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lunes, 9 de julio de 2012

La verdad duele. Cap. 20


Me puse un alto a mis pensamientos, esto estaba tan mal. Yo quería con mi vida a Sebastián, y nadie tenía que cambiarlo. Nadie. Si era cuestión de elegir, elegía a Sebastián… por sobre muchísimas cosas.
Mi corazón se acongojó ante esa decisión… ¿Era una decisión? Y si lo era, ¿había decidido bien? Era tonto que en realidad alguien apareciera y me hiciera olvidar por lo que había luchado tanto tiempo. No quería perder a Sebastián, no lo quería hacer.
Entré y cerré la puerta, apoyándome en ella, cansada. Pero el olor a comida me invadió y mi estomago rugió, últimamente había estado comiendo demasiado. Llegué hasta la cocina y Sebastián estaba abriendo un empaqué de arroz chino, el cual era mi favorito. Me encantaba la idea de que me lograra complacer solamente con comida.
-¿Ya almorzaste? –preguntó en cuanto me vio.
-No –mentí.
-Traje tu favorito –dijo mientras servía dos cucharadas de arroz en cada plato.
-Lo sé –hablé mientras lo miraba fijamente.
-¿Qué? –preguntó gracioso.
-Nada –respondí, mientras caminé lentamente hacia él y simulaba buscar algo de tomar. Me acerqué a él y lo abracé por detrás. Torné mis brazos a su cintura mientras él se exaltaba; lo estreché tan fuerte hacía mí y apoyé mi cabeza en su espalda, cerrando los ojos, mientras él seguía sorprendido.
Dejó todo en donde estaba y se dedicó a acompasar su respiración, lo pude sentir en su pecho. Poco a poco giró sobre sí, pero no aflojé los brazos ni un poquito. Aun con los ojos cerrados, él me rodeo la cintura y yo apoyé mi cabeza en su pecho. Su respiración me mantenía alejada de cualquier pensamiento, pero sentí cuando el apoyó su barbilla en mi coronilla.
Y nos quedamos así como estábamos, en silencio, quietos y aún así, conectados por nada más que un abrazo. Pero para mí era suficiente.
-¿Kate?
-No –respondí. No sabía qué era lo que diría, pero no quería que nuestro momento se arruinara. Había llegado a la súbita conclusión que me dedicaría a él en todos los sentidos posibles. Y me dedicaría a ser feliz, y si mi distanciamiento era lo que lo hacía a él alejarse aún más, iba a hacer todo lo posible por acortarlo.
-¿Me vas a dejar decir algo? –preguntó irónicamente.
-No –repetí.
- ¿Puedo al menos intentar algo?
-¿Qué? –la curiosidad me ganó. Saqué el rostro de dentro de su pecho y lo miré a los ojos, y me arrepentí. Me miraba de esa manera que yo tanto adoraba: cada vez que lo hacía, parecía que sus ojos se volvían más grandes; tenía un brillo peculiar en ellos y parecía que dijeran millones de cosas a la vez.
Su mirada me sonrojo y sonreí por naturalidad. Sonreí como solía sonreír cuando estaba con él; sonreí porque eso era lo que sentía: Felicidad. Y él seguía sin decir palabra alguna, pero en estos momentos las palabras sobrarían. Besó mi coronilla lentamente haciendo que electricidad corriera desde ese punto hasta la punta de mis dedos; besó mi frente haciendo que mi cuerpo se estremeciera; besó mi nariz causando cierta gracia en mí y haciendo que riera; besó mi mejilla, haciéndome saber su siguiente parada; besó mis labios tan delicadamente que parecía que no era él, movió sus labios acompasados a los míos mientras me acercaba más a él.
Llevé mis manos instintivamente hacía su pecho, torneando sus hombros y rodeando su cuello de último. Me paré de puntitas puesto que de por sí él ya era bastante alto, y mis labios querían más. Enredé mis dedos en su pelo, acercándolo aún más a mí, mientras sus manos ardían en mi cintura. Pero de la nada, soltó mis labios haciendo que se desvaneciera en el aire toda sensación de satisfacción que pudiera tener, al ser cortada tan rápido. Cuando abrí los ojos y lo vi, supe que su respiración no era acompasada, aún seguía unido a mí en nuestro abrazo, pero su mirada era preocupada.
-¿Qué tienes? –mi mano fue directamente a su mejilla, en un modo de tranquilizarlo. Él la aprisionó entre su mejilla y su hombro, en una manera de no querer soltarme.
