendiera que no iba a hablar hasta que todo quedara más claro que el agua.
-Kate –habló despacio –, te seré sincero.
Tragué saliva lentamente. A este punto solo tenía dos opciones: decirme que me quería en su vida o decirme que me quería lejos de ella. Sé qué pensarán que soy una pesimista, pero también hay que aprender a ver los dos lados de la vida.
-No te he podido olvidar desde aquella noche en el Spring Break –confesó. Supongo que mi cara denotó lo confundida que estaba, puesto que se apresuró a agregar –. Me refiero a que he tenido miedo a verte de nuevo, a encontrarte otra vez y…
-Y heme aquí –dije con tono sombrío soltando su mano de la mía.
-Estás aquí –tomo mi mano de nuevo –. Admito que tuve miedo cuando te vi de nuevo, ese día, enfrente de tu casillero.
-¿Miedo de mí? –Soné irónica – ¿Por qué alguien tendría que tener miedo de mí?
-Tenía miedo a que reaccionaras mal o algo –su mirada se perdió sobre mi hombro –, de que no me permitieras explicarte…
-Sebastián –lo interrumpí –, ya hablamos de esto. No hay necesidad de hacerlo nuevamente.
-Sí, sí la hay –dijo dirigiéndose directamente hacía mí, haciendo nuevamente que me perdiera en sus ojos –. Sí hay necesidad… si quiero que formes parte de mi vida.
Me quedé estupefacta. ¿Era eso una invitación? Y si lo era, ¿a qué exactamente? Al ver que no dije nada, optó por seguir hablando.
-Desde esa noche has estado en mi mente –habló suavemente –, y no solo por algo carnal, no. Me parecías tan frágil que no sé cómo me deje llevar. Me reprendí a mi mismo muchísimas veces por casi haber hecho algo de lo que me hubiera arrepentido en poco tiempo, te lo aseguro.
-Sebastián…
-Calla –puso su dedo en mis labios generando cierta electricidad –. Aún recuerdo tu rostro –su mano se poso en mi mejilla –, tan jovial, tan feliz… tan frágil.
Agachó la cabeza hacía mí y me quedé paralizada. Apoyo su frente junto con la mía cuando volvió a hablar.
-Daría lo que fuera por protegerte de lo que sea necesario –habló firme –. No quiero que nada te pase, no quiero que seas parte de la vida de alguien más… Llámame egoísta, Kate, honestamente a esta altura ya no me importa. Te tengo en la mente día y noche, y no hay forma en que pueda sacarte de ahí.
-Sebastián… -susurré.
-Y tú sientes lo mismo, lo sé–afirmó. No era una pregunta.
Mi orgullo salió a flote en el momento menos específico.
-Tú no sabes nada –dije alejándome de él y colocándome en el extremo opuesto de la banca.
No quería salir dañada, sinceramente eso era lo último que me faltaba. Hay clases de dolores que están hechos para ser vividos cada cierto tiempo de tu vida y ya había salido de una etapa así, lo que menos necesitaba en ese momento era la posibilidad de que la herida se abriera de nuevo.
-Dime si no lo sientes, Kate –una dejadez de amenaza cruzó su voz mientras se acercaba y tomaba mi rostro entre sus manos para que pudiera verlo a los ojos –. Dime si no sientes algo cada vez que te toco, dime si no sientes algo cada vez que me hundo en esos ojos pardos tuyos que tanto me encanta, dime si no sientes nada cada vez que te beso –al pronunciar lo último, se acercó tan peligrosamente a mis labios que tuve miedo de no parecer fuerte por una vez en mi vida –. Dime, y si me dices que no… te prometo que te dejaré en paz.
Una promesa bastante peligrosa. Y tentadora. No necesitaba sentirme como me sentía. Honestamente, no quería. Sí había oído una frase que dice “supera el pasado y vive el presente”, pero también tenía bastante grabada aquea que dice “de los errores se aprende” y yo ya había aprendido demasiado. No quería tener que alejarlo, pero tampoco quería permitirle acercarse tanto hacía mí, hacía mi corazón y que al final lo destrozara en mil pedacitos. Simplemente, no lo iba a permitir.
Cerré los ojos de golpe, temiendo encontrarme con los suyos. Varías lágrimas brotaron de mis ojos sin control y me odié tanto a mi misma por ser débil. Pero a veces simplemente se llora, no por ser débil, sino porque hemos sido fuertes durante mucho tiempo. Sebastián, con sorpresa imagino, me abrazó y hundí mi rostro en su pecho, lo cual también fue mala idea. Absorbí su olor más de lo que quería y de un momento a otro, me estaba convenciendo de que en realidad lo necesitaba. De que, aunque yo no lo quisiera, mi cuerpo quería seguir a su lado incondicionalmente; mi cuerpo y mi alma.
Las lágrimas seguían brotando de mis ojos incontrolables y Sebastián, más confundido supuse, se limitó a rodearme con sus brazos y apoyar su barbilla en mi coronilla, en un gesto de protección. Rodeé su cintura con mis débiles brazos y alcé mi rostro para buscar sus ojos: mala idea. Ni yo sabía que sus labios estaban tan cerca que cuando los míos los encontraron, no protestaron. Se movieron a compás mientras él me aferraba más a su cuerpo.
El beso simplemente fue mágico. De esos que necesitas cuando no puedes parar de llorar. Bueno, así. No estaba segura de qué era lo que estaba habitando en mi cabeza en esos momentos, puesto que todo se me nubló. Me mareé y sentía que la banca en donde estábamos sentados no era más que una ilusión. No estaba segura de si era el sabor de sus labios lo que me estaba drogando o si simplemente era el hecho de haber estado llorando como un bebé unos segundos atrás, no estaba segura de nada… Ni de lo que decía.
-No quiero salir lastima –dije entre sus labios y los míos.
¡Dios santo! ¿Qué era lo que acababa de decir? Quería darle “retroceder” a ese momento de mi vida y poder evitar que yo dijera eso. Sebastián se quedo tieso como una roca a mi lado, sus labios ya no se movían, pero seguían unidos a los míos en algo bastante incomodo.
-Yo no… –empezó.
-No lo dije por ti –me hundí en su pecho. –Simplemente no quiero, y lo sabes.
Alzó mi rostro entre sus manos, decidido a que lo viera a los ojos, pero no me creí capaz de hacerlo así que los cerré con toda la fuerza posible hasta que él hablo.
-Abre los ojos, Kate.
Sin salida, así me sentía. Abrí los ojos de mala gana y lo vi, contemplando mi rostro con una cierta fascinación en él. Una sonrisa torcida curvó su rostro.
-¿En qué mundo paralelo te podría yo lastimar? –su tono era más como alguien que dice algo tan absurdo que no lo puede creer.
-No comprendo.
-Ni yo –se justificó. –No lo entiendo, Kate. No entiendo cómo me crees capaz de poder hacerte daño.
Su comentario demostró que se había sentido, y estaba claro que mi intención no fue esa.
-No es que te crea capaz –dije inmediatamente para tratar de enmendar algo –. Nunca dije eso.
Y como un rayo, el entendimiento cruzó su rostro.
-Oh –exclamó –. No Kate, yo nunca te haría daño.
Aparté mi rostro y alejé mis ojos de él tanto como pude.
-Créeme –hablo mientras sus suaves dedos se posaban debajo de mi barbilla alzando mi rostro y haciendo que mis ojos se encontraran con los suyos –, sería incapaz de herirte. Lo único que quiero es que seas feliz, y me atrevo a confesar que quiero ser parte de tu felicidad.
¿Y qué se suponía que debía decir ahora? ¿Que lo invitaba a ser parte de ella? No podía delegarle tanta prioridad en mi vida, simplemente porque fui criada en un ambiente acostumbrado a no prestar tanta dependencia a las personas, puesto que ellas eran libres de irse en el momento en que la idea les cruzara la cabeza. Pero tampoco me podía mentir, él en este momento y desde que se acercó a mí hace apenas una semana me había hecho feliz y era inevitable negarlo.
Me mordí el labio intentado disimular mi incomodidad mientras me liberaba de sus ojos y me limité a hablar con la cabeza gacha y la mirada fija en mis manos que estaban sobre la banca:
-Quiero ser feliz –escruté entre sollozos –, lo deseo con toda el alma…
-Kate…
-Y honestamente –lo interrumpí –, he estado luchando conmigo misma, con mi cabeza, con mi mente, con mis hormonas –lo miré fijamente –, con mis deseos…
Me acerqué cuidadosamente hacía él hundiendo mi rostro en su pecho, rodeando su cintura con mis débiles brazos y él rodeando mis hombros.
-Y creo que tengo miedo –continué susurrando, no tan segura de que me oyera –, de enamorarme perdidamente de ti. De estar atada a tu cuerpo, Sebastián. Tengo miedo de que te alejes.
Y fue el momento perfecto para que las lágrimas salieran e hicieran de mi discurso algo patético, nótese mi sarcasmo. Pero ahí estaban, perdiéndose en mis mejillas y rodando sin control… cuando él tiernamente levantó mi rostro con sus grandes manos y me obligó a verlo, mientras limpiaba delicadamente con sus dedos el rastro que las lágrimas habían dejado en mi rostro… un rostro que expresaba únicamente lo que sentía por medio de ellas, un rostro que le había tocado vivir demasiado, un rostro que estaba cansado de no tener una sonrisa placentera, permanente.
-Te juro por mi vida, Kate, que primero me hago daño yo que lastimarte a ti –dijo sopesando la idea de un último beso, puesto que miró mis labios con duda, pero con deseo al mismo tiempo. Y yo… le ahorré la cortesía y aplasté mis labios contra los suyos en un intento de que el beso no fuera tan lastimero como parecía. Conmigo entre lágrimas y él con rostro angustiado, solamente eso podría parecer.