-Recuerdas que yo… que yo no quiero hacerte daño, ¿cierto? –soltó con tono tímido.
-Sí, pero no veo que tiene que ver eso con…
Me corté. Había algo en mi cabeza que sabía que también estaba en la suya, pero la diferencia era que a él lo estaba atormentando de una manera increíblemente perspicaz. Me deshice de su abrazo y me alejé de él, aún no muy segura de a qué se refería. Su mirada era culpable, y no se mostro reacio a que me alejara, es más, parecía como si lo entendiera. No lo vi a los ojos, le di la espalada cuando hablé.
-¿Qué… qué quieres decir? –me abracé a mi misma porque de la nada parecía que la habitación se hubiera inundado de una brisa terriblemente fría.
Silencio. Me desesperé de tal manera que me volteé con brusquedad para buscar respuestas en su mirada, y lo único que encontré fue dolor en ella.
-Responde.
-Yo... –a leguas se notaba que estaba teniendo una pelea consigo mismo, para no hablar… para no hacerme daño –, recuerdas el Spring Break, ¿cierto?
-Sí, pero… -y supe por donde iba –. ¿Otra vez con eso, Sebastián?
Torcí mis ojos debido a la desesperación y subí las escaleras. A estas alturas no sabía si me seguiría, pero no me importaba. Entré dando un portazo en mi habitación y dirigiéndome hacia la ventana. Las lágrimas corrían por mis mejillas y no me moleste en limpiarlas en cuánto oí que la puerta se abría.
-Kate.
-“Kate” ¿qué, Sebastián? ¿Qué? –no me gire para verlo. La voz me fallo al sonar quebradiza, pero le daba más drama a la situación.
-Tienes que entenderme, por favor –pidió con voz sublime.
-Sí, te entiendo –dije y me giré esta vez para verlo a los ojos cuando hablara –, pero ¿quién me entiende a mí? ¿Ah?
No dijo nada.
-No puedo besarte, no puedo siquiera acariciarte porque tienes miedo –y lo dije. Dije lo que había estado en mi mente cada vez que se repetía una situación como la de la cocina –. Entiendo que la noche del Spring Break haya sido una que no quieras recordar, pero yo te perdone, Sebastián. Te perdoné y acepte tenerte en mi vida. No sé si tú ya te has perdonado, pero parece que no.
Lo vi fijamente a los ojos, y su expresión parecía dolida, pero al mismo tiempo yo sabía que él ya sabía todo lo que le estaba diciendo, y que era solamente cuestión de tiempo para que yo explotara. Lo supo todo este tiempo.
-Sebastián, yo… -hablé no sabiendo qué resultado tendrían mis palabras –yo te quiero. Te quiero más de lo que en realidad imaginé hacerlo, pero todo esto me está volviendo loca. Tú sabes más que nadie que con respecto a tu “miedo” de hacerme daño, yo… Bueno, aún no estoy lista para “eso” –articule las comillas en el aire –, pero no puedo acercarme a ti por miedo a que me alejes, por lo mismo.
Él se acercó a mí, esta vez a paso seguro. Cuando estuvo enfrente mía no habló, solamente se limitó a verme a los ojos.
-No quiero que me alejes –susurré mientras agachaba la cabeza y la apoyaba en su pecho –. No quiero.
Rodeó mis hombros tratando de consolarme.
-Y quiero que entiendas –saqué mi cara de su pecho y vi sus ojos de nuevo –que confío en ti. Sé que nunca me harías daño. Y con respecto a “eso” –bajé aún más la voz –, créeme que te diré cuando esté lista.
Sebastián no hizo más que reír y abrazarme con ternura. Podría decir que estaba un poco desilusionada, también quería saber qué era lo que él pensaba.
-Tienes razón –tomó mi cara entre sus manos –yo nunca te haría daño.
Y me besó. Pero era un beso muy diferente a los demás besos que me había dado, era como un beso más libre. Sus manos bajaron hasta mi cintura mientras mis brazos aprisionaban su cuello. Se sentía bien que al fin los dos sintiéramos lo mismo, y de la misma manera. De pronto, él se sentó en la cama haciendo que su estatura no me incomodara. Al ver que sentado era casi de mi misma altura, rió. Me retiré de él porque no quería que se riera de mí, pero aún seguía atada a su cuello.
-Gracias –musitó mientras tomaba una de mis manos de detrás de su cuello y jugaba con ella.
-¿Por qué?
-Por todo esto –habló aún con mi mano entre las suyas, pero mi mirada escrutaba su rostro –. Me refiero a que, si no me quisieras de verdad, solamente tendrías que terminar conmigo para que todo esto acabara.
-Pero la diferencia es que sí te quiero –dije mientras besé sus labios tiernamente.
-Por eso –insistió –, gracias.
Sonreí de la manera más natural posible en que alguien me hubiera hecho sonreír. Sebastián era todo lo que alguna vez había pedido, y era mucho más de lo que alguna vez podría tener. Jugueteó con mi mano que tenía entre las suyas y luego, la besó. Me miró sonriendo y, cuando quiso volver abrazarme, toco un nervio en mi estómago que hizo que me riera. Me miró sospechosamente, pero nunca le había dicho que tenía cosquillas.
Y me atacó, empezó a hacerme cosquillas y no podía hacer otra cosa que reírme. Y él también reía, todo esto le causaba diversión. Era algo así como un ataque de caricias y cosquillas, aunque de igual manera me encantaba que él fuera así. Cuando le di a entender que ya era suficiente, se sentó en el suelo recostando su espalda en la pared e hizo un ademán con la mano para que me sentara a su lado. Y lo hice. Me senté a su lado cruzando las piernas y tomé su mano entre las mías. Apoyé mi cabeza en su hombro y nos quedamos en silencio por unos minutos.
Y una chispa saltó. Ese momento, así como estábamos, sin decir nada… era el momento más perfecto que había tenido con él. No nos estábamos besando, ni estábamos peleando; estábamos sentados, el uno al otro… como se supone que debe ser. Teniendo en cuenta que yo lo quería a él por sobre todas las cosas y sabiendo de por sí que él me quería, y que no me haría daño. Cerré los ojos, en paz conmigo misma… feliz.
Y todo se estropeó cuando habló.
-¿Sabes? He estado considerando la idea de que conozcas a mis padres.
Y el balde de agua fría cayó. Yo no estaba lista para eso, no estábamos listos para eso. Me helé por completo del miedo, no por el temor de ya tener algo “formal”, sino que a veces no causo una muy buena impresión. Traté de disimular mi tono de voz, pero aún así me cuerpo se había puesto rígido y sabía que él había podido sentirlo.
-¿Y eso como para qué? –pregunté como quien obviamente no quiere la cosa.
-Quiero que ellos te conozcan –habló con toda la naturalidad que podría tener –. Mis hermanas no dejan de fastidiarme con que ya es hora de que te lleve a la casa.
-Yo… no creo que sea buena idea.
-¿Por qué no? –Inquirió –Conozco a tu mamá y a tu papá, a tu padre no en los buenos términos que quisiera, pero los conozco. Conozco a toda tu familia, y quiero que tú conozcas la mía.
Tomó mis manos esta vez entre las suyas y me observó mi rostro, mientras yo seguía viendo al vacio en línea recta.
-¿Cuándo?
-Mañana –soltó la palabra naturalmente, me atrevería a decir que incluso alegre.
-¿Qué? –fue exactamente la única palabra que pude articular que no incluyera histeria o algo así –. Será una sorpresa para ellos, así que mejor…
-Oh no, ellos ya lo saben –otra vez su tono relajado, cuando yo por dentro quería gritarle –. Lo vienen planeando desde hace una semana.
-¿Y por qué narices no me dijiste antes? –pregunté con tono  un poco alterado. Me pare y me senté en la cama, quería al menos ver su cara de indiferencia.
-Porque… -se detuvo –porque no estaba seguro de si llegaríamos a estar juntos para ese día.
Dejó la frase flotando en el aire y a mí con más dudas de las que alguien debería.
-Me refiero a que estábamos tan distanciados que creí que, tal vez… era el final.
Se paró y se arrodillo enfrenté mía, para alcanzar mi estatura y poder verme a los ojos.
-Ya hablé con tu mamá para pedirle permiso, y dijo que sí –sonrió como niño travieso.
-¿Cuándo hiciste todo eso? –pregunté cuestionándome si en realidad él era aún más listo de lo que pensaba.
-Eso no importa, lo que quiero saber es si quieres ir.
-Está bien, si eso te hace feliz…
-No –me interrumpió –. No quiero que vayas porque me hace feliz, y te llegues a sentir incómoda o algo.