Pero poco a poco, se fue perdiendo la incomodidad y me atrajo más a su cuerpo, haciendo que instantáneamente rodeara mi cuello con mis brazos, hundiendo mis dedos en su pelo. En ese momento, una chispa de felicidad saltó de mi pecho, por entre mis costillas. Era una especie de cosquilla, pero era placentera, de la que no provoca que se detenga. Ahí fue cuando supe que mi felicidad había llegado junto con Sebastián, y se iba a quedar todo el tiempo que mi sub consiente, mi cuerpo y mi alma lo necesitaran…
Dos meses después.
Llegué al instituto como de costumbre: tenía cargada la mochila al hombro, dos tomos de libros gigantes para mis clases científicas de los primeros periodos y un café en la mano que decidí comprarme de camino ya que supuse que no iba a sobrevivir a Biología sin bolsas debajo de los ojos. Mi mundo entero dio vuelta cuando vi el automóvil de Sebastián aparcado cerca de la puerta principal. Ya habían pasado dos meses desde la aclaración sobre lo que él sería en mi vida y un retortijón en el estomago me hizo sonreír como tonta.
Unos días después de ese día, él me pidió formalmente que fuera su novia. Todavía no puedo considerar la posibilidad de haber estado tan sonrojada y tan nerviosa que mi risa se oía como un asfixio, o algo parecido. Me llevó una docena de yerberas rosadas, mis favoritas; creo que Luisa conspiro en mi contra y le dio uno que otro consejo.
Entré y fui directo a mi casillero. No estaba ni Luisa ni Natalia en mi espera, y no quería ir sola hacía Biología. Abrí rápido mi casillero y metí el tomo inmenso de Química y me quedé con el de Biología, dejé mi mochila y cuando traté de cerrarlo, no lo hacía. Tuve que volver a acomodar mi mochila y hacer un par de muecas para que entrara bien. De pronto, unas manos rodearon mi cintura y su tibio tacto me hizo estremecer. Cerré los ojos y una estúpida sonrisa se curvó en mi rostro.
-Hola, Kate –me susurró delicadamente mientras reposaba su cabeza en mi hombro, como de costumbre, para que al ojo de cualquiera se viera que estábamos a la misma altura.
-Sebastián –susurró mi cabeza lentamente.
Cerré mi casillero y, aún con el tomo en el brazo, me di la vuelta para poder ver sus ojos una vez más. Tenía que decir que verlo de nuevo era un regalo que Dios me regalaba cada día, y estaba realmente agradecida. Él se irguió y, como era de costumbre, así era más alto que yo; con las mejillas coloradas me puse de puntillas para besarlo y él colaboró agachándose un poco. Sus labios no habían perdido el sabor dulce que siempre tenían, como la primera vez que me besó enfrente de mi madre y a mi casi me dio un infarto, pero ella pareció bastante tranquila conforme a eso.
A mi madre no costó demasiado decírselo, era un suceso que era de “esperarse”, según ella, y a ella le agradaba mucho Sebastián. A quién me costó una eternidad decírselo fue a mi padre. Justo después del viernes siguiente de mi cita con Sebastián, yo tenía un fin de semana planeado con mi padre. Tenía en la cabeza muchísimas cosas y no prestaba demasiada atención a lo que me decía. Fuimos a su nueva casa que estaba afuera de la ciudad, casi en medio del bosque o algo por el estilo. Yo había planeando contarle un poco sobre Sebastián para que cuando llegara el golpe final, no fuera tan duro para él… un hombre que casi no comparte mi vida.
Le hablé de la escuela, de Luisa, de Natalia… y de Sebastián, en infinidades. Mi papá parecía muy contento de que yo al fin le compartiera algo de mí día a día, pero él no conocía mi razón original y no lo podía culpar: era un hombre, y ellos suelen hacer eso, ¿no? Pasó el fin de semana y, al menos para mí, ya le había dado un amortiguador a mi padre, para que al día siguiente Sebastián hiciera su declaración y yo aceptara.
Mi idea nunca fue decírselo por teléfono, y mucho menos por mensaje de texto, o algo así… sería el colmo. Así que decidí por arreglar una visita casual, o un fin de semana en su “nueva” casa. Pero él me sorprendió a mi primero antes de que yo lo planeara todo muy bien. Un sábado por la tarde, mi madre había salido con mi tía Lucía y con mi prima Julia al centro comercial, me ofrecí a ir, pero justamente llamó Sebastián preguntando por mis planes, le dije que iba a salir con mi mamá, pero esta última al oír mi tono frustrado me dijo que me quedara y me ofreció invitar a Sebastián a que pasara la tarde en mi casa, conmigo… sola.
Abrí los ojos como platos cuando mi madre lo propuso y no había necesidad de repetírselo a Sebastián pues él ya había oído todo por el otro lado de la línea y me dijo que llegaría en unos minutos; las ventajas de vivir cerca. Pero ese no era el punto; el punto era que nunca creí que mi madre sería capaz de “entregarme así como si nada a los lobos”, si entienden a lo que me refiero. No era que yo fuera a hacer algo malo entando sola con Sebastián, pero no estaba segura de si mis hormonas me lo permitirían y me recordarían lo mucho que decepcionaría a mi madre si eso sucedía. Y tampoco era que no confiara en Sebastián, pero últimamente había decidido evitar estar a solas con él; ya había sucedido una vez en el Spring Break del año pasado y no iba a dejar que sucediera otra vez.