-Voy porque quiero –dije mientras le daba un beso en la frente y me paraba para ir al baño. El se retiró y se abalanzó sobre la cama haciendo muchísimo ruido.
Cuando entré al baño, me vi en el espejo y estaba más pálida de lo normal. Me solté el cabello para disimularlo un poco y regresé a mi habitación. Sebastián estaba acostado boca abajo jugando con algo que había encontrado en mi buró.
-Está bien –dije para llamar su atención –, si quieres que vaya, mejor recuérdale a mi madre porque si le recuerdo yo, me mandará por donde vine.
-De eso no hay problema –aseguró con voz altanera –, y hablando de tu madre –se paró de la cama de un salto –, mejor me voy antes de que me encuentre aquí. Yo la llamo luego.
Baje con él hasta el primer piso, y realmente no quería dejarlo ir. Me dijo que me dejaría la comida china para que cenara, lo cual me enterneció. En todo lo que bajamos, tomé su mano y en realidad me aferré a ella como si fuera mi última esperanza de vida, mi salvación. Ya en la puerta, él lucho consigo mismo poder para irse.
-Kate, en realidad me tengo que ir –dijo con voz queda.
-Lo sé –dije sin soltar su mano.
-Pero sabes que no quiero, ¿verdad?
-Eso también lo sé –sonreí y lo besé en los labios, en despedida.
-Te llamo más tarde –me aseguró, y solté su mano.
Cerré la puerta, apoyándome en ella mientras cerraba los ojos y me deslizaba hasta llegar al suelo. No sabía qué hacer ya que Sebastián se había ido, la casa se miraba tan vacía. Y luego, apareció en mi cabeza una persona a quién había dejado afuera durante toda mi tarde.
Martin.
¿Y ahora qué? No me podía dar el lujo de recurrir a Martín cada que Sebastián se iba, no lo iba a tomar como segunda opción; eso era cruel e inhumano. Pero no podía evitar pensar en él, en la figura de su espalda alejándose y en todo lo que pudo haber pasado por su mente al ver lo que había visto con Sebastián y yo.
Tamborileé los dedos sobre el suelo mientras decidía si hacer lo que tenía pensado o no, pero decidí que algo era mejor que nada. Me levanté, metí la comida a la refrigeradora y me preparé para salir. Caminé hasta la banqueta y comencé a caminar hacia el pequeño letrero que leía “Café” al final de la cuadra. No sabía si Martín estaba ahí, pero estaba dispuesta a correr ciertos riesgos.
Cuando entré, la cafetería estaba medio llena, aunque bastante para cualquier día normal. Claro, era viernes y cualquier centro social se llenaba. Me senté en el último asiento de la barra y pensé en si era una buena idea ir, aunque ya estaba ahí. De pronto, el mismo chico que me atendió en aquella cafetería y el mismo que me dio el papelito con las palabras de Martín, se hallaba parado del otro lado de la barra.
-¿Qué deseas…? Oh –exclamó al verme –. ¿Tú?
-¿Yo? –pregunté.
-¿Tú eres la amiga de mi hermano? –preguntó curioso.
-Eso depende, ¿quién es tu hermano?
-Martín –habló como si realmente lo admirara.
-¿Eres hermano de Martín? –pregunté atónita. ¿Martín tenía hermanos? Eso era algo que no me había dicho… Tampoco era como si habláramos mucho.
-¿Qué te acabo de decir? –preguntó con sarcasmo.
Me reí ante su comentario y el también.
-¿Cómo te llamas? –preguntó de nuevo, sin ningún rastro de sarcasmo en la voz.
-Kate, ¿y tú?
-Scott –me ofreció su mano en un cortés saludo y luego sonrió. Realmente se parecía bastante a Martín, por esa sonrisa suya, no sabía cómo no lo había descubierto antes –. ¿Te ofrezco algo de tomar?
-Claro, un Caramelo Macciato, por favor –sonreí.
-En seguida –dijo y corrió hacia lo que parecía la cocina. Luego de varios minutos, regreso con una taza humeante directa hacía mí.
Scott atendió a varios clientes que se acercaron a la barra a ordenar algo, yo disfruté tanto mi café que no sentí cuando la taza ya estaba vacía. Saqué mi billetera para poder pagar el café, pero una mano tenía delante de mí un billete plegado. Cuando me volví para ver su rostro, Martín sonrió vagamente. Sentí un retortijón de culpa al ver sus ojos de nuevo.