-Confío en ti –me susurró mi madre al oído antes de cerrar la puerta e irse, mientras me dejó con una expresión asustada en el rostro.
Fui corriendo al baño y me fue difícil reconocerme en el espejo. La sangre había huido completamente de mi rostro y parecía una momia con una expresión de asombro. Me lavé la cara tan rápido como pude y al oír el timbre se me agarrotaron todos y cada uno de los músculos.
Calma, Kate. Calma, me repetí en la cabeza. No es posible que le tengas miedo a tu propio novio.
Y no era que le tuviera miedo y mucho menos que desconfiara de él, era solamente la inexperiencia quién estaba saliendo a flote. Bajé las escaleras a trompicones y me mentalicé que no tenía que tenerle miedo, ni desconfianza… ni nada. Que lo quería y si quería que estuviera en mi vida era para traerme alegría y amor. Abrí la puerta y ahí estaba él, parado en el umbral; llevaba jeans y una playera de color celeste, él sabía que no se podía ver más guapo con otro color. Una ráfaga de viento hizo que su olor me asfixiara y me hiciera olvidar lo que había tenido en la cabeza en los últimos dos minutos, me agarró en sus brazos y me abrazo tiernamente, y para dejar de nuevo mis pies en el suelo, me besó tiernamente en los labios y me hizo creer que en realidad mis pies nunca habían tocado tierra.
Me hundí en sus labios y rodeé su cuello con mis brazos, haciéndome notar que ya estaba en el suelo porque volvía a ser lo suficientemente chaparra como para solo llegar a rodear su cuello. Nuestros labios se sincronizaron tan rápidamente que me olvide de lo demás, atraje su cuerpo hacía mí y decidí por conseguir lo que mi cuerpo quería justamente. De pronto, sus manos se colocaron en mi cintura y asumí que él quería lo mismo, pero en vez de acercarme más a él, me apartó. El beso fue interrumpido por parte de él y mi cabeza, abrumada todavía, daba vueltas así que la expresión de confusión surgió naturalmente en mi rostro.
Apoyó su frente en la mía cuando habló:
-Todavía no –me susurró y besó mi frente en un gesto cariñoso. De pronto, se había apartado de mi para ir a la cocina, supuse que para buscar algo de comer.
Y ahí, sola como estaba, me di cuenta que le había estado teniendo miedo y desconfianza a la persona equivocada. No me creí capaz de haber hecho lo había hecho y, de tan solo pensarlo, el arrepentimiento me abrumó. Si no hubiera sido por Sebastián, aquello hubiera continuado hasta tornarse en lo que yo menos estaba buscando, y todo había provenido de mi.
-¿Kate?
Habló Sebastián sacando la cabeza de la cocina, “inspeccionando” si yo estaba bien. Giré sobre mí misma, cuidando la expresión en mi rostro para que no pensara que iba a estallar un ataque de hormonas o algo por el estilo.
-¿Estás bien? –se atrevió a preguntar.
-Eh… sí –afirmé no de un tono muy convincente, pero lo vi a los ojos tratando de persuadirlo –. Solo tengo frío, iré por mi suéter.
Traté de parecer indiferente mientras me subía las escaleras lentamente y el habló con tono tranquilo.
-¿Quieres ver una película? –preguntó con tono dubitativo, pero tratando de mantener el hilo de su indiferencia.
-Como quieras –musité sin darme la vuelta y sin que sus palabras afectaran mis pasos.
Me agarré la cabeza cuando entré en mi habitación, quería dejar de sentirme culpable por casi arruinar la inocencia de Sebastián, si es que así se le puede ver de cierto modo. Él se había controla, incluso cuando él tomo la iniciativa aquella noche de Spring Break y mis hormonas impacientes lo siguieron.
-Vamos, Kate –me dije a mí misma en el espejo que estaba detrás de la puerta de mi cuarto –. Concéntrate, y saca eso de tu cabeza.
Decidida como estaba, salí de la habitación colocándome un suéter café que había tomado rápidamente. Bajé yendo directamente hacía la cocina en donde Sebastián había tomado la molestia de hacer palomitas de maíz en el microondas y él las contemplaba fijamente con una expresión aireada. Cuando aparecí en el umbral de la puerta de la cocina, él curvó sus labios lentamente de forma tímida, supuse que esperaba que tuviéramos una “platica” respecto a lo que paso, pero yo había decidido olvidarlo… obviamente, como era mi culpa, no quería tener el tema en mi cabeza más de lo debido.
Sonreí de la forma más agradable que pude y en ese momento, el microondas dio un pitido, dando a entender que las palomitas ya estaban listas. Sebastián no parecía tener intenciones de moverse, pues tenía la vista gacha, culpable… como si se hubiera arrepentido de alguna decisión, o algo así. Una parte de mí entró en pánico, y la otra se limitó a mantener mis deseos por debajo de la frontera que tenía establecida alrededor de Sebastián… la cual había creado mientras estaba en mi habitación.
Me apresuré a sacar las palomitas del microondas y cuando pasé al lado de Sebastián, él ni me miró. Lo miré para darle a entender que si quería ver alguna película, teníamos que ir a la sala. Tomé su mano notando que estaba en una especie de meditación y cuando lo hice me vio a los ojos, pero los suyos estaban nublados… parecían nublados por un pasado que estaba cruzando su mente… Y no podía permitir que ese recuerdo se quedara ahí.
Durante días habíamos tenido un pequeño problema: Sebastián se negaba a tocarme por miedo a que terminara en tragedia, y por “tocarme” me refiero a que no quería besarme, para nada. Solucioné eso con un poco de estrategia y empleando mí completa confianza sobre él. Pero luego, cada vez que me besaba o se emocionaba al respecto, se retraía lentamente con la esperanza de que yo no me diera cuenta, lo cual nunca le funciono; pero me agradaba que intentara hacer bonito el asunto, lo malo era que luego de eso, su mente procesaba cosas que “podrían” haber pasado si él no se hubiera detenido… Para tranquilizarlo, siempre solía sonreírle o decirle algo que lo sacara de sus pensamientos, pero esta vez sus ojos denotaron miedo y en realidad, me llegaron a asustar.
-Vamos, mi amor –le dije haciéndome la vaca y besándolo en la mejilla lentamente.
Pusimos una comedia romántica, pero casi nadie rió. Yo estaba rodeada de sus brazos, pero me pareció muy raro que él no hiciera ningún comentario por la película, o si apestaba, o si le parecía bastante patética y sus brazos estaban demasiado rígidos alrededor mío, así que decidí vencerme: me acomodé a su lado, sin importar cuantas muecas me pudiera hacer y cerré mis ojos para intentar dormir un poco, puesto que no sé por qué sentía una pesadez en los párpados terrible. Sentí como hasta aguantaba la respiración, pero al ver que me quedé quieta, todos sus músculos se aflojaron.
Espié entre mis pestañas y pude sentir su respiración alborotándolas por completo, así que supuse que me estaba observando y en estas situaciones es donde la risa te vence antes que cualquiera, pero logré controlarme y pude ver su rostro, un poco sepulcral pero tenía enmarcada la sonrisa que yo tanto amaba. Me estrechó más junto hacía él y yo no puse resistencia. Luego de unos minutos, él imagino que yo estaría dormida debido a mi respiración acompasada, pero me las ingenié para que así lo creyera.
-Kate –habló.
¿Acaso me había dado yo al descubierto? No lo creía, pues había cuidado cada ínfimo detalle. Me movió lentamente entre sus brazos, en un intento de “despertador”, parpadeé varias veces y opté por una expresión somnolienta, para hacerlo más creíble.
-¿Qué pasa? –le pregunté volviendo a cerrar mis ojos, no quería abrirlos todavía.
-No, mi amor, no te duermas de nuevo –me pidió –, quiero hablar contigo.
¿Conque eso había estado en su cabeza todo este tiempo? Mi cabeza de adolescente enloqueció y, como si hubieran sido noticias sobre un desastre, me levanté sobre mis manos, un poco apretada porque los dos no cabíamos tan bien en el sillón. Al parecer, mis ojos denotaron miedo cuando él me vio directamente hacía ellos, pues sonrió tiernamente, pero igualmente fue una sonrisa débil. Millones de cosas cruzaron mi mente, y lo primero fue que si esto terminaba, era mi culpa y solamente mi culpa. Me invadieron unas ganas de llorar y las palabras salieron solas, sin poder controlarlas:
-¡Lo siento tanto! –Oculté mi rostro entre mis manos, por miedo a que las lágrimas me hicieran ver más patética de lo posible –Tú has sido tan bueno conmigo, y yo… ¡Aggh!
-Kate, ¿qué dices? –Sonó confundido mientras tomaba mis manos entre las suyas y me obligaba a sacar mi rostro de entre ellas –, ¿te refieres a lo de hace un rato?
¿Y a qué otra cosa me podría referir? Asentí levemente viendo la pantalla para evitar ver su mirada, para evitar avergonzarme más de lo que ya estaba.
-Sé lo que has estado haciendo, Sebastián –confesé mientras me hundía en su hombro –. Lo sé, y yo también me he estado controlando muchísimo, por todo el esfuerzo que tú has hecho y porque… siempre que lo pienso no estoy lista.
Rodeo mis hombros con sus brazos y me acarició lentamente, no habló así que continué hablando evitando un silencio incómodo.
-Y no sé cuándo estaré lista –le confesé. Las mejillas me ardían –, honestamente es una duda que no me puedo sacar de la cabeza, pero –me retiré y vi sus ojos –solo sé que te quiero a ti. Y lo siento si suena egoísta, pero me tomo mucho tiempo poder llegar a ser feliz con alguien en quien realmente confío...