-¿Qué te trae por aquí? –preguntó enarcando la ceja. Su voz no había destilado ni una sola gota de reproche ni de sarcasmo.
-Vine por un café –admití sacando un billete y deslizándolo sobre la barra y empujando su mano a propósito. Él sonrió y alzó las manos en signo de derrota. Me reí hacia tanto drama.
Tomó asiento a mi lado y traté de no tener contacto visual con él. Estaba cien por ciento segura que él había visto a Sebastián cuando entró a mi casa, y lo que había pasado antes, y no quería tocar ese tema. Sentía que él sería capaz de leer mis ojos, de saber que me sentía culpable aunque no tendría por que sentirme así por ningún motivo.
Pero lo notó sin siquiera verme a los ojos.
-¿Por qué tan callada, Kate? –inquirió.
-No lo estoy –mentí; cuando vi a Scott a lo lejos, se me ocurrió algo para cambiar de tema –. Nunca me dijiste que tuvieras hermanos.
-Nunca me preguntaste –respondió sarcásticamente.
Me acomodé raramente en la silla, pero Martín creyó que me iba a ir, y me haló de la muñeca derecha antes de decir:
-Está bien, ¿qué quieres saber de Scott? –persuadió. – ¿Su segundo nombre? ¿Su fecha de nacimiento? ¿Color favorito, tipo de sangre? –bromeó.
-Sabes que no me refiero a eso –sonreí por sus comentarios.
-Lo sé –esta vez habló con cierta tristeza -. Tengo dos hermanos. Scott es el menor, y Lucas, el mayor, está casado y tiene familia. Yo soy el mediano. Pero Scott…
Y no terminó la frase.
Me preocupé, porque de todo lo que llevaba conociendo a Martín, que no era mucho tiempo, no lo había escuchado tan nervioso.
-¿Scott...? –por un lado, me pregunté si era correcto insistir, pero si él decidía no hablar, ya era cosa suya.
-Él… él está enfermo –las palabras que salieron de su boca me parecieron tan irreales; el tono de su voz destilaba dolor, pero a la vez ese sentimiento que evitaba por completo la resignación… ¿Esperanza? No sabía lo que era, lo único que sabía era que él aún no quería creerlo. A juzgar por ese tono, tenía por seguro que no se trataba solamente de una gripe.
Giré mi cabeza para buscar a Scott por en medio de la multitud, queriendo ver su rostro una vez más y que no fuera muy tarde. Estaba en un rincón, atendiendo a un par de chicas bastante atractivas. Pude oír que les hacía varios complementos, y lo pude ver sonreír. Sus dientes blancos iluminaron su rostro, cualquiera que lo viera pasar diría que no estaba enfermo de tal gravedad, teniendo en cuenta que a este punto no sabía qué era lo que tenía.
-Si prefieres, no me digas… –insistí. No quería saber más, y esa era la verdad.
-No, te lo diré –no estaba muy agradecida con él respecto a eso –. Digo, sinceramente me haría bien hablarlo con alguien.
No podía refutar eso, así que, por más que mi verdad fuera no escuchar sobre la enfermedad de Scott, quería apoyar de corazón a Martín.
-Scott tiene un tipo de distrofia muscular llamada Duchenne. Es hereditario, supongo, porque mi abuelo lo tenía y no estoy seguro de mi padre lo tenga también –se miró las manos un poco inquieto, sabía en qué estaba pensando: le preocupaba que él también tuviera esa enfermedad.
-¿Tu abuelo la “tenía”? –remarqué la última palabra dándole a entender mi pregunta.
-Murió –soltó con tono duro.
-Pero no por causa de la enfermedad, ¿verdad? –pregunté.
Silencio.
-¿Martín? –Dije su nombre con la esperanza de que supiera que, aunque no lo creyera, a mí también me estaban doliendo sus palabras. Saqué conclusiones en la cabeza y me cuestione solamente una cosa –: Martín, ¿la enfermedad de Scott tiene cura?
Silencio.
-¡Martín! –Exclamé casi en llanto –Dime que su enfermedad tiene cura –susurré para que no se notara el quiebre de mi voz, pero fue en vano cuando él seguía viendo al piso –. Dime la verdad.
Quería la verdad.
-No.
Pero a veces la verdad duele.
Una palabra; dos sílabas. Un dolor en el pecho punzó dentro de mí, era raro ya que yo no había entablado ninguna relación con Scott, pero su apariencia y su forma de ser a primera vista, denotaban que era una persona llena de vida… y que todo lo contrario era algo imposible para él.