Y mis palabras fueron interrumpidas por sus labios, feroces, pero aún así acompasados con los míos. Pero el beso denotaba ternura por todos lados, así que me empeñé en disfrutar cada segundo, para cuando él se quedó sin aliento, apoyo su frente en la mía y me dijo:
-Sabes que te quiero más que a nada –habló mientras ponía mi cabello detrás de mis orejas –y no quiero que hagas algo que no quieras, o que no estés lista. Te quiero solamente a ti… y estoy dispuesto a esperarte.
No sabía si era la emotividad del momento, pero fue lo más dulce que me habría dicho. Lo besé lentamente mientras una sonrisa recorría mi rostro y él se reía mientras me tomaba entre sus brazos, beso mi coronilla, luego cada uno de mis párpados y luego se dirigió a mis labios, dibujando su contorno con su lengua. Y me puse a pensar seriamente… si este no era el momento, ¿cuándo lo sería? Lo quería tanto como él me quería a mí, me deseaba tanto como yo lo deseaba a él… o al menos de eso estaba segura. Poco a poco me fui acercando hacía él y él no opuso resistencia alguna, mientras enredaba mis manos en su pelo y él aprisionaba mi cintura entre sus brazos. Me estaba adhiriendo lentamente a su boca, a él… y no podía pedir más.
Y de pronto, como si el maldito destino estuviera en mi contra, el timbre sonó. Sus manos se detuvieron en mis caderas y dejó de besarme momentáneamente. Suspiro quedamente y me separo lo más lento que pudo, mientras yo torcía los ojos tratando de recordar que estaba en mi casa, sola, con Sebastián… ¡Y el timbre sonó de nuevo! Me levanté como rayo del sillón y Sebastián se carcajeo mientras pretendía ver la televisión. Corrí al baño para ver qué tan despeinado tenía el cabello y me pasé el cepillo casualmente, me arreglé el suéter, pero el olor de Sebastián se había impregnado en él y me hizo suspirar, mientras abría la puerta con una sonrisa tonta en mi rostro…
-¡Papá! –grité realmente sorprendida.
Y en efecto, ahí estaba Stuart Johnson: se encontraba delante del umbral de mi puerta con una sonrisa radiante… de esas que enamoraban. Pero en este momento no me causaba ningún sentimiento más que preocupación. Y mi rostro no tardo en denotarla, por lo que mi padre también se preocupo.
-Kate –habló con voz sonora, pero grave. Tenía dos meses de no verlo –, ¿no me vas a saludar?
Y traté de actuar lo más normal posible cuando me lancé a sus brazos y el rió guturalmente cuando lo vi con ojos sorprendidos.
-¿Qué estás haciendo aquí? –hablé mientras en realidad trataba de descifrar qué estaba haciendo ahí.
-Vine a verlas –dijo mientras levantaba una mochila del suelo y sacaba un pastel de zanahoria, el favorito de mamá.
Pero mamá no estaba, solo estaba yo… y Sebastián.
-Oh, papá –dije mientras le sonreía –. Mamá no está.
Su rostro se contrajo.
-Salió con Lucía al centro comercial desde medio día –y miré hacia el cielo cuando me di cuenta que ya estaba oscuro.
-¿Lucía está aquí? –preguntó con sorpresa.
-Desde unas cuantas semanas –le sonreí. Y llegué a la conclusión de que lo tendría que hacer pasar, pero entre ocultárselo y que se dé la oportunidad, preferiría aprovechar a aclarar las cosas. Así que tomé el coraje de preguntar algo que sabía que en algún momento lo lamentaría –: ¿Quieres pasar?
Y como si pensara que nunca lo iba a mencionar, asintió mientras pasaba por el umbral y dejaba su mochila en la entrada.
-Papá –dije tragando saliva mientras le recibía el pastel y me dirigía a la cocina, pero lastimosamente, tenía que pasar por la sala –, solo te digo que no estoy sola…
-¿Así? ¿Está Luisa aquí? –qué ingenuo por Dios.
Pero él mismo se respondió al ver a Sebastián sentado, el cual se había enderezado desde el momento en que había escuchado nuestra plática. Yo estaba en la cocina, escuchando el silencio sepulcral que los pasos de mi padre habían comenzado, cuando oí como Sebastián se levantaba y se presentaba ante él… estrechando su mano.
-Buenas tardes, señor Stuart –se oyó el roce de la chaqueta de nylon de mi padre mientras estiraba su mano –. Soy Sebastián Anderson.
-¿Conque tú eres el famoso Sebastián? –utilizó su tono irónico, y en ese momento salí disparada hacía la sala, para situarme justo al lado del “famoso Sebastián”. La idea de tomar su brazo me tentó, tal vez así le quedaba más claro que utilizar palabras porque estaba más que claro que yo era malísima con las palabras.
-Sí, papá –dije antes de que Sebastián dijera algo –. Él es Sebastián –hice una pausa que podría significar el momento que dejaría de respirar, y aún así mantuve el aire en mi pecho cuando dije –: mi novio.