La emoción me embargó. Lo que fuera que haya sido ese sentimiento, me abrumó por completo. En ese preciso momento, Scott se acercó a mí y cuando habló me hizo apreciar su voz como era en realidad: era baja, como la de un niño que recién cambió de voz, tenía un tono ligero y una manera tan extraña de pronunciar las “s”.
-¿Te puedo ofrecer algo más? –sonrió y un poco de su pelo cayó sobre su frente.
En cuanto lo vi, quise gritar… quise llorar, quise gritarle al mundo y cuestionarle por qué estaba haciendo esto con Scott.
-No, gracias –apenas logré articular. La vista se me nubló y temía romper a llorar en cualquier momento –Me tengo que ir.
Salí a zancadas del lugar cuando una lágrima rodó por mi mejilla. No me detuve a ver el rostro de nadie, mucho menos el de Martín. Me acababa de alejar de la cafetería, cuando alguien me haló por la muñeca. Me exalté, pero a ese punto ya tenía los surcos de lágrimas marcados en mi rostro.
-No puedes hacer eso –me recriminó Martín un poco molesto, pero cuando notó mis lágrimas, dulcificó su tono –. Me refiero a que, a Scott no le gusta ser tratado de una manera especial… él cree que es por lástima.
Había llegado a un punto en donde era inevitable negar mi llanto, y Martín me rodeó con sus brazos por los hombros. Y rompí a llorar. No entendía muy bien por qué, y Martín tampoco, al juzgar por lo que dijo:
-¿Por qué lloras, Kate? –acarició mi cabeza con una mano.
-¿Por qué, Martín? –Le devolví la pregunta entre sollozos – ¿Por qué a Scott? No lo conozco, no sé cómo es, e incluso es loco que este en gran llanto por tu hermano… pero me parece muy injusto.
Estaba furiosa con todos, con la vida, con las personas… con todos.
-Llorar no soluciona nada –susurró. Noté que estábamos a mitad de la acera, y la gente nos rodeaba al pasar –, pero me enternece que llores por mi hermano, quien es un desconocido para ti.
Me sonrío amargamente, mientras trataba de encontrar algo bueno en todo esto. Me deshice de su abrazo para poder verlo a los ojos.
-Tu hermano no se merece esto –dije con tono firme y certero, lo cual me sorprendió ya que hace dos segundos estaba llorando desconsoladamente.
Los ojos de Martín se llenaron de lágrimas y toqué tu mejilla con mi mano, en signo de consuelo y de apoyo. Ahora y para todo lo que me necesitara.
No sé cómo fue que nos despedimos ese día, pero el camino de regreso a mi casa fue bastante difícil. Traté de no pensar en Martín, pero pensaba en Scott… en esa vida tan larga que tendría la oportunidad de vivir, pero que no lo haría. Tenía tanto por experimentar, por arriesgar, por sentir… Era muy injusto que simplemente por azar del destino alguien con tan agradable alma se vea visto de un infortunio así.
La expresión de Martín al confesar ese gran dolor que llevaba dentro quién sabe cuánto, puesto que me había dicho que necesitaba hablar de eso con alguien, me sorprendió también. Verlo tumbado en vida por el dolor, y tratar de disimular solamente porque su hermano quiere ser tratado de la manera en que trata a todos… que es como Scott debería ser tratado desde un principio.
Y mis lágrimas sin explicación me inundaron aún más. No sabía la razón certera del por qué llorar así por alguien a quién no conocía bien, era ilógico más bien. Pero la noticia, el modo en que Martín me lo dijo fue bastante impulsivo para mis lágrimas.
Saqué las llaves del bolsillo del suéter y trate de quitar todo rastro de agua en mis ojos, aunque fue en vano porque los tenía hinchados. Abrí la puerta y cuando la cerré, solté un suspiro. Era simplemente demasiado para un simple día.
Y todavía no había acabado.
Cuando me giré para la sala, la luz ya estaba prendida. Mi madre estaba sentada en el sillón que daba de cara hacia la puerta con una taza de té en la mano, y alguien estaba en el sillón que daba las espaldas a la puerta.
-¿Mamá?
Y de pronto la persona que estaba en ese sillón, se giró.
Se me fue el aire de los pulmones en cuanto vi a mi padre sentado, con su sonrisa usual.
-Hola, Kate.