El rostro de mi padre parecía estarle jugando una broma, trataba de parecer tranquilo, pero todos en la habitación sabíamos que no era así. Sentí como Sebastián se puso rígido a mi lado, pero mi padre no dijo nada por lo que me parecieron minutos… y luego, habló:
-Oh, este… bueno –parecía que se había quedado sin palabras, y que un abogado reconocido titubeé no era un buen escenario –. Eso es algo que tendremos que hablar luego… -carraspeó –Estaré en un hotel a unas cuadras de aquí, tengo unos negocios y me quedaré por dos semanas… por si quieres ver al viejo.
Sonrió débilmente mientras decía la última frase. No me dirigió ninguna mirada cuando se ladeó hacía la puerta.
-Un gusto en conocerte, Sebastián –hizo referencia con la cabeza.
-El gusto es mío, señor –habló con tono ronco.
Mi padre se dirigió lentamente hacía la puerta sin hablarme a mí.
-¿Papá?
Me ignoro y pude oír como recogía su mochila. Me separé del lado de Sebastián y grité:
-¡Papá! –corrí hacía la puerta, pero lo único que recibí fue un portazo en la cara. Salí disparada hacía la calle, pero solo vi su espalda caminando recto hacía el único hotel decente que existía a unas cuadras.
Cuando entré a la casa, no sabía qué pensar. No sabía si pensar que a mi padre en realidad le había afectado tanto y al ver esa expresión en su rostro… ¡Dios santo! No pude evitar que una lágrima saliera.
-¿Estás bien? –me preguntó Sebastián cuando entré con voz dulce.
Negué con la cabeza mientras las lágrimas salían a flote y rodeaba su cintura con mis débiles brazos mientras él me dirigía al sillón para tranquilizarme…
-¿Kate? –Sebastián musitó – ¿Sigues aquí?
Y por poco me pierdo en el recuerdo, y olvidaba que estaba en el pasillo con mi querido Sebastián justo enfrente mía. Pero era casi imposible no vivir en ese recuerdo si solo había sucedido el fin de semana pasado. Había decidido ir ese mismo día a visitar a mi padre, tenía la esperanza de que se encontrara ahí, y aclarar las cosas.
-Sí, no me perderás tan fácilmente.
Se rió tiernamente y me paso un brazo por el hombro cuando empezamos a caminar.
-¿Irás a ver a tú papá? –preguntó curiosamente.
-Supongo –agaché la cabeza –, pero aún así me parece un poco extraño que se haya salido de sus casillas por un simple hecho.
-Kate, míralo del modo en que él lo ve: su única hija, con la cual no tiene la dicha de pasar mucho tiempo, ha sido manipulada y embrujada por un chico común y corriente que todavía no entiende que es lo que ella vio en él –me detuve para verlo a los ojos y é me sonrió débilmente.
-Todavía no sé qué fue lo que vi en ti, ni lo que tú viste en mí.
-Preciosa, si discutimos eso –acarició mi mejilla –nunca acabaríamos.
Y lo consiguió. Una sonrisa, de las que solo él podía causar, se dibujo en mi rostro.
-Así me gustas aún más, ¿lo sabías? –me susurró discretamente al oído.
Y como era inevitable, mis mejillas se tornaros rosadas de un momento a otro, y se lograba contrastar bastante con el tono pálido-amarillo de mi piel.
-Entiéndelo, Kate. Tiene miedo –acarició nuevamente mi mejilla –. ¿Te las ingeniarás sola un periodo? Tengo física fundamental y te juro que me dolerá la cabeza en cuanto llegue.
-No seas tan ridículo –dije mientras se reía y beso mi coronilla en son de despedida.
-Te alcanzo en el libre –me gritó cuando se dio la vuelta y se ponía a hablar con un sujeto que al parecer era su compañero de clases.
En ese momento me pregunté por el paradero de Luisa y Natalia, no las había visto pero asumí que deberían estar en Biología. Pero mis necesidades biológicas me llamaron y tuve que entrar al baño más cercano. Cuando me dirigí al lavamanos, noté unas botas de gamuza pulcramente limpias debajo de una de las puertas y no me molesté en ver mucho tiempo porque respetaba la privacidad, pero me embargó la sorpresa al ver que era la misma Jasmine quién estaba detrás de ese cubículo.
Me dediqué a lavarme las manos meticulosamente y no dirigirle la mirada.
-Con que lograste embrujar a Sebastián, ¿eh? –soltó con su venenosa voz.
No quería parecer retardada y mucho menos débil así que me limité a ignorarla.
-Todavía no sé qué demonios podrías haber hecho para llamar su atención –me recriminó en un tono tan sarcástico. Luché tanto por morderme la lengua, pero no pude y no podía quedarme callada ahorita.
-No fui tan fácil como tú –se lo dije en la cara y pude ver como sus ojos verdes de color viscoso casi se retorcían. Y como balde de agua fría, sentí su fría y dura palma sobre mi mejilla.
-Más vale que te arrepientas de eso –dije con una mano en mi mejilla.