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-sigh- too much drama in this chapter. 
Y sí, demasiado para mí... nunca había escrito ningun capítulo tan dramático.

Ok, antes de que salga con antorchas y todo el bochinche, les pido perdón por mi, otra vez, ausencia. Tareas, vacaciones, mi cumpleaños, regresar al colegio... demasiado. -uy sí-. Pero ya volví.

Fingí demencia toda la tarde para poder terminar el cap, le dije a mi madre que estaba haciendo tarea -ñaña-. 
Bueno, este cap me gusto, realmente es algo que no escribo seguido (drama), pero me gusto en parte. Es interesante saber cuales son las reacciones de las personas ante el dolor o ante la idea de éste, no sé que pabadas digo.
Hice un poco de investigación hacia la enfermedad mentada en este cap, así que no se crean que es inventada porque sí existe...
También estoy llegando a un punto de la historia en donde cada cap es como Pretty Little Liars... -cara de "ohporDiosnomelocreo"- jaja o algo así.

Bueno, deseenme suerte para todo este semestre, recién empecé hace una semana y ya quiero vacaciones. Pero es parte de mi día a día. 
Una vez más, y como lo digo en cada publicación, las amo infinitamente. Porque ustedes y mi perrita, a diferencia de mi ex, son las personas más fieles que conozco. Ja.
-Un beso enorme para cada una, las mejores de las suertes en todo lo que hagan, y prometo publicar pronto.