-Cuida tus palabras a la próxima –siseó y no vi a qué hora, pero me empujó fuertemente y yo caí al piso, mientras que ella corría hacía la puerta y oía cómo manipulaba la manija y se oyó un pequeño clic que me desbocó el corazón. Había cerrado con pasador, mientras yo estaba adentro. La oí reírse afuera y jure que esto sería solamente una pesadilla, o que despertaría pronto… pero no.
Tomé mi teléfono y no podía marcarle a nadie porque ya estaban en clases, así que le mandé varios textos a Natalia y luego a Luisa, para que los vieran… y se iba a leer muy patético que escribirá: “Me encerraron en el baño, vengan con refuerzos.” Y como si fuera arte de mi magia, recordé una fobia que desarrollé de pequeña, al quedarme encerrada de la misma manera en la habitación de un primo paterno… yo solía sufrir de claustrofobia. Pero eso ya hace muchísimo tiempo, así que era casi imposible que eso me sucediera…
Miraba los minutos pasar en el típico reloj situado arriba de los espejos, yo sentada cerca de los lavamanos y me empezaba a marear. Empecé a sudar frío y sentía que cada gota bajaba al compás de las agujas del reloj. Noté que sobre mi cabeza había unas ventanas y consideré la posibilidad de abrirlas, pues el calor me estaba matando. Pero estaban muy arriba como para que mi estatura las alcanzara. De la desesperación, me subí en una taza con la tapa cerrada. Me acerqué lo más que pude, pero mi suela estaba mojada y resbalé…
Me golpeé la cabeza contra el suelo, y sentí como por cada segundo marcado en el reloj se me volvían más pesados los párpados. No me quería sumir en una oscuridad profunda, pero… me estaba arrastrando hacía ella; era su presa y, raramente, me encontraba sin salida…
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*se asoma tímidamente, con la esperanza de que todavía quede alguien*
Sí, lo sé. Merezco un linchamiento de tamaño proporcional. Lo sé, me la merezco. Y no, no tengo excusa alguna, más bien... tengo una explicación "coherente" de mi "falta de inspiración".
-Honestamente, estuve evitando escribir (no solo este cap, sino que tocar el blog). Resulta que este blog me trae muchos recuerdos de cosas que lamentablemente ya no tengo en el presente y, como dijo una lectora ahí, escribir esto hace que hayan pensamientos en mí cabeza que no deben de haber. NO. No digo que vaya a cerrar el blog. Entendí que las cosas suceden por algo, y si todavía quedan niñas preciosas [nótese el alágo] que leen eso, pues seguiré escribiendo.
Me costó demasiado hacer este cap, primeramente ya lo dije, por los recuerdos, pero aprenderé a deshacerme de ellos porque no dejaré que eso me impida hacer lo que más amo: escribir. Segundo, porque sentí que si esperaron mucho, al menos deberían de tener un cap con el doble que leer, ¿no creen?
A todas las que todavía me leen, en serio a este punto les digo que las amo, gracias por su confianza y su fidelidad (?)
Y aunque suene un poco madura aquí, nope, la Majo bipolar no se ha ido, solo se fué para dejarme terminar el cap :)
Espero lo disfruten [consideren la hora en que estoy posteando] [12:27am en Guatemala].
Siganme en Tuirer: @iMajoGarcia.
¡GRACIAS!
La verdad debe ser celebrada, no importando quién la diga.
HOLA! Aparecistes.
ResponderEliminarOhhh pobre Kate con claustrofobia y ademas se golpea la cabeza, entiendo el punto de todos, esta lindo el capitulo, escribe pronto (:
me encanta!
ResponderEliminarestuvo muuuuy largo… :)
peor aqui sigo leyendo!
me intriga... amo a sebas <3
y odio a jasmin u.u
pero, veremos ;)
una sonrisa!!
Me encanto
ResponderEliminarpor fin, ya son novios
que mal lo tomo su papá
espero que se le pase, pero
algo no me quedo claro, se estaba
desmayando por el golpe en la cabeza?
bueno publica pronto
amo tu blog me encanta como escribes
abby(:
hOo.la pequeña..!!!!!
ResponderEliminarya te extrañaba =(
me encanta como
escribes.
No desaparezcas
durante tanto tiempo!!!
Me encanto est cap
Por favor escribe
pronto =)
te adoro mujer..!!!!!
Atte:
Ada
hola preciosaaa
ResponderEliminaresta super el cap.
y si te perdono por que eso le puede pasar a cualquiera, no olvides que eres la inspiracion de muchas(osea yo) que no pueden dejar de leer este maravilloso blogg
t.q.
:P
jimenita
una pregunta q no es sobre este blog... ¿vas a a seguir escribriendo el de thereneesmeecullenstory? porfis podes seguirlo.
ResponderEliminarSe te extrañaba Majo!
ResponderEliminarAme el cap y espero con ansias el prox.
Beso
P.D: La vida es confusa y difusa, y el pasado no debe atormentarte, tienes aqui a fieles seguidoras y porque no? amigas que te ayudaran
Suete :D