Comenten también. :* 

I'll be true to you, no matter what you do.

12 comentarios:

  1. Hola! Nueva en tu blog.
    Este cap mue ha atrapado de verdad, la manera en que relatas el amor de Kate y Sebastian.
    Es genial. Yo amo a sebastian<3
    Te sigo, besos!

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  2. Lovely.
    No sé porque a veces amo más a Martin que a Sebas xD
    lol
    Pero en fin, amé el cap (:
    Sigue escribiendo que quiero saber que pasara!
    Y Scott :'(

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  3. Llegue a pensar que ya no ibas a volver
    a publicar . . .
    Te extrañe mujer...!!!!!
    Por cierto me encanto este cap.
    Fue muy emocional =(
    Por lo menos escribe una vez al mes, siii..????
    Tengo curiosidad por saber
    como termina todo este embrollo ..!!!
    Te quiero niña. Y nunca dejes de escribir....!!!!!

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  4. Hola!
    Feliz cumpleaños!
    Oh por dios, its so much drama♥
    Pero lo ame!

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  5. Oye majo como marii recomendaba tanto este blog y vi que esta en la lista donde ella tiene en su perfil sus blog supongo que la conoces solo quiero saber porque abandono los blogs! En especial el de la historia de Renesmee si la vez dile que sus fans la extrañan y que ella es extremadamente buena escritora... Que por lo menos le de fin a la historia :\ (aunque es sin presion deseguro se aburrio porque tiene ya 11 meses casi un año que no escribe nada bueno ok ya me dejo de tanta habladera solo dile que es buena muy buena ^^) besos chao... Att: su mas reciente fan!

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    Respuestas
    1. Hola! Boé, por motivos que asumo que seran los mismos por los cuales Mari dejó de publicar, yo ya no habló muchito con ella. Lo que sé es que este fué su último año de la prepa, y pues por lo que noté, estaba muy triste respecto a eso. Creeme que también como a tí, me dejó en intriga, pero ¿qué le vamos a hacer? Trataré de hablar con ella, y te cuento. ;)

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    2. :\ Gracias eh ^.^ y habla con ella a ver que dice :3 (y que se deje de floja haha yo ya termine la prepa tambien y la universidad no me consume tanto tiempo) ehhehe ^^

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    3. PS: voy a empezar a leer tu blog veo los comentario y parece que es bueno lo unico es que si me pongo adicta a tu blog y dejas de escribir te busco donde sea que estes y te mato!

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  6. Majo,tenés un premio en mi blog
    badaaabiinggbaadaaabuum.blogspot.com

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  7. el capitula ha estado genial, tengo una curiosidad enorme por saber que pasa, y ecribes muy bien, te dejo mi blog por si quieres pasar a leerlo, me encantaria saber tu opinion sobre mi historia.
    http://historiasdemiimaginacion.blogspot.com.es
    besos

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  8. majo... Recien me di cuenta que marii es tu madrina, yo erroneamente había entendido que era ella quien escribia este blog, es por eso que le pedia que continuara con "the renesmee cullen story" lamento la confusión.
    Tú historia es espectacular! me gusto mucho, hoy encontre tu blog (pensando erroneamente que era de mari) y lo encontre fabuloso!
    disculpa por la confunsión :P no fue mi intención molestarte ! sorry!
    un abrazo cariñoso
    María José P.

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  9. Me encanto...
    no tengo palabras para describirlo
    sufrí con este capítulo, fue tan real
    me encanta como escribes, sigue así
    es increíble como haces que me vuelva
    adicta a leer tu blog, como
    no puedo despegar la vista de la pantalla
    por seguir leyendo, es increíble
    publica pronto

    abby(:

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Hola, Soy Majo!
Comenta y dime qué tal esta mi blog?
Dime si soy buena o si simplemente debería dejarlo
:D
Grx